viernes, 19 de julio de 2013

CARLOS PELLICER




Esta barca sin remos es la mía...


Esta barca sin remos es la mía.
Al viento, al viento, al viento solamente
le ha entregado su rumbo, su indolente
desolación de estéril lejanía.

Todo ha perdido ya su jerarquía.
Estoy lleno de nada y bajo el puente
tan sólo el lodazal, la malviviente
ruina del agua y de su platería.

Todos se van o vienen. Yo me quedo
a lo que dé el perder valor y miedo.
¡Al viento, al viento, a lo que el viento quiera!

Un mar sin honra y sin piratería,
excelsitudes de un azul cualquiera
y esta barca sin remos que es la mía




LUISA CASTRO



  
Dejé de transmitir sus señales e interpreté las mías



Cuando las gaviotas se lo coman todo
y en los esqueletos de los barcos proliferen
los insectos,
seguirás preguntándote qué hice contigo
después de recordarte.

Porque después del recuerdo vienen otras cosas
que no conociste,
que tampoco conocí porque desaparecían
al ritmo ligero de lo no deseado.
Pequeñas rozaduras que envejecían el instinto
de retenerte
y que no hacían daño, como ahora las gaviotas.

Todavía no, pero las veo gordas
sobre sus patas tiesas de aferrarse a los ahogados
y comerles los ojos
sin movimiento.

Porque no opone resistencia la carroña
engordarán tranquilas.

Pero todavía no,
aunque las vea.


De "Los hábitos del artillero"



MARIO BENEDETTI




Alguien



Alguien limpia la celda
de la tortura
que no quede la sangre
ni la amargura

alguien pone en los muros
el nombre de ella
ya no cabe en la noche
ninguna estrella

alguien limpia su rabia
con un consejo
y la deja brillante
como un espejo

alguien piensa hasta cuando
alguien camina
suenan lejos las risas
una bocina
y un gallo que propone
su canto en hora
mientras sube la angustia
la voladora

alguien piensa en afuera
que allá no hay plazo
piensa en niños de vida
y en un abrazo

alguien quiso ser justo
no tuvo suerte
es difícil la lucha
contra la muerte

alguien limpia la celda
de la tortura
lava la sangre pero
no la amargura.




RODOLFO USIGLI




¿Qué será de mi amor? 


¿Qué será de mi amor cuando yo haya muerto,
cuando la calcinada arena de mi vida,
ya sin reloj confluya en el infinito desierto?
Ni el crimen estéril en sí mismo
ni la danza de la memoria
ni la futilidad de las palabras
en las líneas de los poemas
que ponen rejas al silencio
ni este mar de ausencia
en el que muero ahogado cada noche
y que arroja mi cuerpo en la mañana
como en una playa desolada.
Ni la tumba abierta de los retratos
en que tú misma yaces eternamente muerta
en gestos de tímida tristeza
en pasos suspendidos
y en movimientos sin fin y sin cambio
ni la vergüenza de mis treinta años
ni tu muerte terrestre ni la mía
mudan ni opacan ni destruyen
mi amor redondo ya como la poesía,
irremediable ya como el tiempo. 

Y pienso que cuando esté solo en el mundo
sin ti y sin mí, sin dioses y sin víctimas,
más solo que yo por ser más hondo,
caminará sin término, luz en la noche,
oscura forma en la luz,
buscándote y buscándome.
Y yo estaré ya muerto
devuelto al calcinado desierto
y no tendré ya una sola gota de sangre
ni una noche atormentada
ni un ágil deseo de darle
no tendré ni siquiera esta miseria
para serle alimento
cuando me sobreviva luminoso y hambriento.

De “Conversación desesperada”


CECILIA PALMA



  
La visión y la calle



Su cabeza calva aparece en el umbral
derruido. Los árboles
se agitan, las hojas se preocupan
y los caballos relinchan temerosos.
La soledad que hay en la calle
es tan profunda, que decenas de carruajes
y tranvías no podrían perturbar esta visión.


De “A pesar del azul” 

ATENA RODÓ



Oleaje



Tras el último paso sigiloso
Se hunden en la arena las huellas húmedas
La brisa envuelve los cuerpos embriagados
El delirio, tú delirio…
Uno, dos, cuento los segundos para alcanzarte
Tres, cuatro, pareciera que huyes invitándome
Silencio….solo oímos nuestros latidos
La mirada se posa abrasadora sobre la carne
Tu cuello venoso late al compás de mi boca que te busca
Mi sangre fluye por sobre las garras enardecidas
La arena nos recibe cómplice
El mar ha hecho eco en nuestros oídos
Me arrimo a tu piel deseante y cálida
Para enloquecerme de ansias de amarte
Para arrancarme tus pupilas de la mente
Y te envuelves en mis poros
Cuentas los latidos de mi pecho
Tus cabellos se han enfurecido con el viento
Mi respiración en la tuya
Me obsesiono con tus pechos de ámbar
Te arqueas en mis costillas
Busco tu bósforo lentamente
Hasta sentir el zigzagueo de tu columna jadeante
Tu garganta se abre para dejarme entrar en ella
Las lenguas danzan al compás de gemidos
Te susurro cosas innombrables que deseas oír
Me encabrito con tu ombligo aventurero
Tu madreselva se expande en el choque de olas
Nos subimos en el barco agitado de las ansias
Y ahogamos los mares de gemidos en las gargantas
Para morirnos de placer en este océano huracanado
Que te ata a mi alma en la marea.