lunes, 31 de marzo de 2014

EMILIO PRADOS


 
Aparente quietud


 
Aparente quietud ante tus ojos,
aquí, esta herida
no hay ajenos límites,
hoy es el fiel de tu equilibrio estable.
La herida es tuya, el cuerpo en que está abierta
es tuyo, aun yerto y lívido. Ven, toca,
baja, más cerca. ¿Acaso ves tu origen
entrando por tus ojos a esta parte
contraria de la vida? ¿Qué has hallado?
¿Algo que no sea tuyo en permanencia?
Tira tu daga. Tira tus sentidos.
Dentro de ti te engendra lo que has dado,
fue tuyo y siempre es acción continua.
Esta herida es testigo: nadie ha muerto.

JOSÉ ZORRILLA Y MORAL




Vuelta a la patria


 

I. En la frontera


-¿Estamos ya en la frontera?
-El tiro de este relevo
Es ya español. -¡Pues afuera!
-¿Qué va usté a hace? -La primera
Canción que a mi patria debo.


¡España! ¡Te vuelvo a ver!
Dios tan lejos me hizo ir,
Que temí nunca volver.
Si hoy no me mata el placer
No debo nunca morir.


¡Dame tu tierra a besar;
Y puesto en ella de hinojos,
Déjame dejar de brotar
Las lágrimas de mis ojos
Y a Dios un momento orar!


Deja que a pleno pulmón
Aspire voraz tu ambiente,
Aunque en tal aspiración
Dilatándose reviente
De placer mi corazón.


¡España del alma mía!
Sin orar a Dios por ti
No he pasado un solo día:
¿Quién sabe si todavía
Te acordarás tú de mí?


Dios me llevó mis pesares
A llorar a tierra extraña;
Ya a través de tierra y mares
Mis lágrimas traigo a España
Convertidas en cantares.


España de mis amores,
Si aún mis cantares ansías,
No quiero que por mi llores:
Para ti tornaré en flores
Todas las lágrimas mías.


¡Dios de España, a quien jamás
Olvidé por donde fui,
Aquí es en donde tú estás:
Aquí es en donde te das
A ver y adorar de mí!


¡Dios, que sabes con qué fe
Diez años hora por hora
La de mi vuelta esperé,
No me abandones ahora
Que pongo en España el pie!


II. ¡Al coche!


¡Bien haya quien grito tal
Me da en español de nuevo!
Ten mi bolsa, mayoral:
Yo en mi patria sólo llevo
Mis versos por capital.


III. En España


¡Patria... de placer venero!
Ya tu aura mi faz orea;
Ya mi oído el son recrea
De tu lengua nacional.
Yo no soy aquí extranjero:
Si no conocen ya al hombre,
Aun fío Dios que mi nombre
No suene al oído mal.


¡Patria! No sé si en mi ausencia
La calumnia me ha mordido:
Yo vuelvo como he partido,
Hijo leal para ti.
Maestro en la gaya ciencia,
De los pueblos asombro,
Solo, y el laúd al hombro,
Tu gloria a cantar me fui.


Siempre en plazas y en palacios,
En teatros y salones,
Mis primeras impresiones
Me acusaron de español;
Cual poeta y hombre, a espacios
En mi vida hay malo y bueno:
Español, puedo sereno
Enseñar mi faz al sol.


Si te dicen que amor tengo
A un pueblo antes tu enemigo,
No lo fue para conmigo
Y yo le debo lealtad.
De tu sangre hidalga vengo;
No he de ser jamás ingrato
Con quien fiel me dio buen trato
Y franca hospitalidad.


Si te dicen que dependo
De extranjero soberano,
Me tendió leal su mano,
Me trató de igual a igual.
Yo me doy y no me vendo:
Él lo sabe y él lo estima;
De fe en prenda, llevo encima
Coronada su inicial.


Yo he nacido castellano;
Mas doquiera que me he visto,
Soy cristiano, y como Cristo
Prediqué fraternidad.
Todo hombre nace mi hermano;
Do llevo mi gaya ciencia,
La fe llevo en la conciencia
Y en la lengua la verdad.


Fénix que anunció mi muerte,
Vengo en mis patrios hogares
De mis últimos cantares
El son postrero a exhalar;
Vengo en un esfuerzo fuerte
De mis postrimeros bríos,
A saludar a los míos,
A hacerme otra vez a la mar.


A mí, a través de las olas,
Llegó el cántico vibrante
De una pléyade brillante
De nuevos poetas mil.
De las letras españolas
Aún mi alma el amor abriga...


Ven a que yo te bendiga
¡Oh pléyade juvenil!
 

¡Con cuan íntima delicia
Gozaba oyendo tu cántico,
Cuando a través del Atlántico
Lograba hasta a mi llegar!
Ven, ven a mí, que es justicia
Que los vates castellanos
Den un apretón de manos
Al que tuvo aquí su hogar.


Que yo os conozca; cercadme:
Yo soy leal; yo soy un viejo
Que sin pesadumbnre dejo
Mi puesto a la juventud.
Mas al llegar, toleradme,
Mi viejo laúd que empuñe,
Y un mal cantar os rasguñe
En mi ya ronco laúd.


Trémula traigo la mano
Y cana la cabellera:
Mas aún traigo la alma entera
Y brío en el corazón,
Y aún puedo, buen castellano,
Lanzar con mi último aliento
Un "¡bravo!" a vuestro talento
Y un "¡viva!" a nuestra nación.

 

 

LUZ MARÍA JIMÉNEZ FARO


 

Yo Soy La Amada
 

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
voy andando las horas que separan
mi cuerpo de tu cuerpo
y restañando las frágiles heridas
de huellas que volaron con tu nombre.


Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que brotó salvaje entre tu trigo
y lo tiñó de púrpura,
la que sin darse cuenta
iluminó de pronto tu paisaje,
la que acudió a tu llanto
y en su aljibe
atesoró tus lágrimas.


Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que en silencio mira.
La que te espera.
La que teje sus sueños con tu vida.

 

JOSÉ HIERRO

 

La casa
 

Esta casa no es la que era.
En esta casa había antes
lagartijas, jarras, erizos,
pintores, nubes, madreselvas,
olas plegadas, amapolas,
humo de hogueras...
Esta casa
no es la que era. Fue una caja
de guitarra. Nunca se habló
de fibromas, de porvenires,
de pasados, de lejanías.
Nunca pulsó nadie el bordón
del grave acento: 'nos queremos,
te quiero, me quieres, nos quieren...'


No podíamos ser solemnes,

pues qué hubieran pensado entonces
el gato, con su traje verde,
el galápago, el ratón blanco,
el girasol acromegálico...


Esta casa no es la que era.
Ha empezado a andar, paso a paso.
Va abandonándonos sin prisa.
Si hubiera ardido en pompa, todos
correríamos a salvarnos.
Pero así, nos da tiempo a todo:
a recoger cosas que ahora
advertimos que no existían;
a decirnos adiós, corteses;
a recorrer, indiferentes,
las paredes que tosen, donde
proyectó su sombra la adelfa,
sombra y ceniza de los días.
Esta casa estuvo primero
varada en una playa. Luego
puso proa a azules más hondos.
Cantaba la tripulación.
Nada podían contra ella
las horas y los vendavales.
Pero ahora se disuelve, como
un terrón de azúcar en agua.
Qué pensará el gato feudal
al saber que no tiene alma;
y los ajos, qué pensarán
el domingo los ajos, qué
pensarán el barril de orujo,
el tomillo, el cantueso, cuando
se miren al espejo y vean
su cara cubierta de arrugas.
Qué pensarán cuando se sepan
olvidados de quienes fueron
la prueba de su juventud,
el signo de su eternidad,
el pararrayos de la muerte.


Esta casa no es la que era.
Compasivamente, en la noche,
sigue acunándonos.

PEDRO SALINAS SERRANO


 

Qué pareja tan hermosa esta nuestra

 

Qué pareja tan hermosa
Esta nuestra, contemplado
La mirada de mis ojos,
Y tú, que te estoy mirando.
Todo lo que ignoro yo
Te lo tienes olvidado;
Y ese cantar que me buscan
Las horas, sin encontrarlo,
De la mañana a la noche,
Con blanquísimo estribillo,
Tus olas lo van cantando.
Porque estás hecho de siglos
Me curaste de arrebatos;
Se aprende a mirar en ti
Por tus medidas sin cálculo
-Dos, nada más: día y noche-
Gozosamente despacio.
No quieres tú que te busquen
Los ojos apresurados,
Los que te dicen hermoso
Y luego pasan de largo.
No ven. A ti hay que mirarte
Como te miran los astros,
A sus azules mirandas
Serenamente asomados.
Tú, Lazarillo de ojos,
Llévate a estos míos; guíalos,
Por la aurora, con espumas,
Con nubes, por los ocasos;
Tú solo sabes trazar
Los caminos de tus ámbitos.
Con las señas de la playa,
Avísales de la tierra,
De su sombra, de su engaño.
A tu resplandor me entrego,
Igual que el ciego a la mano;
Se siente tu claridad
Hasta en los ojos cerrados
-Presencia que no se ve-,
Acariciando los párpados.
Por tanta luz tú no puedes
Conducir a nada malo.
Con mi vista, que te mira,
Poco te doy, mucho gano.
Sale de mis ojos, pobre,
Se me marcha por tus campos,
Coge azules, brillos, olas,
Alegrías,
Las dádivas de tu espacio.
Cuando vuelve, vuelve toda
Encendida de regalos.
Reina se siente;
Las dichas
Con que tú la has coronado.
De lo claro que lo enseñas
Qué sencillo es el milagro
Si bien se guarda en los ojos,
Nunca pasa, lo pasado.
¿Conservar
Un amor entre unos brazos?
No. En el aire de los ojos,
Entre el vivir y el recuerdo,
Suelto, flotando,
Se tiene mejor guardado.
Aves de vuelo se vuelan,
Tarde o temprano.
Los ojos son los seguros;
De allí no se van los pájaros.
Lo que se ha mirado así,
Día y día, enamorándolo,
Nunca se pierde,
Porque ya está enamorado.
Míralo aunque se haya ido.
Visto o no visto, contémplalo.
El mirar no tiene fin:
Si ojos hoy se me cerraron
Cuando te raptó la noche,
Mañana se me abrirán,
Cuando el alba te rescate,
Otros ojos más amantes,
Para seguirte mirando.

 

MIGUEL DE UNAMUNO



 


 

¿Por qué esas rosas a que agosta el sol?
¿Por qué esos pajarillos que sin vuelo
Se mueren en plumón?


¿Por qué derrocha el cielo tantas vidas
Que no son de otras nuevas eslabón?
¿Por qué fue dique de tu sangre pura
Tu pobre corazón?


¿Por qué no se mezclaron nuestras sangres
Del amor en la santa comunión?
¿Por qué tú y yo, Teresa de mi alma
No dimos granazón?


¿Por qué, Teresa, y para qué nacimos?
¿Por qué y para qué fuimos los dos?
¿Por qué y para qué es todo nada?
¿Por qué nos hizo Dios?