"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 31 de julio de 2019
ALBERTO DESTEPHEN
Manzanos del edén
No eran los pinos de intenso color,
ni el río que cruzaba una sola vez,
en donde las sombras de nuestros deseos
enlazaban nuestras manos y besos.
Eran tu mirada y la mía,
alambres en el viento
donde los pájaros sostenían
su concierto estival.
No era el agua que caía de tu boca
ni la curva de tu vientre,
donde lentamente
fluía el dolor de mis manos.
Era la serpiente, la serpiente del edén,
que nos daba el secreto de Dios
mientras los ángeles dormían.
No eran los pinos de intenso color,
ni el río que cruzaba una sola vez,
en donde las sombras de nuestros deseos
enlazaban nuestras manos y besos.
Eran tu mirada y la mía,
alambres en el viento
donde los pájaros sostenían
su concierto estival.
No era el agua que caía de tu boca
ni la curva de tu vientre,
donde lentamente
fluía el dolor de mis manos.
Era la serpiente, la serpiente del edén,
que nos daba el secreto de Dios
mientras los ángeles dormían.
OTONIEL GUEVARA
Era un árbol
para Vladimir Baiza,
con verdor
Ayer, en este mismo lugar, había un árbol.
Lo dejé cimbreante bajo la tormenta.
Pero
ya no lo encuentro
y con él se ha borrado el mar el amar el fresco amanecer
que bajo su sombra
compartí.
Eso me hace naufragar en busca de un recuerdo que concuerde con este
rudo sitio
que a pesar del indómito calor
se me presenta frío
desconocido
espectral.
¿Será que hoy, en algún lugar,
a las hormigas les pesa el alma de ese árbol
como me pesa a mí continuar respirando entre estos hombres?
para Vladimir Baiza,
con verdor
Ayer, en este mismo lugar, había un árbol.
Lo dejé cimbreante bajo la tormenta.
Pero
ya no lo encuentro
y con él se ha borrado el mar el amar el fresco amanecer
que bajo su sombra
compartí.
Eso me hace naufragar en busca de un recuerdo que concuerde con este
rudo sitio
que a pesar del indómito calor
se me presenta frío
desconocido
espectral.
¿Será que hoy, en algún lugar,
a las hormigas les pesa el alma de ese árbol
como me pesa a mí continuar respirando entre estos hombres?
FABRICIO ESTRADA
Jeroglífico
Me tiño los huesos y los acomodo.
Con extrema delicadeza
hago con ellos mi plaza fuerte,
los muros que el tiempo vendrá a hurgar
con su lascivia infinita.
Del rojo más negro
para confundir la noche
para quien me encuentre sepa
el tamaño de mi desvarío.
Del rojo verdadero que somos
me tiño y lego
corazones machacados.
Quien me encuentre sabrá olvidarme,
tejerá una selva
con ardientes guacamayos rojos.
Me tiño los huesos y los acomodo.
Con extrema delicadeza
hago con ellos mi plaza fuerte,
los muros que el tiempo vendrá a hurgar
con su lascivia infinita.
Del rojo más negro
para confundir la noche
para quien me encuentre sepa
el tamaño de mi desvarío.
Del rojo verdadero que somos
me tiño y lego
corazones machacados.
Quien me encuentre sabrá olvidarme,
tejerá una selva
con ardientes guacamayos rojos.
FRANCISCO AZUELA
Huanuni en llamas pueblo viudo
I
Huanuni de Oruro
Cordillera Occidental de los Andes
nevado de Sajama
cerro Toroni,
Altiplano y lago Popoó;
salar de Coipasa,
tierras de los urus
se levantan los aymaras
hermanados con quechuas incaicos
en estaño y bismuto,
oro y plata.
De nuevo hablan los tiamusis
en sus ritos secretos
sobre el dios misterioso,
Wiracocha está en la Edad Oscura Chamak-Pacha,
destruyó Tiwanaku,
a sus hijos Wari-Wiracochas
y a los hijos de la tierra Waris
por corrupción y falta de acatamiento.
II
Huanuni
pueblo viudo
entristecido en la bruma,
madrugada de lágrimas
dinamita sembrando la muerte,
sangre en llamas,
dolor,
desgarramiento,
odio y codicia en Posokoni
entre grietas
y rendijas,
la sombra se extiende en su duelo de patria.
III
Pueblo viudo
caserío destruido,
difícil acostumbrarse a la pólvora,
minería de luto
ojos rojos,
llorosos,
herida del tamaño del tiempo.
IV
Pueblo viudo
hijo de la infamia,
¿dónde quedaron las palabras de entendimiento?
¿dónde quedó la voz?
roto el ritmo
todo ha quedado vacío,
sólo herrajes viejos sin armonía.
El llanto no es consuelo
es desesperación
impotencia ante la muerte.
V
Pueblo viudo
audacia que tuviste para matarte a ti mismo
a flor de mina,
de tierra,
camino a los sepulcros se encuentran tus cadáveres.
Un nuevo sabor amargo en los panteones,
viudas de pena
de rencor en sus espinas
abatidas en el destino
de su abismo.
VI
Pueblo viudo
octubre de sangre te persigue,
cielo en llamas cae sobre tu pueblo
gorrión desolado
con alas rotas de susto
se quiebra en la rama de caras negras.
¿Dónde está tu linterna de carburo
gambusino de la noche?
minero héroe,
inmolado,
luz de estrella en tierras profundas,
hoy ha llorado un pueblo por ti,
han llorado el campo,
ríos y cóndores,
ha llorado tu patria
buscando una palabra de aliento.
VII
Pueblo viudo
con tu pasado de oscuridad y abandono
flagelado en polvo.
Responsables de emboscada
verdugones
incitadores de la sombra,
la intriga y el cinismo,
cae la cortina de humo,
los delincuentes huyen,
niños pequeños lloran
gimen perdidos con gatos hambrientos
y perros en las cercanías
entre tapias viejas y puertas destruidas
en la memoria rota.
VIII
Pueblo
viudo
hoy entierras a los muertos de tu desdicha,
entierras el alma en los cementerios
entre piedras violentas
que estallan en tus ojos.
Hundido en la orfandad
vendrá el agua de lluvia
a limpiar tu rostro
a llevarse el frío de tu alma.
hoy entierras a los muertos de tu desdicha,
entierras el alma en los cementerios
entre piedras violentas
que estallan en tus ojos.
Hundido en la orfandad
vendrá el agua de lluvia
a limpiar tu rostro
a llevarse el frío de tu alma.
IX
Pueblo viudo,
La Pachamama,
“Tierra Madre”
con sombrero de ala ancha
dueña de montañas, rocas, llanuras,
que ayuda a tejedoras y alfareros
evita heladas y plagas
y hace madurar los frutos
tocará el corazón de los mineros de Huanuni
de rodillas ante la apacheta.
La Pachamama atará su serpiente
en esta encrucijada
hará sonar su quirquincho
para que baje de la Vía Láctea
el dios dador de la lluvia Illapa.
Pueblo viudo,
La Pachamama,
“Tierra Madre”
con sombrero de ala ancha
dueña de montañas, rocas, llanuras,
que ayuda a tejedoras y alfareros
evita heladas y plagas
y hace madurar los frutos
tocará el corazón de los mineros de Huanuni
de rodillas ante la apacheta.
La Pachamama atará su serpiente
en esta encrucijada
hará sonar su quirquincho
para que baje de la Vía Láctea
el dios dador de la lluvia Illapa.
X
Pueblo viudo,
Pacha Tata
“Señor del mundo”
Pacha-Kuti
“dios del milenio”
Kon-Tizi-Wiracocha,
dios de dioses
“espuma del mar”,
vendrá a hilar tus heridas
en un aguayo donde queden para siempre
unidos tus sufrimientos.
Habrá un nuevo canto
que espante la sombra de la noche,
un nuevo día de luz
de esperanza.
XI
Huanuni,
pueblo viudo
no estás vencido
vive en paz
en el vuelo de los cóndores.
JAIME SILES
Interiores (ii)
¿Qué
puede al hombre cautivar, sino la música
que en la quietud la arena en sí eterniza
y las olas tan sólo que a lo lejos
una a una, en su olvido, repite sin cesar?
Como su cuerpo son, también, de sombra
y entre su voz la sal es lo que dura
y ese rumor del eco en transparencia
de quien no sabe de otra eternidad.
¿Puede la música ser algo más que sombras
hechas a medida de una idea,
talladas en cristal por el que olvida
que hace surgir un dios de entre sus notas?
¿O lo que aquí llamamos música pudiera
muy bien llamarse el ala de una duda
y el paraíso firme que sostienen
interiores columnas de temblor?
que en la quietud la arena en sí eterniza
y las olas tan sólo que a lo lejos
una a una, en su olvido, repite sin cesar?
Como su cuerpo son, también, de sombra
y entre su voz la sal es lo que dura
y ese rumor del eco en transparencia
de quien no sabe de otra eternidad.
¿Puede la música ser algo más que sombras
hechas a medida de una idea,
talladas en cristal por el que olvida
que hace surgir un dios de entre sus notas?
¿O lo que aquí llamamos música pudiera
muy bien llamarse el ala de una duda
y el paraíso firme que sostienen
interiores columnas de temblor?
OTONIEL MARTÍNEZ
Niña dibujando
A
Jennifer
Tu mundo de árboles cometas y
castillos
máscaras flores y caminos
es también el mío, Jennifer.
Tú tripulas pompas de jabón
que a mí se me rompen demasiado pronto
y sueñas con tu traje de encajes
de cuando seas señorita
mientras que a mí
el traje de hombre que soñé
me queda a veces demasiado grande.
Alguna vez enfrentarás la vida
y quizá todavía lleves tu oso de peluche
o tus fantasmas bajo el brazo
o algún rosado sueño habrás roto ya
a medio cielo.
Tu mundo y el mío son gemelos Jennifer,
aunque en el mío haya más sangre
en ambos
existe la esperanza.
martes, 30 de julio de 2019
JORGE EDUARDO EIELSON
Cuanto
puede el aire es
Mostrarnos su semblante
De planeta vencido,
Quizás servirte de espejo
Cuando te desnudas
O tomar, sombríamente,
Tu lugar cuando respiro.
Mostrarnos su semblante
De planeta vencido,
Quizás servirte de espejo
Cuando te desnudas
O tomar, sombríamente,
Tu lugar cuando respiro.
De: "Doble
diamante"
JOSÉ HOMERO
Tarde
La
trama de alambre estaba rota
por la parte que se fija al suelo
levantándola hasta mi cintura
me
deslicé con el niño de seis años rumbo al lago.
Nos encuclillamos en el pasto
justo en el declive
él delante mío
yo
asiendo sus manos
El
día era azul y el viento abrasaba las hojas de los arces por los bordes
Dijo
entonces
Y cuando tenga cien años y me muera, ¿los lagos seguirán viviendo?
Sí, Ezra, los lagos seguirán aquí
¿Y los árboles?
Los árboles también y las rocas y las estrellas
¿Y
cuándo volveré a vivir?
No se vuelve
Y si me muero, ¿ya no caminaré nunca?
No
hijo
¿Y
no puedo nacer otra vez?
No
El agua centelleaba como fragua
Estreché
la tibia cabeza contra mis hombros
Bajo mis párpados ardía la tarde
JULIO CÉSAR TOLEDO
Desnuda la adolescencia (en Cuba)
Si algo añoro de la adolescencia es la desnudez.
La desnudez de adolescentes que sin razón danzaban en mi cuarto,
la mía de los domingos que bajo el sol maceraba su futura fruta
de tacto temeroso.
Extraño la desnudez de los chicos fumando,
sus cuerpos reposando lánguidos sin vello, dibujados por el humo
y yo extasiado
desnudo
mirando tanta piel reunida, de la que hice mi vocabulario.
Extraño la desnuda confianza con que Maité me escribía desde su isla,
la desnudez de ella misma cuando andaba toreando tiburones:
palpaba sus caderas oscuras
cantando (qué voz) eso de somos lo máximo…
Todo parecía mejor así, desnudo,
como celebrando a la intemperie su existencia sin necesidad de tapar nada,
como si en la piel desposeída habitara también la transparencia
del mundo que se fragua simple y pleno
Hoy, la furia de los años nos cae en interminables kilómetros de tela.
La vida adulta, sus chamarras,
cubren más de lo que alguna vez imaginamos ver,
ya la piel es clandestina actividad que no se nombra.
Antes,
íbamos desnudos por algunas alamedas,
sin presumir
la lozana liviandad de nuestros vientres,
no incitábamos a nadie con esas airadas nalgas,
no;
tampoco pretendimos nada.
Era una desnudez que andaba sola,
sin necesitarnos habitaba nuestros cuerpos.
Era, cómo decirlo, una desnudez muy natural.
También fuimos locos que tocamos toda piel que vimos andar sin recato en las
aceras: salvajes adolescentes que andaban de pecho en pecho, de sexo en
sexo jugando a ser los primeros pobladores de la tierra
(animales del asombro, nuevos ricos).
Fue por desnudez que nos tentamos, no por morbo ni con fines de hacer más
ancho el orbe, no,
era pura y sencilla desnudez.
Ya pasados los días de encuerarse sin provocación alguna,
los chicos de glandes lisos y rosados
son robustos dueños de bodegas de ropa en toda talla,
ya no fuman, corren dos kilómetros cortitos todas las mañanas
eso sí
con ropa deportiva muy a doc.
Y Maité,
ay Maité,
ya sin isla
ataviada con ropa de finísimas y registradas marcas,
no va nunca al mar (dicen, que se baña vestida para no
recordar el ardor de la piel sin protección).
Yo, a veces, cuando puedo llenar mis pulmones de suficiente melancolía,
me quedo bajo el sol alguna tarde de domingo
y como homenaje a aquella época de encueros
me desvisto,
y junto con mi cuerpo, en un exhalo lento (posibles lágrimas secretas),
desnudo también mi alma.
Si algo añoro de la adolescencia es la desnudez.
La desnudez de adolescentes que sin razón danzaban en mi cuarto,
la mía de los domingos que bajo el sol maceraba su futura fruta
de tacto temeroso.
Extraño la desnudez de los chicos fumando,
sus cuerpos reposando lánguidos sin vello, dibujados por el humo
y yo extasiado
desnudo
mirando tanta piel reunida, de la que hice mi vocabulario.
Extraño la desnuda confianza con que Maité me escribía desde su isla,
la desnudez de ella misma cuando andaba toreando tiburones:
palpaba sus caderas oscuras
cantando (qué voz) eso de somos lo máximo…
Todo parecía mejor así, desnudo,
como celebrando a la intemperie su existencia sin necesidad de tapar nada,
como si en la piel desposeída habitara también la transparencia
del mundo que se fragua simple y pleno
Hoy, la furia de los años nos cae en interminables kilómetros de tela.
La vida adulta, sus chamarras,
cubren más de lo que alguna vez imaginamos ver,
ya la piel es clandestina actividad que no se nombra.
Antes,
íbamos desnudos por algunas alamedas,
sin presumir
la lozana liviandad de nuestros vientres,
no incitábamos a nadie con esas airadas nalgas,
no;
tampoco pretendimos nada.
Era una desnudez que andaba sola,
sin necesitarnos habitaba nuestros cuerpos.
Era, cómo decirlo, una desnudez muy natural.
También fuimos locos que tocamos toda piel que vimos andar sin recato en las
aceras: salvajes adolescentes que andaban de pecho en pecho, de sexo en
sexo jugando a ser los primeros pobladores de la tierra
(animales del asombro, nuevos ricos).
Fue por desnudez que nos tentamos, no por morbo ni con fines de hacer más
ancho el orbe, no,
era pura y sencilla desnudez.
Ya pasados los días de encuerarse sin provocación alguna,
los chicos de glandes lisos y rosados
son robustos dueños de bodegas de ropa en toda talla,
ya no fuman, corren dos kilómetros cortitos todas las mañanas
eso sí
con ropa deportiva muy a doc.
Y Maité,
ay Maité,
ya sin isla
ataviada con ropa de finísimas y registradas marcas,
no va nunca al mar (dicen, que se baña vestida para no
recordar el ardor de la piel sin protección).
Yo, a veces, cuando puedo llenar mis pulmones de suficiente melancolía,
me quedo bajo el sol alguna tarde de domingo
y como homenaje a aquella época de encueros
me desvisto,
y junto con mi cuerpo, en un exhalo lento (posibles lágrimas secretas),
desnudo también mi alma.
EDWIN MADRID
Al ingresar al parque vi a Quintillo Máximo
besando a una muchacha, para no interrumpir torcí mi camino. A punto salir de
los árboles, unos pasos agitados se detuvieron junto a mí:
-¡Por favor amigo! No digas a nadie que me
viste con esa muchacha.
-¡Insensato Quintillo! Nunca saldrá de mi
boca que te coges a la más fea de todas.
ROSABETTY MUÑOZ
La Santa de terciopelo
La
Santa vestido de terciopelo
le
cuelgan abalorios.
En
andas.
Viaja
sobre los hombros
y
le agitan pañuelos blancos
Sortea
temporales
inmóvil.
Fija
la mirada.
Fijo
el madero portentoso
de su cuerpo.
Sobrepuestos
los retazos
de
otros rezos.
La
pueblan arañas y polillas.
Resplandeciente
el rostro
policromado.
Bajo
las ropas sagradas
los
velos se pudren
y
la madera astillada
se
consume.
De: “La
Santa”
GABRIEL CELAYA
Tus
gritos y mis gritos en el alba.
Nuestros blancos caballos corriendo
con un polvo de luz sobre la playa.
Nuestros blancos caballos corriendo
con un polvo de luz sobre la playa.
Tus
labios y mis labios de salitre.
Nuestras rubias cabezas desmayadas.
Nuestras rubias cabezas desmayadas.
Tus
ojos y mis ojos,
tus manos y mis manos.
Nuestros cuerpos
escurridizos de algas.
tus manos y mis manos.
Nuestros cuerpos
escurridizos de algas.
¡Oh
amor, amor!
Playas del alba.
Playas del alba.
lunes, 29 de julio de 2019
FLOR ALBA URIBE
Miedo
A veces pienso que tú y yo
es lo único que nos queda.
La gente se ha ido a la deriva buscando sus valores
extraviados,
cada espalda se ajusta, contra un muro eludiendo el saqueo
de la sombra,
y se palpan a tientas el costado, y ,preparan sus uñas
como espadas,
y rastrean sus venas pulso a pulso para saberse
vivos de repente.
Hay un viento que acosa toda llama, una ojera creciendo
en cada rama,
ya la espina se esconde de la rosa y la fe se ha exiliado
de sí misma.
Nadie inventa su vida sueño a sueño ni prepara taller
para el futuro,
cada quien recoge su cosecha y la traga de un golpe
o la destruye.
Fugitivos de todos los espejos donde aguarda el reverso
de la máscara,
acarrean ataúdes como cestos y vigilan la orilla
del sepulcro,
por si acaso la muerte los sorprende confirmando la farsa
de estar vivos.
A veces pienso que tú y yo
es lo único que nos queda.
La gente se ha ido a la deriva buscando sus valores
extraviados,
cada espalda se ajusta, contra un muro eludiendo el saqueo
de la sombra,
y se palpan a tientas el costado, y ,preparan sus uñas
como espadas,
y rastrean sus venas pulso a pulso para saberse
vivos de repente.
Hay un viento que acosa toda llama, una ojera creciendo
en cada rama,
ya la espina se esconde de la rosa y la fe se ha exiliado
de sí misma.
Nadie inventa su vida sueño a sueño ni prepara taller
para el futuro,
cada quien recoge su cosecha y la traga de un golpe
o la destruye.
Fugitivos de todos los espejos donde aguarda el reverso
de la máscara,
acarrean ataúdes como cestos y vigilan la orilla
del sepulcro,
por si acaso la muerte los sorprende confirmando la farsa
de estar vivos.
JULIA PRILUTZKY
Quiero
un amor de todos los instantes,
aunque no sea un amor para la vida;
quiero un amor con la ansiedad del antes
para después del ansia desmedida.
Quiero la fe de todos los amantes
en este solo amor, ver contenida:
tumulto de horizontes trashumantes
y luego, claridad de agua dormida.
Quiero un amor transfigurado en fuente
de todo florecer: fruto y simiente;
a tal único amor, mi amor sentencio:
aquél de la impaciencia y el latido
y la fiebre y el grito y el gemido
y el difícil momento del silencio.
aunque no sea un amor para la vida;
quiero un amor con la ansiedad del antes
para después del ansia desmedida.
Quiero la fe de todos los amantes
en este solo amor, ver contenida:
tumulto de horizontes trashumantes
y luego, claridad de agua dormida.
Quiero un amor transfigurado en fuente
de todo florecer: fruto y simiente;
a tal único amor, mi amor sentencio:
aquél de la impaciencia y el latido
y la fiebre y el grito y el gemido
y el difícil momento del silencio.
LOUIS ARAGON
Palabras
de Henri Matisse
Mil manos entreabren todas las cabelleras,
de mis manos recoge sus colores el día;
un suspiro es la brisa de mis barcas veleras;
del sueño que perdura parte mi lejanía.
Toda flor por desnuda parece una cautiva
que hace temblar el tacto con su esplendor celeste;
escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva
es para mi sencillo como quitada veste.
Explico mis palabras al paso de la ronda;
aplico el pie desnudo por el viento borrado;
desvelo para el mundo lo que el instante ahonda,
y el sol que se levanta del hombro deseado.
Explico la silueta que enmarca la ventana;
doy la clave de árboles, pájaros y estaciones,
la del sellado júbilo de la planta lozana,
la del sigilo extraño que habita los rincones.
Explico en infinitos negrura y transparencia;
descifro el destellante roce de las mujeres,
y en la cósmica cifra la individual presencia,
y la razón que aúna las cosas y los seres.
Me entregan su perfume las formas pasajeras,
y la página en blanco su musical acento;
y explico lo que hace las hojas más ligeras,
y de la rama un brazo levemente más lento.
Innoble en la tormenta de la época gris;
avasalla mi norma la lumbre justiciera;
yo pinto la esperanza... Yo soy Henri Matisse
que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera.
Mil manos entreabren todas las cabelleras,
de mis manos recoge sus colores el día;
un suspiro es la brisa de mis barcas veleras;
del sueño que perdura parte mi lejanía.
Toda flor por desnuda parece una cautiva
que hace temblar el tacto con su esplendor celeste;
escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva
es para mi sencillo como quitada veste.
Explico mis palabras al paso de la ronda;
aplico el pie desnudo por el viento borrado;
desvelo para el mundo lo que el instante ahonda,
y el sol que se levanta del hombro deseado.
Explico la silueta que enmarca la ventana;
doy la clave de árboles, pájaros y estaciones,
la del sellado júbilo de la planta lozana,
la del sigilo extraño que habita los rincones.
Explico en infinitos negrura y transparencia;
descifro el destellante roce de las mujeres,
y en la cósmica cifra la individual presencia,
y la razón que aúna las cosas y los seres.
Me entregan su perfume las formas pasajeras,
y la página en blanco su musical acento;
y explico lo que hace las hojas más ligeras,
y de la rama un brazo levemente más lento.
Innoble en la tormenta de la época gris;
avasalla mi norma la lumbre justiciera;
yo pinto la esperanza... Yo soy Henri Matisse
que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera.
Versión
de: Carlos López Narváez
LOUIS ELISABETH GLÜCK
No
yo, tonta, no yo sino nosotras, nosotras: olas
azules y celestes como
una crítica al cielo: ¿por qué
atesoras tu voz
si ser algo es lo que sigue
a no ser nada?
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír
algo así como un eco de la voz
de dios? Sois todos iguales:
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando
vuestras vidas absurdas; vais
donde se os manda, como todas las cosas,
donde el viento os plante, unos y otros
mirando siempre
hacia abajo, viendo alguna imagen
del agua y escuchando qué: olas,
y sobre las olas, pájaros cantando.
azules y celestes como
una crítica al cielo: ¿por qué
atesoras tu voz
si ser algo es lo que sigue
a no ser nada?
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír
algo así como un eco de la voz
de dios? Sois todos iguales:
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando
vuestras vidas absurdas; vais
donde se os manda, como todas las cosas,
donde el viento os plante, unos y otros
mirando siempre
hacia abajo, viendo alguna imagen
del agua y escuchando qué: olas,
y sobre las olas, pájaros cantando.
De: "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos
GUILLAUME APOLLINAIRE
Fotografía
Tu sonrisa me atrae como
Me atraería una flor
Fotografía tú eres el hongo oscuro
De la selva
Que es su belleza
Los blancos ahí están
Claro de luna
En un jardín pacífico
Lleno de aguas vivas y de jardineros endiablados
Fotografía tú eres el humo del ardor
Que es su belleza
Y hay en ti
Fotografía
Lánguidos tonos
Donde se oye
Una melopea
Fotografía tú eres la sombra
Del Sol
Que es su belleza.
Tu sonrisa me atrae como
Me atraería una flor
Fotografía tú eres el hongo oscuro
De la selva
Que es su belleza
Los blancos ahí están
Claro de luna
En un jardín pacífico
Lleno de aguas vivas y de jardineros endiablados
Fotografía tú eres el humo del ardor
Que es su belleza
Y hay en ti
Fotografía
Lánguidos tonos
Donde se oye
Una melopea
Fotografía tú eres la sombra
Del Sol
Que es su belleza.
FRANCISCO VILLAESPESA
Llamaron
quedo, muy quedo,
a las puertas de la casa.
-¿Será algún sueño- le dije-
que viene a alegrar tu alma?
a las puertas de la casa.
-¿Será algún sueño- le dije-
que viene a alegrar tu alma?
-¡Quizás!
-contestó riendo...
Su risa y su voz soñaban.
Volvieron a llamar quedo
a las puertas de la casa...
-¿Será el amor?-grité, pálido,
llenos los ojos de lágrimas...
-Acaso- dijo mirándome...
Su voz de pasión temblaba...
Llamaron quedo, muy quedo,
a las puertas de la casa.
-¿Será la Muerte? -le dije...
Ella no me dijo nada...
Y se quedó inmóvil, rígida,
sobre la blanca almohada,
las manos como la cera
y las mejillas muy pálidas.
Su risa y su voz soñaban.
Volvieron a llamar quedo
a las puertas de la casa...
-¿Será el amor?-grité, pálido,
llenos los ojos de lágrimas...
-Acaso- dijo mirándome...
Su voz de pasión temblaba...
Llamaron quedo, muy quedo,
a las puertas de la casa.
-¿Será la Muerte? -le dije...
Ella no me dijo nada...
Y se quedó inmóvil, rígida,
sobre la blanca almohada,
las manos como la cera
y las mejillas muy pálidas.
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