Las
cosas que he ido escondiendo
Las
cosas que he ido escondiendo
bajo las piedras,
entre los esqueletos,
en el polvo, en las sillas, en los papeles,
entre pecho y espalda,
surgen de pronto,
proyectando sombras espesas,
viscosas,
como moco de político pájaro.
Abrí
los ojos y me dijeron
que en país de ciegos hiciera como el ciego.
Después me enseñaron las palabras
y me aconsejaron que cerrara la boca
si no era para repetir lo repetido,
y que fuera manso para llegar al reino de los cielos.
Me dictaron todo lo que podía hacer, creer y recibir,
y yo gemía de noche, entre las sábanas,
porque no era tan santo como San Luis Gonzaga.
Vuelven
estas cosas que he ido apilando
a la vera del camino, para olvidarlas.
Vienen como con pies, hablan como con boca
los patios donde me calentaba a medias,
las piezas en tinieblas y la luz,
los pecados mortales y los veniales,
las sesiones finales,
los valses del teatro Hogar,
y todas esas fiestas infantiles
con aquellos regalos regalados.
Vuelven
como empujadas por el viento,
este helado silbido paramuno,
y me llevan de la mano
de paseo por la calle de siempre,
con la pordiosera, sus trapos y sus perros,
con el niño durmiendo en su caja de whisky
Johny Walker, que sigue tan campante,
con el sacristán masturbándose
ante la Virgen
y su lindo niño en brazos,
con el hombre esperando la muerte en una esquina,
con el hombre esperando la vida en un camastro,
con todos los vivos y todos los difuntos,
¡y más frío que el que tendré en mi tumba!