"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 5 de diciembre de 2021
LEWIS CARROLL
Cómo
el pequeño cocodrilo
¡Cómo
el pequeño cocodrilo
cuida su cola brillante,
y vierte las aguas del Nilo
en cada escama dorada!
¡Qué
alegre parece sonreír,
qué bien despliega sus garras
y acoge a los pececillos,
con sonrientes mandíbulas!
Nota: Lewis
Carrol, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson
ERNEST DOWSON
Amor
Profanus
Más
allá de la pálida memoria,
en algún misterioso bosque oscuro
existe un lugar hecho de sombras,
donde las palomas nunca anidan,
un lugar olvidado por el sol:
He soñado que allí nos reuníamos
para maravillarnos de nuestro viejo amor.
Reunidos
allí, por casualidad, largos años habían pasado
vagando por la espesura sombría;
y aquel antiguo lenguaje del corazón
intentamos en vano evocar: ¡Oh, que melodía furtiva!
Sobre nuestros pálidos labios han corrido
las aguas del olvido
que coronan el amor de todos los mortales.
En
vano balbuceamos, desde lejos,
nuestro viejo deseo brilló frío y muerto:
esa vez fue lejano como una estrella,
cuando los ojos alumbraban y los labios eran carmesí.
Sin embargo fuimos con los ojos abatidos,
sin encontrar placer en la cercanía,
como dos pobres sombras desconsoladas.
¡Oh,
Amor! Mientras la vida sea nuestra,
no acumules los pétalos rosas y blancos,
arranca la hermosura que huye de las flores
para que adornen nuestro pequeño sendero de luz:
pues pronto habremos de ahogarnos
en la amarga hierba de los muertos;
separados, tristes espectros de la noche.
CHARLOTTE MEW
Amor
marino
La
marea va y viene por el extenso mundo.
Recuerdo que creíamos, en el último junio,
que el temblor, la llamada de un corazón amante,
como el mar, durarían.
Aquí,
los pequeños peces lanzan burbujas, nadan
con el viejo resplandor de la luna
sobre la arena gris, mojada;
pero ya no somos el uno para el otro
más que ese viento que pasa rozándome la mano.
GEORGE ELIOT
Alas
azules
Susurro
cálido a través de las delgadas hojas de olivo
Me vino un sonido suave
Whis’pring de un secreto encontrado
En el claro sol entre las gavillas doradas:
Dijo
que estaba durmiendo para mí en la mañana
Lo llamé alegría, lo llamé alegría,
Me dibujó en ‘Ven acá, muchacho’.
Hasta donde las alas azules descansaban sobre el maíz.
Pensé
que el suave sonido había susurrado verdad
Pensé que el pequeño cielo era mío
Inclinado a agarrar la cosa divina
¡Y vio las alas azules fundirse dentro del azul!
Nota: George Eliot, seudónimo de Mary Ann Evans
THOMAS HARDY
El
acantilado de Beeny
Oh,
el zafiro y el ópalo de este errante mar de occidente,
y una mujer en lo alto con el cabello al viento cabalga sonriente,
la mujer que amé tanto y que me amó fielmente.
A
nuestros pies el rugido continuo y las lejanas olas de la mar
semejaban un cielo inferior, engolfado en su propio palpitar,
mientras reíamos alegres en aquel mes de marzo que no podré olvidar.
Una
pequeña nube nos ocultó, y brotó una lluvia irisada,
y se tiñó el Atlántico de una imprecisa y leve pincelada,
luego salió de nuevo el sol y de un tono purpúreo quedó la mar bañada.
En su profunda y abisal belleza aún el viejo Beeny ocupa bajo el cielo su
lugar,
pero ella y yo el próximo mes de marzo no volveremos allí de nuevo a pasear,
ni las dulces palabras que dijimos se volverán a escuchar.
Pues
aunque todavía la abisal belleza se alza en aquella agreste ribera de
occidente,
la mujer, a la que el pony llevaba a paso de andadura está ahora ausente,
ya no sabe de Beeny ni le importa y no volverá a reír jamás alegremente.
ANNE BRONTË
Versos
escritos desde casa
Aunque
este bosque sea sombrío y húmedo su suelo,
recubierto de una capa de densas hojas desprendidas,
y sea tan frío el viento que lo recorre,
con su melancólico gemido salvaje;
existe
un tejado amigable que conozco bien,
capaz de protegerme de las ráfagas invernales;
existe un fuego cuyo resplandor malva
me animó en mis merodeos pasados.
Y
así, aunque todavía allí donde voy
mis ojos se cruzan con frías miradas extrañas;
cuando mi espíritu se hunde en el desaliento,
se incrementan las visiones extrañas;
aunque
la soledad, al prolongarse,
le ofrece alegrías a la juventud, enseguida decae,
y ha convertido la alegría en un sabor extraño,
y nubla a diario mi mediodía;
cuando
los pensamientos amables regresan
como un flujo desanimado a mi pecho,
sé que existe, aunque esté muy lejos,
un hogar donde alma y corazón descansarán.
Allí
me esperan manos cálidas, abrazos,
que ni el corazón más cálido logra anticipar;
allí la alegría, lo verdadero y la amistad resplandecen
ante unos labios sonrientes y el ojo más sincero.
El
hielo que se acumula envolviendo mi corazón
se descongelará, y con qué dulzura regresarán
las alegrías de la juventud , que ahora parecen
desvanecerse, cómo animarán de nuevo mi alma.
Aunque
queda mucho, esta idea es ya
mi esperanza, mi consuelo en todo momento;
mientras la imagen de este hogar permanezca,
¡en mi corazón no volverá a entrar la desesperanza!
