"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 7 de diciembre de 2016
ÁNGEL CRUCHAGA
Se
han desplomado todas las columnas
sobre mi vida, sólo tú sostienes
con tu gracia la cúpula del cielo
¡oh santa amparadora de mi muerte!
sobre mi vida, sólo tú sostienes
con tu gracia la cúpula del cielo
¡oh santa amparadora de mi muerte!
En mi
deslumbramiento soy un grito.
¡Cómo me inundas con tu cabellera!
Y estoy tan lejos de tu maravilla
que nunca has de acercarme a la tristeza.
¡Cómo me inundas con tu cabellera!
Y estoy tan lejos de tu maravilla
que nunca has de acercarme a la tristeza.
Voy
con tus sedas, vivo en tus cabellos
y beso tu perfil en un suspiro
y vago solo cual los dioses muertos.
Llora mi corazón en tus vestidos.
y beso tu perfil en un suspiro
y vago solo cual los dioses muertos.
Llora mi corazón en tus vestidos.
Tengo
las manos transparentes de alma
y nunca llegarán hasta tu rostro.
Se han desplomado todas las columnas,
la muerte caminó de Polo a Polo.
y nunca llegarán hasta tu rostro.
Se han desplomado todas las columnas,
la muerte caminó de Polo a Polo.
Pero
en mis venas tu perfil fulgura.
Nadie me alzó más alto que tu gracia.
Me atravesé de amor como el Ungido
con las estrellas de sus cinco llagas.
Nadie me alzó más alto que tu gracia.
Me atravesé de amor como el Ungido
con las estrellas de sus cinco llagas.
CHARLES BAUDELAIRE
74. El surtidor
Se cansaron tus ojos, ¡pobre amante!
Que se queden cerrados largo rato,
En esa postura indolente
En que el placer te sorprendió.
El murmullo del surtidor,
Que día y noche permanece,
Prolonga dulcemente el éxtasis
En que el amor me sumiera.
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
Así tu alma, incendiada
Por la cruda luz del goce,
Se lanza atrevida y rápida
Rumbo a cielos encantados.
Moribunda, se transforma
En una triste ola lánguida
Que, por invisible rampa,
Se abisma en mi corazón
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
¡Oh embellecida por la noche,
Resulta dulce, sobre el seno,
Escuchar el gemido eterno
Que en el estanque solloza!
Agua, sonora, luna, noche,
Estremecidos árboles en torno,
Vuestra pura melancolía
Es el espejo de mi amor.
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
Se cansaron tus ojos, ¡pobre amante!
Que se queden cerrados largo rato,
En esa postura indolente
En que el placer te sorprendió.
El murmullo del surtidor,
Que día y noche permanece,
Prolonga dulcemente el éxtasis
En que el amor me sumiera.
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
Así tu alma, incendiada
Por la cruda luz del goce,
Se lanza atrevida y rápida
Rumbo a cielos encantados.
Moribunda, se transforma
En una triste ola lánguida
Que, por invisible rampa,
Se abisma en mi corazón
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
¡Oh embellecida por la noche,
Resulta dulce, sobre el seno,
Escuchar el gemido eterno
Que en el estanque solloza!
Agua, sonora, luna, noche,
Estremecidos árboles en torno,
Vuestra pura melancolía
Es el espejo de mi amor.
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
De: Las flores del mal
(Versiones de Antonio Martínez Sarrión)
JOSÉ LUPIÁÑEZ
Marie Claire
Una noche en París me raptó Marie Claire;
me tomó de la mano, me llevó a su mansión,
me tendió sobre un lecho, se quitó el camisón
y mostró sus encantos, que eran dignos de ver.
Derramó sus oscuros cabellos sobre mí
y abrazó bien mi vida, que no vale un real.
Se ofreció sin reservas, turbadora, ideal
y apretó entre sus muslos mi liviano existir.
Oh sultana divina, qué pasión, qué placer
galopar sobre un cuerpo de tan firme esplendor;
oh amazona de un cuento, tú sí sabes de amor,
de ese amor que nos hace invencibles, tal vez.
Hoy me acuerdo del triunfo de Les Champs Elysée
y del Sena y tus labios, de tu olor de azahar,
y me pongo muy triste, y me pongo a pensar
en un lecho, una noche de París, Marie Claire.
Una noche en París me raptó Marie Claire;
me tomó de la mano, me llevó a su mansión,
me tendió sobre un lecho, se quitó el camisón
y mostró sus encantos, que eran dignos de ver.
Derramó sus oscuros cabellos sobre mí
y abrazó bien mi vida, que no vale un real.
Se ofreció sin reservas, turbadora, ideal
y apretó entre sus muslos mi liviano existir.
Oh sultana divina, qué pasión, qué placer
galopar sobre un cuerpo de tan firme esplendor;
oh amazona de un cuento, tú sí sabes de amor,
de ese amor que nos hace invencibles, tal vez.
Hoy me acuerdo del triunfo de Les Champs Elysée
y del Sena y tus labios, de tu olor de azahar,
y me pongo muy triste, y me pongo a pensar
en un lecho, una noche de París, Marie Claire.
DELMIRA AGUSTINI
¡Bebamos
juntos en la copa egregia!
Raro licor se ofrenda a nuestras almas,
¡Abran mis rosas su frescura regia
a la sombra indeleble de tus palmas!
Tú despertaste mi alma adormecida
en la tumba silente de las horas;
a ti la primer sangre de mi vida
¡en los vasos de luz de mis auroras!
Raro licor se ofrenda a nuestras almas,
¡Abran mis rosas su frescura regia
a la sombra indeleble de tus palmas!
Tú despertaste mi alma adormecida
en la tumba silente de las horas;
a ti la primer sangre de mi vida
¡en los vasos de luz de mis auroras!
¡Ah!
tu voz vino a recamar de oro
mis lóbregos silencios; tú rompiste
el gran hilo de perlas de mi lloro,
y al sol naciente mi horizonte abriste.
mis lóbregos silencios; tú rompiste
el gran hilo de perlas de mi lloro,
y al sol naciente mi horizonte abriste.
Por
ti, en mi oriente nocturnal, la aurora
tendió el temblor rosado de su tul;
así en las sombras de la vida ahora,
yo te abro el alma como un cielo azul.
tendió el temblor rosado de su tul;
así en las sombras de la vida ahora,
yo te abro el alma como un cielo azul.
¡Ah,
yo me siento abrir como una rosa!
Ven a beber mis mieles soberanas:
¡yo soy la copa del amor pomposa
que engarzará en tus manos sobrehumanas!
Ven a beber mis mieles soberanas:
¡yo soy la copa del amor pomposa
que engarzará en tus manos sobrehumanas!
La
copa erige su esplendor de llama...
¡Con qué hechizo en tus manos brillaría!
Su misteriosa exquisitez reclama
dedos de ensueño y labios de armonía.
¡Con qué hechizo en tus manos brillaría!
Su misteriosa exquisitez reclama
dedos de ensueño y labios de armonía.
Tómala
y bebe, que la gloria dora
el idilio de luz de nuestras almas;
¡marchítense las rosas de mi aurora
a la sombra indeleble de tus palmas!
el idilio de luz de nuestras almas;
¡marchítense las rosas de mi aurora
a la sombra indeleble de tus palmas!
RAFAEL MONTESINOS
Miénteme
tu amor, ahora
que creo en ti. Sobre el lecho,
entre mis brazos estrecho
tu sangre trasnochadora.
¡Pronto, que llega la aurora!
Miénteme, amor, miénteme,
que ya me arrepentiré.
Ay, qué pena me da verte
intentándome asustar
con otro fuego. Pecar
es dejarte y no tenerte.
Mira, niña, que a la Muerte
le he hablado siempre de usté...
Y no me arrepentiré.
que creo en ti. Sobre el lecho,
entre mis brazos estrecho
tu sangre trasnochadora.
¡Pronto, que llega la aurora!
Miénteme, amor, miénteme,
que ya me arrepentiré.
Ay, qué pena me da verte
intentándome asustar
con otro fuego. Pecar
es dejarte y no tenerte.
Mira, niña, que a la Muerte
le he hablado siempre de usté...
Y no me arrepentiré.
Vayan
mis labios derechos,
ahora que nadie nos mira,
hacia la dulce mentira
levantada de tus pechos.
ahora que nadie nos mira,
hacia la dulce mentira
levantada de tus pechos.
Queden
mis labios deshechos,
ahora que nadie nos ve,
y ya me arrepentiré.
ahora que nadie nos ve,
y ya me arrepentiré.
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