sábado, 8 de julio de 2017


ELVIRA SASTRE




Mi vida huele a flor



He redondeado esquinas
para no encontrar monstruos a la vuelta
y me han atacado por la espalda.
He lamido mi cara cuando lloraba
para recordar el sabor del mar
y solo he sentido escozor en los ojos.
He esperado de brazos cruzados
para abrazarme
y me he dado de bruces contra mi propio cuerpo.
He mentido tanto
que cuando he dicho la verdad
no
me
he
creído.

He huido
con los ojos abiertos
y el pasado me ha alcanzado.
He aceptado
con los ojos cerrados
cofres vacíos
y se me han ensuciado las manos.
He escrito mi vida
y no me he reconocido.

He querido tanto
que me he olvidado.
He olvidado tanto
que me he dejado de querer.

Pero
he muerto tantas veces
que ahora sé resucitar
—la vida es
quien tiene la última palabra—.
He llorado tanto
que se me han hecho los ojos agua
cuando he reído,
y me he besado.
He fallado tantas veces
que ahora sé cómo discernir los aciertos de lo inevitable.
He sido derrotada por mí misma
con dolor y consciencia,
pero la vuelta a casa ha sido tan dulce
que me he dejado ganar
—prefiero mi consuelo
que el aplauso—.

He perdido el rumbo
pero he conocido la vida en el camino.
He caído
pero he visto estrellas en mi descenso
y el desplome ha sido un sueño.

He sangrado,
pero
todas mis espinas
han evolucionado a rosa.

Y ahora
mi vida
huele a flor.



GUILLERMO FERNÁNDEZ




IX



Un buen momento de esa tarde en el bosque
También los mantos de llovizna en los hombros
y el tú y yo creciendo contra la luz
Aquella taza de café hablando por nosotros
Tuve en mis manos la madeja enredada de tu vida
cuyo hilo debió bordar los contornos de la felicidad
Conjuntamos destinos cuerpos y palabras por sólo
cien pesitos
No está mal

Domestica a tus fieras
ciérrales la jaula de la noche para que no huellen tu sueño
Que la jauría de tus miedos se adormezca bajo las piedras
y el alma salga al jardín a respirar otros aires
Deberías alentar esa lámpara que el tiempo preserva
solamente para ti
esperar calmo esa ola que se está formando en el altamar
y espera que a su encuentro la acaricies
Hay muchas casas cuerpos almas aún por habitar
caminos que te aguardan desde el principio del tiempo
para llevarte hacia ti
hacia el desnudo corazón del fuego
Voy a tocar tu mano sobre esa mesa donde se juega la
suerte de los mercaderes
a preguntarte por mí
por la hora y el sitio donde yo pueda encontrarme
Quiero saber si la opinión que me informa coincide con
la mía
si verdaderamente llego a casa cuando yo llego a casa y voy
diciendo mi nombre en todos los cuartos vacíos
Quiero saber si aún hay tiempo de que yo camine a mi
lado por un camino angosto y sencillo
Aplacadas ya las fieras por supuesto

***

Quiero decirlo aquí
porque me dejas solo cuando me acosan los cuernos
de caza
porque tienes aduanas para cada uno de mis pasos
porque mellas el filo a mis cuchillos
y vuelcas en el jardín el petróleo de mi lámpara
Porque me humillo ante mi dios de ateo
y rezo por ti en la soledad de mi merienda
porque hay un templo en un rincón de mi cuarto
desde donde te llamo y clamo por la resurrección
porque te encuentro bajo todas las piedras del desvelo
y tu parte de sábana es la parte oscura de la luna
Porque no falta quien escupa mi mano de huérfano
porque al fin de cuentas nada de esto te importa
y me falta el aire para gritarme "¡Basta ya!"
quise decirlo aquí

***

Otra vez con los ojos abiertos
otra vez las quejas del suelo por donde camino
otra vez la mierda sobre los planos de reconstrucción
Mis amigos tienen nombres de hospital
y sus almas huelen a pasillos solos y limpios
Pero siempre se debe regresar a casa
y hacer un poco de ruido en los cuartos vacíos
(Había para nosotros un lugar en Nueva Zelandia
una ventana en todos los trenes del mundo)
Para que no entre voy a gritarle a la muerte
a poner vidrios rotos en lo alto del muro
Y velaré mis armas
Mientras vuelves


31 de mayo de 1973 

De: La hora y el sitio


GONZALO ROJAS





Las hermosas



Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente que pasa de la
piel a los vestidos
turgentes, desafiantes, rápida la marea,
pisan el mundo, pisan la estrella de la suerte con sus finos
tacones
y germinan, germinan como plantas silvestres en la calle,
y echan su aroma duro verdemente.

Cálidas impalpables del verano que zumba carnicero. Ni
rosas
ni arcángeles: muchachas del país, adivinas
del hombre, y algo más que el calor centelleante,
algo más, algo más que estas ramas flexibles
que saben lo que saben como sabe la tierra.

Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería
de ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile
de las calles veloces. Hembras, hembras
en el oleaje ronco donde echamos las redes de los cinco
sentidos
para sacar apenas el beso de la espuma.


ELVA MACÍAS




Ciudad exterior
Fragmentos



La seda púrpura bajo el palio
bulle con el viento:
y yo me esparzo como la ceniza por ti.

***

Como la barba y el pelo
de los jinetes a galope
así se doblegan
copas de arbustos
penachos de palma
sirgos de pastizales
abrasados por el simún.

***

Montañas separadas como jibas
custodian al río Perfumado.

La ciudad es un sello
al pie del paisaje.

En el embarcadero un coro de ciegos:
cauces son sus bocas.

De las cuevas de imágenes sagradas
emanan los fieles.

Así fluye el canto de los mendigos.



ÓSCAR HAHN




Gladiolos junto al mar



Gladiolos rojos de sangrantes plumas
lenguas del campo llamas olorosas:
de las olas azules amorosas
cartas os llegan: pálidas espumas

Flotan sobre las alas de las brumas
epístolas de polen numerosas
donde a las aguas piden por esposas
gladiolos rojos de sangrantes plumas

Movidas son las olas por el viento
y el pie de los gladiolos van besando
al son de un suave y blando movimiento

y en cada dulce flor de sangre inerte
la muerte va con piel de sal entrando
y entrando van las flores en la muerte




JOSU LANDA




A propósito de la hojarasca



Aunque caigan al río,
estas hojas secas no se hunden.

Aunque el agua esté inquieta,
suelen seguir hacia delante.


De: Los Tankas de Arropain