viernes, 15 de enero de 2021


 

CARMEN MARTÍN GAITE

 


  

Farmacia de guardia

 



No es Valium ni Orfidal,
no me ha entendido.
Se trata de la fe. Sí: de la fe.
Comprendo que es muy tarde
y no son horas
de andar telefoneando a una
farmacia
con tales quintaesencias.
Lo que yo necesito
para entrar confiada en el vientre
del sueño
es algún específico protector de
la fe.
¿Que le ponga un ejemplo más
concreto?
Pues no sé… Necesito
creerme que este saco
cerrado por la boca
y en cuya superficie
se aprecia la joroba
de envoltorios estáticos
puede volver a abrirse alguna vez
a provocar deseos y sorpresas
bajo la luz del sol y de la luna,
bajo el fervor clemente
de los dioses del mar.
¡Oh, volver a sentir lo que era
eso!
Y ni siquiera necesito tanto
—ya es menos lo que pido—;
simplemente creerme
que un día lo sentí
intempestivamente
cuando más descuidada andaba
de esperarlo,
y supe con certeza
que sí, que se podía,
que un corazón doméstico
cuando al fin se desboca
es porque está latiendo sin
saberlo
desde otro muy cercano.

 

Ya. Que no tienen nada.
Pues perdone.
Comprendo que es muy tarde
para hacerle perder a usted el
tiempo
con tales quintaesencias.
Ya me lo figuraba.
Buenas noches.

 

ZOÉ VALDÉS

 

 

 

Poemas de la Habana

Fragmento

 

 

Ella no regresará jamás.
Un día, tu reconocerás su mundo inhabitable,
verás cuadros oscuros pintados por un amigo sin nombre,
el mismo que te dará libros y fotos.
Luego aprenderás a leer
o a aprenderte las palabras de memoria
que es como leen los niños al principio …

 

SANDRA CISNEROS

 

 


Porqué no lo hice



Claro,
Yo iba a, ya sabes.
o tal vez no lo sabes…

 

Mi boca se había suavizado,
cuando me diste un beso de buenas noches
y me dejaste ir.

 

Pero en lugar de amor
sólo había un viejo saco de dormir,
que me lanzaste y tres
mordidas de pulgas en mi vientre
a la siguiente mañana.
No sabias eso
¿O sí?

 

No lo creo.

 

Ni tu nombre que robé
y llevo conmigo
todo el camino desde San Antonio
a Puerto Escondido.

 

Y hoy cuando esperé,
que apareciera
tu camioneta para recogerme.
Volveré y me dejarás ahí,
en tu cochera llena de maletas y
cajas y sierras y cedro.

 

Entré en tu habitación
y me acosté en tu cama
solo para ver si me conviene.
Las sábanas estaban frescas
y un fino talco de polvo yacía por todas partes.
la forma en que algunos hombres que viven solos
están acostumbrados a vivir.

 

Oh, estoy asustada
¿No te has dado cuenta?, Lo estoy,
soy tímida cuando me gusta un hombre.
Y a decir verdad,
no estoy segura de que el amor valga
el riesgo de perder una amistad.

 

Habría sido fácil,
podría haberte reclamado.
Tenía miedo de la oscuridad,
soy, ya sabes. Miedosa, quiero decir.

 

Pero ahí estaba ese avión
que tomar la mañana siguiente.
Y tenías que ir a trabajar.
Además, yo tenía sueño.
Y el amor, ese pez demasiado viejo para escapar,
estará allí a la mañana siguiente. Y si no,
hay otras mañanas, otros peces.

 

 

DOLORS ALBEROLA

 

 

 

Transmutación

 

 

Volvería a ser piedra.
El pensamiento aquel que circundara al mundo
completamente ebrio. La luz.
La panacea agreste del viento en el tejido.
El hombre que calmara, que abrevara la fe,
el cuenco de la mano, funesto, ya vencido.
La sempiterna lucha del hombre por el hombre.
Y ahora regresar,
volver tal vez de nuevo a la tierra de origen,
comenzar desde cero la divina parodia.
Fluir constantemente hasta el vértice exacto,
el fuego, tan vital, lamiéndonos la voz
y, entre el silencio,
hormigas trabajando agriamente ese cuerpo
hasta dejar disolviéndose el ser
entre otro ser que gire, sempiterno.

 

ALEJANDRO AURA

 

 

 

La rosa amarilla

 

 

Se encendió la rosa fulgurante
afuera de la ventana,

 

ha estallado una rosa,

 

parecemos las víctimas del incendio,
azorados, ávidos de su belleza.

 

Ahora todo tiene
color, contraste, vuelo.

 

Vengan a ver la rosa, vengan,

 

tiene un grito amarillo despiadado,
es un lujo, es una enhiesta vara
para golpear el cielo,

 

vengan a la rosa amarilla
que nos dejó perplejos
vengan a ver la rosa mía.

 

LUCILLE CLIFTON

 

 


Donante

Para Lex



cuando me dicen que mi cuerpo
podría rechazarlo
pienso cuando treinta años atrás
metí a empujones ganchos dentro mío
bien fuerte tratando de no tenerte.

 

pienso en las pastillas, en todo
lo que junté en contra de tu
bulto inconveniente; y vos,
mi obstinado bebé,
te acurrucaste ahí en la oscuridad
rechazando mi rechazo.

 

supongamos que mi cuerpo le dice no
al tuyo. otra vez, otra vez te siento
abrochado a mí a pesar mío, lex,
agarrado a la vida como el ceño fruncido
en la frente de un ángel.