"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 10 de noviembre de 2020
BOB DYLAN
Cuando me desperté esta mañana
Mi cama estaba empapada de lágrimas
Han matado a un hombre al que amaba de verdad
Le han pegado un tiro en la cabeza.
Dios, Dios, han matado a George Jackson
Dios, Dios, le han tumbado por tierra
Le metieron en la cárcel
Por un robo de treinta dólares
Cerraron la puerta tras él
Y tiraron la llave
Dios, Dios, han matado a George Jackson
Dios, Dios, le han tumbado por tierra
Nunca aceptó la mierda de nadie
Nunca agachó la cabeza ni se arrodilló
Las autoridades le odiaban
Porque era demasiado real.
Dios, Dios, han matado a George Jackson
Dios, Dios, le han tumbado por tierra.
Los guardianes de la prisión le maldecían
Mientras le vigilaban desde lo alto
Pero tenían miedo de su poder
Estaban asustados de su amor.
Dios, Dios, han matado a George Jackson
Dios, Dios, le han tumbado por tierra
A veces pienso que este mundo
No es más que un gran patio de prisión
Algunos somos presos
Los otros somos guardianes.
Dios, Dios, han matado a George Jackson
Dios, Dios, le han tumbado por tierra.
Versión de Antonio
Rasines
TED HUGHES
Si alguien la toca llora, da un
chillido,
se esconde, oculta la terrible herida:
como un gorrión se pasa el día entero,
entre hombres, mirando de reojo,
al menor ruido sale disparada.
Por la noche sortea los piropos
como un ratón. Por fin, segura, en casa,
cose camisas, zurce calcetines
al padre y al hermano, hace la cena,
se acuesta pronto y cierra, con la luz,
sus treinta años. Duerme nalguiprieta,
cierra sus bellos ojos hasta el día.
Versión de Jesús
Pardo
SAMUEL BECKETT
3. Estar ahí sin dientes y mandíbulas...
estar ahí sin dientes ni mandíbulas
adónde se va el gozo de perder
con el apenas inferior
de ganar
y Roscelin y esperamos
adverbio oh regalito
vacío vacío salvo jirones de canción
padre me dio un marido
o al arreglar las flores
que moje cuanto quiera
hasta la elegía
de los zuecos herrados aún lejos de Les Halles
o el agua de la canalla apestando por las tuberías
o nada más que moje
porque es así
que pula lo superfluo
y venga
con la boca idiota y la mano hormigueante
a la cavidad hundida alojo que escucha
lejanos tijeretazos argentinos
BERTOLT BRECHT
Balada de la puta para judíos Maria Sanders
1
En Núremberg dictaron una ley
que hizo llorar a más de una mujer
por compartir lecho con quien no debía.
En los arrabales, la carne se enardece,
y los tambores baten con fuerza.
Si algo tramaran, Dios santo,
esta noche sucediere.
2
María Sanders, tu amante tiene
demasiado negro el cabello.
Mejor no vayas esta noche.
Mejor su lecho hoy evita.
En los arrabales, la carne se enardece,
y los tambores baten con fuerza.
Si algo tramaran, Dios santo,
esta noche sucediere.
3
Dame la llave, madre.
Como otras noches, salió la luna.
No puede ser todo tan grave.
En los arrabales, la carne se enardece,
y los tambores baten con fuerza.
Si algo tramaran, Dios santo,
esta noche sucediere.
4
Una mañana, a las nueve,
la pasearon en camisa,
la cabeza rapada
y al pecho un cartel.
La calle aullaba.
Ella
miraba sin ver.
En los arrabales, la carne se enardece.
Esta noche el pintor hablará.
Si oídos tuvieran, Dios santo,
sabrían lo que les va a pasar.
LUIS ANTONIO DE VILLENA
Corsario
Piernas tensas. Tacones sonoros.
Revuelto el cabello negro...
Era o había sido, hasta que la noche descubrió su cuerpo
largo, fibroso, duro. La magnífica belleza angular de su rostro,
la piel tan fina como el agua dulce, chispazos de fósforo.
En sus ojos - turbadores, negros - alguien ha escrito
un día una palabra soez, maravillosa: Vicio.
¿Qué significa? ¿Albas largas, cocaína, mujeres muy ardientes
besándole los pies? ¿Hombres que han alabado su terso viril joven?
Tirado, sentado en las ergástulas de la sauna, entre
toallas húmedas y aleteantes aves de silente deseo,
basta contemplar la seda de sus muslos ágiles para
olvidarlo todo. Llama es galán su cuerpo. Ansia, cobra...
La deja ver como un reptil perfecto entre lo oscuro.
Apasionado, alarmante, vicioso. ¿Él o tú? ¡Pero qué importa!
NÂZIM HIKMET
Tus manos y la
mentira
Graves como las piedras,
Tristes como canciones de presidio,
Pesadas y macizas como bestias de carga,
Tus manos se parecen
al rostro endurecido
de los niños hambrientos.
Ágiles,
laboriosas como abejas,
Pródigas como ubres desbordantes de leche,
Intrépidas lo mismo que la naturaleza,
Bajo su dura piel, tus manos guardan
la amistad y el afecto.
No está nuestro planeta sostenido
por los cuernos de un buey:
Tus manos lo sostienen...
¡Qué hombres, nuestros hombres!
Los mantienen a fuerza de mentiras,
Siendo que andan hambrientos,
Faltos de carne y pan,
Y dejan este mundo, al que cargan de frutos,
Sin poder verlos en la mesa propia
ni siquiera una vez.
¡Qué hombres, nuestros hombres!
Sobre todo los de Asia, los de África,
del medio Oriente, del Cercano Oriente,
los de las tantas islas del Pacífico
y los de mi país,
es decir, mucho más del setenta por ciento
de los hombres del mundo:
Están adormecidos, están viejos,
Siendo listos y jóvenes como lo son sus manos...
¡Qué hombres, nuestros hombres!
Ustedes, mis hermanos de América o Europa,
Tan alertas y audaces,
A quienes, sin embargo, los aturden
lo mismo que a sus manos,
Y les mienten,
y los hacen marchar...
¡Qué hombres, nuestros hombres!
Si mienten las antenas de las radios,
Si mienten las enormes rotativas,
Si miente el libro y mienten los afiches,
Si mienten los anuncios de los diarios,
Si mienten las desnudas piernas de las muchachas
en el teatro y en el cine,
Si hasta mienten las canciones de cuna,
Si miente el sueño, si el pecado miente,
Si miente el violinista de la boite,
Si miente el plenilunio
en las noches sin ninguna esperanza,
Si mienten la palabra,
el color y la voz,
Si miente el que te explota,
el que explota tus manos,
Si todo el mundo y todas, todas las cosas mienten,
a excepción de tus manos,
Es para que tus manos siempre sean
dóciles como arcilla,
ciegas como la noche,
idiotas como el perro del pastor,
Y para que jamás se subleven tus manos
Y para que no acabe jamás tanta injusticia
-Ideal del traficante-
Sobre este mundo nuestro,
este mundo mortal
Donde poder vivir
sería lo mejor.
Versión de Fernando
García Burillo