No
hay nada que un hombre no le haría a otro
Carolyn
Forché
El origen del mar
A
Giuseppe
No
hubo monedas
que
pudieran arrancarme el hambre
de
los dientes, pero nunca
fui
más feliz que en la inclemencia,
más
torpemente feliz que por el aire
de
mar y las campanas con su flauta de viento,
no
recuerdas ahora, pero aquella
es
tu primera canción.
Calle
Princesa. Via Laietana.
Las
inglesas borrachas que rompían botellas en la puerta.
El
Carrer d’Avinyó donde Picasso con sus putas cubistas.
Las
sirenas aladas de Sant Pau.
La
Rambla navideña de árboles vestidos.
Jaume
I con sus mujeres pintadas de manzanas
celebrando
el albedrío sexual.
Santa
María del Mar.
El
hombre que te dio su pelo.
Si
hoy me piden motivos de tu nombre,
no
sabría explicar esa ciudad.
Su
espuma fugitiva,
la
sucinta oración de unas campanas.
Nombrar,
también, es despedirse.
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