"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 15 de febrero de 2018
RICARDO LÓPEZ MÉNDEZ
Poema de tu cuerpo
Como
una hormiga de plata
mi voz
va recorriendo, lentamente,
hoy que
ya no te veo,
el
nardo luminoso de tu cuerpo...
Mi voz,
que soy yo mismo
en la
presencia de todas las distancias
de tu
carne sonora,
que
como flor y como seda
gime
cuando mi boca se preludia en besos
en la
brasa anhelante de tus labios,
clavel
sangrando en ríos de esperanza
que
disuelven la menta del deseo.
En el
seno de sombras de esta noche de otoño
repaso
la geometría de tu cuerpo,
hecha
de selva y de marfil,
de
brisa que se detiene
y toma
una forma intangible
para
cantar en brazos y cabello
la
sinfonía germinal de un sueño
fundido
en el crisol de alguna estrella,
¡tan
alta y tan lejana,
que
sólo en ti se realizó el milagro
y que
no vuelve a realizarse nunca!
¡Así,
toda desnuda,
como tu
ausencia y tu presencia juntas
en tus
senos votivos,
vigilantes
de mi angustia
que
busca en cada ofrenda
el
relámpago vivo de tu carne
que
estalla en mí
para
beber mi aliento!
Entonces,
sólo entonces,
tus
pestañas me impiden ver tus ojos,
pero
sin darme cuenta
de que
en ellos he naufragado íntegro
y que
no queda del naufragio
sino el
despojo de mis alas muertas
sobre
la arena fría de una playa sin olas y desierta.
Tú no
te entregas nunca:
tu
fatiga es tuya solamente;
la
disfrutas muy adentro de ti,
como la
vida, no sales del botón de la promesa;
cuando
te das, te quedas en ti misma,
como la
nube que, si se hila en agua
para
caer sobre la tierra entera,
es para
levantarse de nuevo
y
nuevamente ser agua y nube en el vellón viajero.
Hay
islas en tu cuerpo:
las
recuerdo una por una y todas
forman
el archipiélago de mis besos
que
viven de estar en ti presentes
o de
quemarse en mí para ser tuyos
y
modelarte a su contacto
en el
molde sediento de la palabra mía.
Pensar
que tú eres mía,
creer
que tú eres mía,
saber
que tú eres mía
y
sentir que lo eres,
como es
mía la voz que te acaricia,
como es
mía esta sombra que me grita
que es
alma para verte.
¡Ah,
cómo pudiera ser mar para quedarme
en la
sirena de tu cuerpo!
Ser ola
y sal para beber tu cuerpo!
¡Y cómo
estoy en ti sin que me veas,
hecho
beso y caricia trashumantes
en la
selva de voces de tu carne,
y en tu
alma la nota de silencio!
¡Oh,
lágrimas lloradas
en
infinitas noches de angustia de tu cuerpo,
como
ésta de otoño en que yo siento
que te
quedas tallada en mi cerebro
en
actitud de mármol,
sin
sangre, sin palabras,
presente
en el dolor de la distancia,
quieta
en la piedra de mi propio llanto!
Pero al
tender los brazos tan cansados
se me
escapa como el aliento en que se va la vida
y como
luz que adentro se me apaga.
DAVID ESCOBAR GALINDO
Yo no
soy Pedro,
Juan,
ni Segismundo.
Yo no soy pura sangre,
ni mestizo,
ni natural del valle o de la estepa.
Mi pensamiento es un pequeño mundo.
Un mundo de orfandad de pura cepa.
Vine de no sé dónde,
un día en que unas manos
se estrecharon a medias.
Y tú -poesía, viento-
ni lo haces más atroz,
ni lo remedias.
Yo no soy Gran Collar,
ni estoy triste,
ni creo en la derrota.
Admiro el rostro inmenso del océano,
pero prefiero el brillo
de una gota.
Me gusta la verdad de los que esperan,
y el amor
hecho vida.
Y creo en el retorno de los tiempos,
en otra dimensión
desconocida.
Recuerdo vagamente algunos signos,
algún destello de mitología,
alguna forma gris de echar la suerte.
Y no le tengo miedo a lo que venga:
ni al ojo solapado de la vida,
ni al párpado sincero de la muerte.
Yo no soy la bandera,
ni el perdón,
ni el cayado.
Juan,
ni Segismundo.
Yo no soy pura sangre,
ni mestizo,
ni natural del valle o de la estepa.
Mi pensamiento es un pequeño mundo.
Un mundo de orfandad de pura cepa.
Vine de no sé dónde,
un día en que unas manos
se estrecharon a medias.
Y tú -poesía, viento-
ni lo haces más atroz,
ni lo remedias.
Yo no soy Gran Collar,
ni estoy triste,
ni creo en la derrota.
Admiro el rostro inmenso del océano,
pero prefiero el brillo
de una gota.
Me gusta la verdad de los que esperan,
y el amor
hecho vida.
Y creo en el retorno de los tiempos,
en otra dimensión
desconocida.
Recuerdo vagamente algunos signos,
algún destello de mitología,
alguna forma gris de echar la suerte.
Y no le tengo miedo a lo que venga:
ni al ojo solapado de la vida,
ni al párpado sincero de la muerte.
Yo no soy la bandera,
ni el perdón,
ni el cayado.
Ni soy
el que descubre,
ni el que salva
o reclama ser salvado.
ni el que salva
o reclama ser salvado.
Yo no
soy Pedro,
Juan,
ni Segismundo.
Yo soy un soplo de aire.
Un sonido que pasa.
El sonido fugaz de un milagro profundo.
Pues soy más que la carne misteriosa
en que alguien -una vez-
me trajo al mundo.
Juan,
ni Segismundo.
Yo soy un soplo de aire.
Un sonido que pasa.
El sonido fugaz de un milagro profundo.
Pues soy más que la carne misteriosa
en que alguien -una vez-
me trajo al mundo.
MAYRA OYUELA
Poema para nunca ser leído después de una única noche
Ya en
esta ingravidez
obligada
a
atarme una y otra vez los zapatos,
sólo
para desperdiciar ese segundo de verdad
en tus
ojos de almendra,
Me
dirás que la lluvia no existe
que
estos dos años de no ir al cine
son
un cuento, un pretexto barato
para
no hacer el amor con un desconocido.
Me
dirás que llegué tarde,
¡como
siempre!
tarde
para la cena
tarde
para la velada con tus amigos imaginarios,
tarde
para redactarte la carta de amor cuando te conocí
y la
que debí escribir horas después,
la
madrugada en que te marchaste así como abril,
ardiendo
en el pecado de recordarte:
desnudo
y a media luz en mis brazos.
-Debí
ser menos austera-
Romperme
la blusa azul con su caída libre
para
dejarte ver mi pecho efervescente de deseo
-Debí
ser la excepción –
permitirte
destruir con cada uno de tus dientes
todo el
desdén de mis palabras de amor suspicaz.
Debí
golpearte la frente
yo tu idea absoluta,
¡Que
insensata!
Fingir
con más ganas que no importaba que te fueras,
que
olvidaras mis formas de desnudarme en silencio,
con
miedo de planeta a medió descubrir,
y
entonces comer de tu ritmo,
replicando
mi sombra en tus parpados
Alzada
a tu estatura
ser
amada dilapidadamente
como
siempre lo espere.
JORGE CADAVID
Fábula
Las
hormigas han hecho camino
por entre las letras
Oigo su marcha segura
por los renglones
Cada una carga su sílaba
y la deposita en el espacio
vacío de la página
No entiendo qué hace aquella solitaria
lejos del camino
con una palabra diez veces
más grande que ella
sobre su espalda
por entre las letras
Oigo su marcha segura
por los renglones
Cada una carga su sílaba
y la deposita en el espacio
vacío de la página
No entiendo qué hace aquella solitaria
lejos del camino
con una palabra diez veces
más grande que ella
sobre su espalda
ESTHER DE CACERES
Huyes de mis manos...
Huyes de mis manos,
forma del vaso sencillo y seguro:
-¡pero desde el sueño te canto
como si tú también fueras sueño!
Huyes de mis manos
por caminos que ningún pájaro conoce;
y mi voz te persigue
heroica, como un secreto fino y terco.
¿Eres sólo una voz
callada y sin recuerdo?
¡Forma del vaso sencillo,
profunda como el sueño!...
Huyes de mis manos,
forma del vaso sencillo y seguro:
-¡pero desde el sueño te canto
como si tú también fueras sueño!
Huyes de mis manos
por caminos que ningún pájaro conoce;
y mi voz te persigue
heroica, como un secreto fino y terco.
¿Eres sólo una voz
callada y sin recuerdo?
¡Forma del vaso sencillo,
profunda como el sueño!...
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