jueves, 7 de mayo de 2015

SALVADOR RUEDA

 

Estambres y pistilos


Bajo el velo del agua transparente
impregnada de rayos luminosos,
estambres y pistilos pudorosos
se citan, para amarse, en el ambiente.

Atravesando el líquido luciente
asómanse los tallos amorosos,
y a los himnos del viento rumorosos
los desposa la luz resplandeciente.

A la vez en las frondas escondidos,
cuántas dulces escenas misteriosas
entre los bosques formarán los nidos.

El lento desplegarse de las rosas,
el crujir de los granos, los latidos...
¡Oh concierto invisible de las cosas!


 

 

 

MANUEL PONCE


 

Ay muerte más florida

 

¡Ay muerte más florida!


1

Nos ha traído una lengua lejana
a este puro silencio de bosque partido,
en el canto de ayer que se delata en nido,
en el silente nido que cantará mañana.

Callamos por la luz que se rebana,
por la hoja que se ha distraído
y cae. Yo estoy herido
de muerte, una muerte venial y liviana.

Cuelga en la luz, cuelga en la rama vencida,
en cuevas perfumadas se despeña,
y en dondequiera pienso y amo, me provoca.

¡Ay, ninfa descarnada! ¡Ay, muerte más florida!
Se prende una rosa, se prende una tarde pequeña
en el risueño plantel de su boca.


2

Entre dos continentes amarillos
y una marcha de perlas hacia dentro,
asomaba su prístina palabra
como semilla de su limpio mundo.

De sus labios colgaban los jardines,
gozosos de su alegre despedida,
y envueltos en su túnica sonora,
desflecaba los iris de su lengua.

¡Oh muerte, paraíso doloroso,
en tu mercadería de perfumes
anda luzbel de simple mariposa!

Pero en tus sienes, que las horas hacen
urna depositarla de sus mieles,
no tejeré ni una sola frase.


3

Después, cuando la sangre se gloríe
de haber ensortijado fieramente
millares de kilómetros febriles
en el pequeño huso de la estatua

y, rito silencioso el olvido,
trace por último su atenta firma,
para la identidad de la materia,
botín de pajarillos seculares:

reducirás a polvo el argumento
que tuve para hollar con pies altivos
los dorados insectos de la tierra.

Pero mientras ocurren los narcisos
a cegarme la fuente de los sueños,
tu enigma es floreciente margarita.


JUAN BAÑUELOS


 

Hojamarga

 

Hija del campo
y de la luz/
vientre de piedra
sollamada/
nunca
se elevó
tan bajo
tu hambre/
tu sombra sin
su cuerpo/
la impostura/
la ceniza
de tus trojes
quemadas/
el látigo/los nadies
de la sed…
-qué sé yo qué!-

Y a punto
de salpicar
está
la sangre estando
fraternal
estaba
y doliente
dolida

La muerte
entona
entonces
zancudona
mente
una canción
de cuna
a donde el sol
camina

Perdida
a lo lejos
no puedo asir tu mano seca
como un río
Sé que vives: ven
- no sé dónde – sé
que vives / van
a acudir /
vendrán
todos tus hijos: las mujeres
y los hombres murciélago /
los cigarra
y los hormigas/
también
los pobladores de las Siete
Cuevas/
son los hombres de
maíz
con su rostro de limo

Dime
qué ves/vuelve
la cara/
gira/
danza
alrededor
de nuestro Árbol
de la Vida

Sordomuda
(no se dice tu nombre
se respira)

Habla
me
aunque es de noche
no tardes en llegar
oh Patria amarga:
Acompaña
me
Acompaña
nos
aunque es de noche

En tierra de acahuales
andamos andando
Bailemos
Bailemos

 

 

CARMEN ALARDÍN




Inconclusa

 

Hemos cerrado el libro de la noche
todavía con páginas en blanco.
Todavía con ávidas luciérnagas
que te envolvían con su luz.

Hemos cerrado el libro de la noche
todavía con hijos en el vientre,
con la humedad de aquellos besos
que no alcanzaron a entregarse.

Hemos cerrado el libro con los dedos
quemados, por la rabia del adiós.

 

THELMA NAVA


 

Verano en la ciudad
 
a la memoria de José Carlos Becerra

 

I

Los árboles nocturnos crecende pronto sobre
    nuestros pasos.
Cuando la luz descubre su presencia los desnuda y
    los puebla de voces
las voces de la noche y sus amores.
El agua juega entonces con el agua y regresa a sí
    misma
como un amor de siempre que retorna o un
    estremecimiento recobrado.
A lo lejos el agua forma figuras y silencios.
La noche inventa juegos que el día no entiende ni
    logra jamás recuperar
y nos devuelve a nuestro exilio.

Crece la noche como los besos en los labios
como la yerba crece,
los pasos y las formas de los cuerpos
el rumor y las voces de los cuerpos.
O nuestro corazón de pronto sorprendido.

Una pareja pasa sin mirar a nadie
en el instante en que un hombre en cualquier sitio
se entrega a lo desconocido.

La noche silenciosa abierta al olor del verano
suda viento y deseo bajo los rojos reflectores
cuando el amor y sus actos son sencillos como
    en todo principio.
 

II

                                                            Lo profundo es el aire...
                                                                            Jorge Guillén
 

He de nombrar a noche, la levedad del aire.
De lo que nadie habla, de lo que se respira
y aturde los sentidos
                                        panteras de ojos húmedos
como el aire que duele inalcanzable
perseguido en la otra ciudad
                                        en la antigua
la de nombre de piedra.

He de nombrar la luz que estalla bajo el sueño del
    agua,
el aire que recorre todas las soledades
y atraviesa la mirada del vendedor de objetos
    inútiles.

La mariposa gigantesca se pliega al árbol que la
    posee en la sombra.
El vaivén de sus alas toca la eternidad y la destruye
mientras el árbol agotado jadea sueños como frutos.

El aire avanza lento, levanta olas de arena, lame
    cuerpos que pasan.
Atrás quedan los pasos, inciertos, furtivos o firmes
    pasos de quien camina la ciudad
seguro de amanecer en el sitio de siempre.

El aire levanta voces como sombras de agua,
las oculta detrás de cualquier puerta. Y sucumbe.

Se adormece en la noche.
Vivo Vivaldi asiste a la boda del aire.
Caminamos
navegantes de noches apretadas y ávidas
deshabitadas noches de muslos acechantes.
Lo sabemos
cualquier ciudad del mundo es solitaria
                                     a las 4 de la madrugada.

III

Esa presencia de lo humano en la lluvia como una
    jadeante respiración de amor,
esa presencia de la lluvia cuando llega el otoño.
En las manos aún el color de la tarde, la boca del
    verano
delatándonos, habitantes silenciosos construyendo
    el instante de las azoteas
en los suburbios donde el viento camina como por
    su casa.

Canción del viento que se llevó la lluvia,
guitarra sola y silvestre, desnuda y sola para la hora
    del amor, presencia urgente
en este sitio en que se muere a diario.

Labios febriles de pronto apaciguados. Luna del tigre
    buscándonos, cercándonos.
Hombros estremecidos de veranos-tortuga.
Amor de la tierra que no conoció el mar pero sí
    el pie desnudo,
jamás la libertad, pero sí la palabra decisiva.

Las calles de esta ciudad ¿qué nombre tienen, qué
    nuevos árboles, qué huellas de amor sobre su rostro?
Cerca de nuestra sangre, insomne rosa, el corazón
    del hombre no descansa.

Estamos nuevamente en tus orígenes,
ciudad amada
                          para siempre indefensa bajo la lluvia.

 

AURORA REYES


 

Danza en la playa

 

Yo seré la sirena de barro:
una cinta de niebla en las piernas,
una estrella de mar en la mano.

Tú serás arcoíris de luna:
un camino de siete cristales
en la luz de una curva desnuda.

De tu amor he de ser caracol.
En mi casa girando la rosa,
el retorno girando en tu voz.

Tú serás una danza inocente
deslizando medusas de sueño
en la playa de pálida frente.

Yo seré aquella nube callada:
mis cabellos azules de cielo,
mis pupilas caminos del agua.

Tú serás una noche de negro:
terciopelo caliente los brazos,
constelada de peces los senos.

Yo seré la canción olvidada
levantando espirales blancuras
en revuelo de líquidas alas.

Tú serás una barca de espejos
en un viaje de lunas quebradas
hasta el último azul del silencio.

Yo seré caballito marino:
a galope, galope las olas,
a galope tendido el abismo.

Tú serás un lucero diamante:
en el agua tus labios azules,
una flor de infinito en el aire.