jueves, 1 de agosto de 2019


EDUARDO MITRE





8



La mirada se pierde.
Salivan las sílabas.
Las pupilas ascienden
hacia alta caída.


De: “Húmeda llama”


MARÍA ELOY-GARCÍA





Sinverbo



no/ tampoco y sin duda/
sí/ no obstante/
y por eso / quién o cómo /
sobre qué / o bajo cuántos /
pocos libres altos bosques /
bastante / nuestros primeros finitos
y qué pronto tarde /
su íntima respuesta /
y según / al fin / y después de todo /
por encima únicamente sus largos brazos


De: “Metafísica del trapo”



MARIO MORALES MONROY





Breve soliloquio a la Patria



Patria, quiere decir, misa que ensaya
su estaño germinal, su estalactita. y
su valor de consistencia maya en el
imán de acústica infinita.
La Patria es mineral en que se talla
una conciencia ilímite, bendita.

Patria, quiere decir, brillo de afanes;
multiplicada, ilesa primavera que
se reparte en halagos y volcanes
y en redondos suspiros de madera,
donde vetan miel los tulipanes en
marimba de amor que desespera.

Patria, quiere decir, virtual sonido
que se conquista en alabas diseñadas

por el marfil de intrépido estallido, y
forja juventudes licenciadas para
pelear su cielo defendido por
compacto de alma laureadas.



ARTURO CAPDEVILA


  


Córdoba de las campanas



Eran unas dulces
claras notas finas.
Eran las campanas
de las Catalinas

Eran un canto alado
como de promesa.
Eran las campanas
de Santa Teresa

Eran una voz
diciendo un distinto.
Eran las campanas
de Santo Domingo

Eran una voz mansa
llamando al aprisco.
Llamaban a misa
las de San Francisco

Eran unas voces
de amor hecho sed.
A misa llamaban
las de la Merced
Eran una voz llena
diciendo María.
Eran las campanas
de la Compañía

Eran unas notas
de bronce y cristal.
Con altos acentos
ahuyentando el mal

O Gloria diciendo
con el claro metal.
¡Eran las campanas
de la Catedral!

Serán como risas
cuando ríen dos,
repiques del Huerto
y del Niño Dios.


RAFAEL MAYA





En las primeras horas



Este suave temblor,
este misterio, esta visión,
esta vaga vislumbre de candor,
este dulce comienzo de oración;
este vasto rumor
que sale del nocturno corazón;
ésta trémula voz,
esta brisa despierta y este olor;
esta clara canción
que sube hacia los cielos, como Dios;
este apacible són
de Dauta cristalina y caracol;
esta vaga ambición
de libertad, este calor
que nos llega al espíritu, este dón
de simpatía universal, ¿qué son,
oh hermano?

Y el hermano respondió:
Es que ya
viene la
Aurora.
Tiembla como un cristal
al borde del abismo sideral.
Lleva el astro de luz confidencial
que vió Dante inmortal
al salir de la cárcel infernal.
La orla de su manto celestial
se agita sobre el sueño terrenal.
Empieza a despertar
la pureza del cielo angelical.
Todo se santifica en esa señal
de luz.

Y sube el mar
a lavar a la ciudad.
Oh, hermano, va a llegar
el Rey. Apaga ya
la lámpara de humilde claridad
que alumbró nuestra mesa fraternal.
Póstrate en humildad
y reza tu oración universal
por la alegría de crear,
por la pequeña dádiva del pan,
por la humana maldad
y por el gozo singular
de pensar
y soñar.

Escucha la campana triunfal.
Hendida está la losa sepulcral.
Cristo sale de un huerto matinal.

Oh lento florecer
del mundo! ¡Oh primavera siempre fiel!
¡Oh dicha de creer
en Dios y en la mujer!
¡Oh perenne verdura del laurel!
¡Oh fresco manantial en la aridez!
¡Oh plenitud del ser!
¡Oh locura de ver!
Hermano, hay que encender
nuestra esperanza en este amanecer,
y lograr la embriaguez
en la copa de miel.
Ya caen a nuestros pies
las frutas en su plena madurez.
Tiembla el fuego solar como una red
de oro. Entre la mies
corre el agua propicia a nuestra sed.
¡Vamos a poseer
la tierra en su completa desnudez!


ANDRÉS ELOY BLANCO





Ventana



Corazón a la bolina,
contra la racha de afuera,
corazón de voz marina.

El peligro de la muerte
tiende su rabo amarillo
frente a los ojos sin brillo
que renunciaron a verte.

En la sombra se suplicia
el corazón que va y viene
entre la vida que tiene
y el tormento que codicia.

Se ha casado en la ventana
con el gallo jerezano
la corneta de la diana.

Echa a volar su denuedo
por el negro calabozo
la voz del preso gozoso
que se va a morir sin miedo.

Se ha casado en la ventana
con el canto del turpial
la estrella de la mañana.

Revienen hasta el pedazo
de vida sobreviviente,
la luz con la vista al frente,
la fe con el arma al brazo.

Y la voz del prisionero,
vuelta a los cielos, reclama
su cruz, su poste y su llama,
para quemarse el primero;

pero en la calma rebota,
venido, no sé de dónde,
tu nombre de copa rota,

y en la ventana tupida
por el encaje de hierro,
asoma su cara el perro
del corazón que no olvida.

Y al punto en que Amor profana
la virtud de mi clausura,
el deber sin curvatura
sale a cerrar la ventana.


Marzo, 23-1929