sábado, 12 de julio de 2014

LUIS PALÉS MATOS



 

El reloj

 
 
Con una incontrastable isocronía
Canta el reloj las horas que transcurren,
Y cual gnomos, por su armazonería,
Como suspiros, rápidas, se escurren.

Quizá el tedio lo mata, y a porfía
Las dos agujas del reloj, se aburren,
De estar marca que marca todo el día,
Arcano idioma que ellas no discurren.

Mirado desde lejos, tiene aspecto
Extraño y mitológico, de insecto
Que ye correr la vida, indiferente;

Y el péndulo, una lengua centelleante,
Hiperbólicamente jadeante
Que se mofa del tiempo eternamente.

 

 

JOSÉ GAUTIER BENÍTEZ

 

Un sueño
 

Soñé que la mujer a quien adoro
con infame perjurio me engañaba
y a otro amante feliz, le abandonaba
de su amor el bellísimo tesoro.

Soñé que apasionado, que sonoro
su beso en otra boca resonaba
y aunque el sueño mis párpados
cerraba los abrían las fuentes de mi lloro.

Si en el drama futuro de mi vida
tan inmenso dolor me está esperando
que la muerte de mí compadecida

antes me brinde su reposo blando
porque más que la tumba me intimida
mirar despierto lo que estoy soñando.


 

 

 

 

JORGE LUIS MORALES


  

Sacudida a más luz

-V.A.-

  

Cuando la tierra fue tenida con su labio acuciante
pasamos, sin rumbo, a carpas abatidas
que sostenía un mestizaje de aleros suplantados.

La corcova de su rastro como ruina precisa
permitía ver en ellas, ser lo ido, y lo externo;
fortaleza expresada por entre vanos vulnerables
donde relucía breve la lisonja del presente.

Nos probamos anillos minúsculos, y en la bandeja,
su recinto, al desprendernos de ellos,
con los dedos abandonados y la miel sustraída,
vimos cómo se reflejaba la inicial de nuestros nombres
y, lentamente, y por turno, besamos el paño.

Aquella música aún suele ser abrazo
que agolpa, a un tiempo, las palabras referidas bajo ella
y lo no dicho, el ser en júbilo
con su palpar silente como riba divisable.

Qué dedicación al aire al sentirnos transportados;
salimos, y junto al motor, como piernas débiles,
vibraba nuestra voz aquilatada de preguntas.

En la cabina, agrupados, relatamos la umbría de lo ajeno,
pues afuera lo que se mueve y resta,
lo aplacado y, a la vez en ciernes,
se agitaba como una sierra que hiciera ulular su hoja,
abandonada por entre augures mecanismos.

Posesión tendida que vaciábamos lenta como un secreto,
un remedio de aldaba que abatiese por su son acumulado
y no por su llamar preciso;
posesión como un cofre, como un nuevo mandato,
al que acudíamos relictos y ávidos y nuevamente instantes.

 

 

DALIA NIEVES ALBERT



 

A un amor se le guarda rencor

 

Ahora
que tenemos encuentros
redondos
como el pan
que nos comemos las estrellas
por sus nombres
ahora que sabemos
cómo se llama la distancia
ahora que veo
el rincón desaparecido.
Ahora
que te escribo tu primer
poema de amor
ahora
desapareceré la ausencia
y la rabia
de marcharte.

 

NICOLE CECILIA DELGADO


 

Sucede que me canso...

 
 
sucede que me canso de ser mujer
sucede que entro en las oficinas
empequeñecida, estereotípica
que camino por las calles como si no existiera
sucede que me canso de ser sombra, de ser cuota
de estar siempre detrás de la cortina
y no existir tampoco en los cantos generales
sucede que me agota repetir el nombre
que sea intercambiable mi apellido
sucede que me agobia dar explicaciones
sucede que me enrabian las miradas
sucede que me gasta ser vendida
sucede que me canso de mis caderas
de ser tetas gigantes por televisión
de necesitar un seudónimo talla tres
sucede que me canso de parecer débil
y que susurren los balcones si ando sola
el olor de la cebolla me hace llorar a gritos
y solo quiero un descanso de calderos y de cloro
solo quiero no ser mapo, sábanas ni escoba
ni pirámides de ropa sucia amontonada
sucede que me canso de ser mujer
sucede que me canso de mi pelo
de las faldas, de los trajes, de las flores
de los colores pálidos
de las pantallas y las pulseras
sucede que me canso de ser mujer
pero tal vez
si fuese hombre no me cansaría


 

 

FRANCISCO GONZALO MARÍN


 

El trapo

 

Cuando un pueblo no tiene una bandera,
bandera libre que enarbole ufano,
en pos de su derecho soberano
y el patrimonio, la gentil quimera;

si al timbre de su gloria entera
bríos de combate en contra del tirano,
la altiva dignidad del ciudadano
o el valor instintivo de la fiera;

con fe gigante y singular arrojo
láncese al campo del honor fecundo,
tome un lienzo, al azar, pálido o rojo,

y, al teñirlo con sangre el iracundo
verá cambiarse el mísero despojo
en un trapo que asombre a todo el mundo.