martes, 11 de junio de 2019


EDWIN MADRID





Admirado Filipo si el corazón y calzoncillo de Marcia no son tuyos, no te engañes. Pues alocado como andas, vas directo a la cárcel o al hospicio.


De: “Mordiendo el frío y otros poemas”

ALFONSO VALENCIA





Las iglesias de esta ciudad
ya no son santas.
Dios se mudó de ellas
hace tanto
que todos olvidaron ya
su aroma.

En las paredes
muerte: imágenes de milagros que no sucedieron.

Sus portones,
ahora que no guardan oro ni vino,
siempre están abiertos.
De vez en vez,
algunos van a morir sobre sus bancas.
Se sientan y esperan.
Saben que no vendrá nadie.
No habrá latigazos.


De: “Las cosas que no sucedieron”



ALMAFUERTE*





¡Avanti!

Para Don Félix J. Tettamanti



Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan las garras de la suerte…

¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!


*Seudónimo de Pedro Bonifacio Palacios.



MARÍA MERCEDES CARRANZA




Patas arriba con la vida



Sé que voy a morir porque no amo ya nada.
Manuel Machado



Moriré mortal,
es decir habiendo pasado
por este mundo
sin romperlo ni mancharlo.
No inventé ningún vicio,
pero gocé de todas las virtudes:
arrendé mi alma
a la hipocresía: he traficado
con las palabras,
con los gestos, con el silencio;
cedí a la mentira:
he esperado la esperanza,
he amado el amor,
y hasta algún día pronuncié
la palabra Patria;
acepté el engaño:
he sido madre, ciudadana,
hija de familia, amiga,
compañera, amante.
Creí en la verdad:
dos y dos son cuatro,
María Mercedes debe nacer,
crecer, reproducirse y morir
y en esas estoy.
Soy un dechado del siglo XX.
Y cuando el miedo llega
me voy a ver televisión

para dialogar con mis mentiras.



MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO





No hay nada que un hombre no le haría a otro
Carolyn Forché


El origen del mar

A Giuseppe




No hubo monedas
que pudieran arrancarme el hambre
de los dientes, pero nunca
fui más feliz que en la inclemencia,
más torpemente feliz que por el aire
de mar y las campanas con su flauta de viento,
no recuerdas ahora, pero aquella
es tu primera canción. 

Calle Princesa. Via Laietana.
Las inglesas borrachas que rompían botellas en la puerta.
El Carrer d’Avinyó donde Picasso con sus putas cubistas.
Las sirenas aladas de Sant Pau.
La Rambla navideña de árboles vestidos.
Jaume I con sus mujeres pintadas de manzanas
celebrando el albedrío sexual.

Santa María del Mar.
El hombre que te dio su pelo.

Si hoy me piden motivos de tu nombre,
no sabría explicar esa ciudad.
Su espuma fugitiva,
la sucinta oración de unas campanas.

Nombrar, también, es despedirse.


TILSA OTTA VILDOSO





Prefacio: El amor como deporte olímpico



Cuando veo a cuántas redes de wi-fi se ha conectado mi teléfono siento que estamos desarrollando una nueva forma de promiscuidad, inalámbrica. Tantas redes a las que mi equipo se conecta automáticamente porque ha entrado en ellas alguna vez y las reconoce y recuerda. Pero cada vez que me conecto pienso: esto es el amor, una red virtual cifrada y abierta a escala mundial.
Cuando leo mis últimos pensamientos veo que tengo una obsesión por el amor sin un objeto específico o exclusivo, entonces pienso: esto es el amor, esto que leo y escribo, la búsqueda del conocimiento, todo aquello a lo que me conecto… A usted también lector, no olvide dejar abiertas sus redes domésticas para las rosas telepáticas.


De: “La vida ya superó a la escritura”