miércoles, 3 de mayo de 2017


RAMÓN LÓPEZ VELARDE





A Sara

A J. de J. Núñez y Domínguez



A mi paso y al azar te desprendiste
como el fruto más profano
que pudiera concederme la benévola
actitud de este verano.

(Blonda Sara, uva en sazón: mi apego franco
a tu persona, hoy me incita
a burlarme de mi ayer, por la inaudita
buena fe con que creí mi sospechosa
vocación, la de un levita.)

Sara, Sara: eres flexible cual la honda
de David y contundente
como el lírico guijarro del mancebo;
y das, paralelamente,
una tortura de hielo y una combustión de pira;
y si en vértigo de abismo tu pelo se desmadeja,
todavía, con brazo heroico
y en caída acelerada, sostienes a tu pareja.
Sara, Sara, golosina de horas muelles;
racimo copioso y magno de promisión, que fatigas,
el dorso de dos hebreos:
siempre te sean amigas
la llamarada del sol y del clavel; si tu brava
arquitectura se rompe como un hilo inconsistente,
que bajo la tierra lóbrega
esté incólume tu frente;
y que refulja tu blonda melena, como tesoro
escondido; y que se guarden indemnes como real sello
tus brazos y la columna
de tu cuello.




EFREN REBOLLEDO




Tristán e Isolda



Vivir encadenados es su suerte,
Se aman con un anhelo que no mata
La posesión, y el lazo que los ata
Desafía a la ausencia y a la muerte.
Tristán es como el bronce, obscuro y fuerte
Busca el regazo de pulida plata,
Isolda chupa el cáliz escarlata
Que en crespo matorral esencias vierte.
Porque se ven a hurto, el adulterio
Le da un sutil y criminal resabio
A su pasión que crece en el misterio.
Y atormentados de ansia abrasadora,
Beben y beben con goloso labio
Sin aplacar la sed que los devora.



GUILLERMO FERNÁNDEZ




El poema de amor que me pediste



Entre tus piernas me disfrazo de Asno de Oro
me pongo la invención de todos los trajes nocturnos
para que la mañana me encuentre como una catedral
recién lavada
y por la incómoda estrechez de tus pensamientos
finjo paseos nutritivos por una galería renacentista

En mis conversaciones con amigos
desfilas como cisne nacarado
como nube oficial que sombrea lo acezante de mi
Olimpo

Por ti pueden ponerse en cuatro patas los versitos
suicidarse la Estrella del Sur
por no inquietar la levedad de tu sueño

Déjame verte caminar a lo largo de la noche tlatelolca
acariciar la hierba aplastada por la caballería

Está chato el colmillo que siempre quise clavarte en
el alma

Puedes seguir babeando mis pensamientos y mis actos
mearte en mi boca
tomar o rechazar el mendrugo de vida que nos queda.


De: “Bajo llave”


JOSÉ CARLOS BECERRA




[cómo retrasar la aparición de las hormigas]



una vez que aparecen no hay poder
capaz de ahuyentarlas, los árboles sirven
para obtener madera, la madera
para obtener celulosa, la celulosa…
pero las mayores riquezas de todo servilismo
descubren el avance de las hormigas,

como es sabido el cuerpo tiene
características que le son reflejadas,
que le confieren enorme potencial de espejo
a condición de saber explotarlo, por lo cual
también es destinado a las oscilaciones
que efectúan las hormigas antes de llegar,

así los reflejos de cada cuerpo extraen
nuevos espejos nutrientes
de sus más profundas capas producidos
por la descomposición del padre y la madre,

esos nutrientes incorporados al cuerpo
esperan el frío azogado de las hormigas
mientras el espejo se atrofia
y la madre y el padre vuelven a tambalearse
en el fondo de cada espejismo,

retrasar ese momento inevitable
es la juventud, durante la cual
los espejismos segregados por el padre y la madre
se atrofian,

retrasar ese momento inevitable
es la vejez, la vejez separando
las nuevas imágenes
puestas al alcance de las hormigas,

pues así como los árboles sirven
para obtener madera y la madera
sirve para obtener celulosa,
los espejos extraídos del fondo del árbol
o del fondo del cuerpo, sirven
para extraer, a fin de cuentas, hormigas
y reflejos de hormigas donde el padre y la madre
cabecean el sueño de nueva destrucción,


De: Cómo retrasar la aparición de las hormigas


VICENTE HUIDOBRO



  
La muerte que alguien espera



La muerte que alguien espera
La muerte que alguien aleja
La muerte que va por el camino
La muerte que viene taciturna
La muerte que enciende las bujías
La muerte que se sienta en la montaña
La muerte que abre la ventana
La muerte que apaga los faroles
La muerte que aprieta la garganta
La muerte que cierra los riñones
La muerte que rompe la cabeza
La muerte que muerde las entrañas
La muerte que no sabe si debe cantar
La muerte que alguien entreabre
La muerte que alguien hace sonreír
La muerte que alguien hace llorar

La muerte que no puede vivir sin nosotros

La muerte que viene al galope del caballo
La muerte que llueve en grandes estampidos


JOSÉ ÁNGEL VALENTE




Toda la noche me alumbres...



Toda la noche me alumbres
redonda en el silencio.
Toda la noche, luna,
alúmbreseme en el cielo.

Toda la noche me alumbres,
escudo de mi pecho,
escudo de verdad
firme en el cielo negro.

Toda la noche me alumbres
desnudo contra el sueño:
con la luz que reluces
hazme más verdadero.
Con la luz que reluces
toda la noche me alumbres.