"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 10 de marzo de 2017
VÍCTOR SANDOVAL
Para tocar tus hombros
Para tocar tus hombros
había que pisar sobre el silencio.
El día resbalaba
su luz por tu cintura.
Las horas de la tarde
crecían en el poniente.
Los múltiples pañuelos del otoño
pregonaban su llanto
y en el aire
maduraba tu cuerpo.
Iban los remolinos por las calles,
las tolvaneras ágiles corrían
y los jardines públicos
eran salones desolados
donde bailaban los amantes.
Para tocar tus hombros
había que pisar sobre el silencio
para que no empañara nada tu silueta.
Para tocar tus hombros
había que pisar sobre el silencio.
El día resbalaba
su luz por tu cintura.
Las horas de la tarde
crecían en el poniente.
Los múltiples pañuelos del otoño
pregonaban su llanto
y en el aire
maduraba tu cuerpo.
Iban los remolinos por las calles,
las tolvaneras ágiles corrían
y los jardines públicos
eran salones desolados
donde bailaban los amantes.
Para tocar tus hombros
había que pisar sobre el silencio
para que no empañara nada tu silueta.
LUCIAN BLAGA
Bellas manos
Presiento:
bellas manos, como abrazáis ahora
con vuestro color mi frente llena de sueños,
así también abrazaréis un día
la urna con mis cenizas.
Sueño:
bellas manos, cuando calientes labios soplen
en el viento mis cenizas,
las que tendréis en las manos como un cáliz sin asas,
seréis como unas flores
desde las cuales la brisa derrama el polen.
Y lloro:
seréis aún jóvenes entonces, bellas manos.
MIGUEL ÁNGEL FLORES
Regreso a casa
Bajamos la colina
avanzo entre muros
Sobre ellos crece
el musgo del olvido
Viento en la tarde
Aromas de una primavera reciente
Algo desfallece
Se enturbia la vida en estas calles
signos y señales me rodean
Ante la página en blanco
Todo es tan difuso
Qué incapaces somos
de nombrar cuanto perece.
LUIS ROSALES
Las alas ciegas
Quien
no sufre se quema,
y yo recuerdo que la primera vez que hablamos
me mirabas con tal intensidad
que te quedabas añadida a mis ojos.
Así ha pasado el tiempo desde entonces
y las cosas que he vivido contigo se convirtieron en
necesidades
y la vida que no vivimos juntos es una casa sin ventanas.
Las alas llevan a la niñez,
pero tú me mirabas de tal modo,
me mirabas doliendo de tal modo,
que a partir de aquel día no he logrado saber
si hay que vivir o hay que morir lo que se ama
pues cuanto no se muere más de una vez en nuestra vida
no llega a madurar: es gratuito.
Morir es un aprendizaje
¿no recuerdas que los amigos que más queremos
se nos fueron haciendo indispensables,
poco a poco,
y hoy los vemos andar como sonámbulos en el sueño de
Dios,
y su rostro al mirarlo se desdibuja,
nos parece movido
como
cayendo a bien morir?
El temblor es un muro que separa la sangre en dos orillas,
y ahora quiero decirte,
amiga mía,
que aquel diálogo primerizo no ha terminado aún,
no puede terminar
ya que "la muerte no interrumpe nada"
y esto no son palabras son latidos
y distienden la sangre como se alargan las palabras cuando
haces el amor.
Quien no sufre se quema,
y yo quiero decirte,
quiero añadir aún
que hay ocasiones en que la certidumbre de vivir se hace tan
dirimente
que ya no puede sostenerte ni sostenerla.
No lo olvides,
amiga mía,
hay personas que no saben que sufren y hay personas que
no saben sufrir
como hay lugares en el mundo donde nunca ha volado una
paloma,
y tú sabes muy bien que cuando estoy a tu lado nunca te
dejo de mirar porque temo perderte,
no sé cómo, no sé cómo
no sé,
pero temo perderte cuando juntas el cielo con la tierra,
cuando lo juntas todo: la víspera, el insomnio, los adioses,
la nieve cuando cae,
¿no recuerdas su lástima cayendo?
¿no recuerdas también
que el amor tiembla al derramarse para juntar dos cuerpos,
y es lo mismo que un gas que al concentrarse se licua
Morir es como amar,
morir es un aprendizaje progresivo
y asiduo,
y yo recuerdo otros momentos tuyos
más difíciles
en los que me mirabas con los ojos empalizados
y la sonrisa veraneándote en la boca,
pues cuando estás a la defensiva
la indecisión te agrieta un poco,
te va agrietando lentamente
como la carne se cae del cuerpo con la lepra.
Las alas llevan a la niñez,
esto está claro, pero ahora,
para que nunca vuelvas a sufrir,
voy a inventarte una alegría,
voy a extraer,
de donde esté,
algún recuerdo tuyo que pueda sostenerte,
y te recuerdo niña,
te veo despertar cada mañana en un pueblo distinto,
y te estoy viendo sola, callejeando y velocísima
con las trenzas siguiéndote y corriendo
cada vez más amparadoras
para no separarse de tu cuello y de ti,
y he sentido crecer tus ojos, tus zapatos,
tu cabello que busca el mar para embarcarse,
y he visto que tu cuerpo te llevaba en volandas,
y no podías gritar
porque ya entonces ibas con tu secreto al hombro,
mientras que toda la población del cielo te miraba
escandalizada
repitiendo con los labios jaculatorios y contumaces:
—¡Caramba con la niña!—
Y después, al llegar a tu casa, como un copo de nieve se
deshace,
te quedabas dormida con el cuerpo despierto,
con el cuerpo corriendo todavía,
y la noche era un puente roto
sin más,
sin otra cosa,
hasta que muy de mañanita te lavabas de chapuzón,
y subías al dormitorio de tus padres para besarlos sin chistar,
y como entonces no tenías en el mundo más amiga que el
ama,
te marchabas al colegio con ella
y en el momento en que llegabais juntas a la calle,
todo se hacía domingo porque os necesitabais mutuamente
y ella reunía su desamparo con el tuyo,
y te miraba para vivir,
y te hablaba despacio y tiritando las palabras
con la voz agachada mientras marchabais apretujándoos
ya que a ti te gustaba pisar seguido, muy seguido y sin
salirte del bordillo;
y no sé cómo podíais llevar el mismo paso
porque tú andabas como saltando y ella andaba como
rezando;
y yo he visto esa calle muchos años después
y la he mirado con los ojos que tú entonces tenías,
y la calle era un árbol con monjas en las ramas,
no me digas que no,
no me interrumpas,
ya sé que en torno del colegio la calle era distinta
como si comenzase a hablar contigo en una lengua vuestra,
pero al llegar hasta el zaguán en donde os despedíais,
te sentías desahuciada,
y comenzabas a tener un temblor muy despacito pero muy
junto,
pues al quedarte sola vivías tu vida entera
como se vive una premonición.
Y esto es lo que recuerdo,
lo que he podido recordar
cuando vuelvo a mirarme en tus ojos de niña para tratar de
devolverte algo,
una migaja de alegría,
siguiendo el vuelo de las alas ciegas.
y yo recuerdo que la primera vez que hablamos
me mirabas con tal intensidad
que te quedabas añadida a mis ojos.
Así ha pasado el tiempo desde entonces
y las cosas que he vivido contigo se convirtieron en
necesidades
y la vida que no vivimos juntos es una casa sin ventanas.
Las alas llevan a la niñez,
pero tú me mirabas de tal modo,
me mirabas doliendo de tal modo,
que a partir de aquel día no he logrado saber
si hay que vivir o hay que morir lo que se ama
pues cuanto no se muere más de una vez en nuestra vida
no llega a madurar: es gratuito.
Morir es un aprendizaje
¿no recuerdas que los amigos que más queremos
se nos fueron haciendo indispensables,
poco a poco,
y hoy los vemos andar como sonámbulos en el sueño de
Dios,
y su rostro al mirarlo se desdibuja,
nos parece movido
como
cayendo a bien morir?
El temblor es un muro que separa la sangre en dos orillas,
y ahora quiero decirte,
amiga mía,
que aquel diálogo primerizo no ha terminado aún,
no puede terminar
ya que "la muerte no interrumpe nada"
y esto no son palabras son latidos
y distienden la sangre como se alargan las palabras cuando
haces el amor.
Quien no sufre se quema,
y yo quiero decirte,
quiero añadir aún
que hay ocasiones en que la certidumbre de vivir se hace tan
dirimente
que ya no puede sostenerte ni sostenerla.
No lo olvides,
amiga mía,
hay personas que no saben que sufren y hay personas que
no saben sufrir
como hay lugares en el mundo donde nunca ha volado una
paloma,
y tú sabes muy bien que cuando estoy a tu lado nunca te
dejo de mirar porque temo perderte,
no sé cómo, no sé cómo
no sé,
pero temo perderte cuando juntas el cielo con la tierra,
cuando lo juntas todo: la víspera, el insomnio, los adioses,
la nieve cuando cae,
¿no recuerdas su lástima cayendo?
¿no recuerdas también
que el amor tiembla al derramarse para juntar dos cuerpos,
y es lo mismo que un gas que al concentrarse se licua
Morir es como amar,
morir es un aprendizaje progresivo
y asiduo,
y yo recuerdo otros momentos tuyos
más difíciles
en los que me mirabas con los ojos empalizados
y la sonrisa veraneándote en la boca,
pues cuando estás a la defensiva
la indecisión te agrieta un poco,
te va agrietando lentamente
como la carne se cae del cuerpo con la lepra.
Las alas llevan a la niñez,
esto está claro, pero ahora,
para que nunca vuelvas a sufrir,
voy a inventarte una alegría,
voy a extraer,
de donde esté,
algún recuerdo tuyo que pueda sostenerte,
y te recuerdo niña,
te veo despertar cada mañana en un pueblo distinto,
y te estoy viendo sola, callejeando y velocísima
con las trenzas siguiéndote y corriendo
cada vez más amparadoras
para no separarse de tu cuello y de ti,
y he sentido crecer tus ojos, tus zapatos,
tu cabello que busca el mar para embarcarse,
y he visto que tu cuerpo te llevaba en volandas,
y no podías gritar
porque ya entonces ibas con tu secreto al hombro,
mientras que toda la población del cielo te miraba
escandalizada
repitiendo con los labios jaculatorios y contumaces:
—¡Caramba con la niña!—
Y después, al llegar a tu casa, como un copo de nieve se
deshace,
te quedabas dormida con el cuerpo despierto,
con el cuerpo corriendo todavía,
y la noche era un puente roto
sin más,
sin otra cosa,
hasta que muy de mañanita te lavabas de chapuzón,
y subías al dormitorio de tus padres para besarlos sin chistar,
y como entonces no tenías en el mundo más amiga que el
ama,
te marchabas al colegio con ella
y en el momento en que llegabais juntas a la calle,
todo se hacía domingo porque os necesitabais mutuamente
y ella reunía su desamparo con el tuyo,
y te miraba para vivir,
y te hablaba despacio y tiritando las palabras
con la voz agachada mientras marchabais apretujándoos
ya que a ti te gustaba pisar seguido, muy seguido y sin
salirte del bordillo;
y no sé cómo podíais llevar el mismo paso
porque tú andabas como saltando y ella andaba como
rezando;
y yo he visto esa calle muchos años después
y la he mirado con los ojos que tú entonces tenías,
y la calle era un árbol con monjas en las ramas,
no me digas que no,
no me interrumpas,
ya sé que en torno del colegio la calle era distinta
como si comenzase a hablar contigo en una lengua vuestra,
pero al llegar hasta el zaguán en donde os despedíais,
te sentías desahuciada,
y comenzabas a tener un temblor muy despacito pero muy
junto,
pues al quedarte sola vivías tu vida entera
como se vive una premonición.
Y esto es lo que recuerdo,
lo que he podido recordar
cuando vuelvo a mirarme en tus ojos de niña para tratar de
devolverte algo,
una migaja de alegría,
siguiendo el vuelo de las alas ciegas.
11 y
12 de agosto de 1977
De: Diario de una resurrección
De: Diario de una resurrección
VICENTE HUIDOBRO
Voz de esperanza
Tienes
ojos de orgullo desesperado y de fuego cubierto
Tienes carne color tormento milenario como los
desiertos de cólera variada y en el fondo idéntica
Tu tristeza es sentir la injusticia vertiginosa que
enmohece la marcha
Y arrastra los pedazos
Tu dicha sería romper las ataduras que te llaman
a las tinieblas
Y crear con tus manos un planeta en forma de corazón
Oyes la tos de los esclavos y un horno ruge en tus
entrañas
Oyes las maldiciones abatidas
Oyes gemir y gimes
Oyes los gritos del hambre bajo sombreros como
tabacos deshojados
Bajo los harapos de nocturna factura
Oyes el llanto y lloras
Oyes la muerte que sale de la noche entrando en los
huesos
Oyes el cuerpo del mundo retorcido en lamentos
Oyes al angustiado hermano de los pechos sin aire
Oyes gemir y gimes
Con todo tu esqueleto de amarguras inmensas
Mojado de siglos y catástrofes mojado de esperanzas
Oyes la súplica de los mares empuñados
Oyes caer las lágrimas a lo largo de la noche
Y las ves atravesar el día
Oyes sufrir y sufres
Oyes llorar al hombre y lloras como el hombre
Pero una fiebre de mariposa gigantesca
Parte del alba retardada entre redes opacas
Nace una hoguera y nace una voz rodeada de fuego
Una voz que redime a un astro ciego y taciturno
Una voz que se ha lavado en largos sueños
Una voz de torrente sacudido
Una voz de pavorosas profundidades
Una voz que levanta los gestos
Blandiendo el mundo entre centellas iracundas
Martillando en la fragua del universo
Una voz cansada de llorar
Y que se alza de sus principios
A la dignidad negada por inmundas razones
Y exigida por todas las raíces de su ser invencible
Una voz cansada de gemir
El hombre es paciente
Pero no tanto como el tiempo contemplado
Desde la orilla de la noche
El hombre es sufrido
Sus músculos labrados a golpe de milenios
Pero la tierra es suave y le comprende y le ama
De tantos siglos hasta tantos
El hombre es afable
La tierra le ama y pide un modo de armonía
Y quiere una forma de fraterna dulzura
No quiere estar cubierta de tragedias
Ni rodar bajo crímenes entre fiebres sangrientas
La tierra le ama
(Que sea siempre así)
Quiere su luz de flor meditativa
Quiere su dicha como un canto necesario a la marcha
Que caigan entonces los que construyen la desgracia
Los que cierran el horizonte
Los que impiden el canto
Que se entierren al fondo de su noche
Que caigan sí que caigan
Y vamos descargando los muertos al borde del planeta
Arrojemos carroñas al vacío
Y que el cometa del mal agüero les envuelva en
su sudario
Y les arrastre a la nada sin memoria
Se acercan los hombres en marcha desprendida
De montañas geológicas y llenos de ternura
Viene el hombre amado de la tierra
Con sus ojos de abrazo suficiente
Llega el hombre a pedir sus derechos
Yo me descubro a tu paso como ante un mar que viene
de la noche
Y te entrego mis manos y te entrego mi pecho
Y dejo a tus plantas la actitud de mi cerebro
Tienes un cuerpo traspasado como alarido de perro
nebuloso
Tienes tu voz de lágrima a sonrisa
Tienes tu cielo como un mar levantado por sus ansias
Tu tristeza es ver que no saben lo que vales bajo tu
piel terrestre
Tu alegría amasar el futuro de tus hijos como hierbas
entusiastas
De tu mujer como árbol de dulzura
Árboles árboles velad sobre el destino
Árboles cantando su existencia
Sed luminosos sobre el sueño del aprecio
¿Qué hora sería en el revés del mundo
Cuando tu corazón sintió su hora
Y que tu piel terrestre fue traspasada de alaridos?
Árboles árboles qué desnudez se acerca
Y qué mañanas de metal cantante se preparan
Las hojas contaban a la tierra sus proezas
Y la visión del venidero ilustre se alzó en algunos ojos
exclusivos
Que desde entonces lloran de fiebre entusiasmada
Qué hora sería qué hora
Cuando el mundo te trajo la noticia del futuro coronado
Los pies se hicieron rápidos
El cuerpo se vistió de desnudez en estatuas de viento
Y los ojos devorándose entre ellos como dos locos
furibundos
Rodaron entre soles y vidrios por todo el universo
Tus manos qué delirio de fuego qué ancha simpatía
Qué lento abrazo a los ruidos de la vida
Tu corazón en buzo bajando a sus raíces
Nadando en sus comienzos
De pie en su objeto comprendido
Tenías tanta hambre de ti mismo
Ruta de obscuras geologías de selvas submarinas
Y de sombras arrodilladas bajo el viento
Hasta el momento que una tiza en el sueño trazó
el destino
Levantó los gestos de sus profundidades
Y te dijo lo que eras y tendrías que ser
Sobre ese pedestal que recorres inconsciente
Qué hora sería qué hora cayendo de los árboles
Cuando los muertos dieron la orden de despertar
Y las tribus soñolientas mirando las estrellas
Se pusieron en marcha hacia la forma de sus lenguas
Hacia su esencia de memorias desveladas
Y su pasión de ser en penetrante vida
Idea redentora como un pan obscuro que se hace luz
de sangre y células
Qué hora sería entonces
El huracán rugía entre sus barbas sorprendido
Y el viaje era una estatua de su raíz al tronco y al ramaje
Un trabajo invisible de siglos y cimientos anhelantes
de aire
No hay detención posible hasta el arco de flores
y horizontes
Que señala su triunfo
Es el hombre
El hombre de pie sobre sus sueños.
Tienes carne color tormento milenario como los
desiertos de cólera variada y en el fondo idéntica
Tu tristeza es sentir la injusticia vertiginosa que
enmohece la marcha
Y arrastra los pedazos
Tu dicha sería romper las ataduras que te llaman
a las tinieblas
Y crear con tus manos un planeta en forma de corazón
Oyes la tos de los esclavos y un horno ruge en tus
entrañas
Oyes las maldiciones abatidas
Oyes gemir y gimes
Oyes los gritos del hambre bajo sombreros como
tabacos deshojados
Bajo los harapos de nocturna factura
Oyes el llanto y lloras
Oyes la muerte que sale de la noche entrando en los
huesos
Oyes el cuerpo del mundo retorcido en lamentos
Oyes al angustiado hermano de los pechos sin aire
Oyes gemir y gimes
Con todo tu esqueleto de amarguras inmensas
Mojado de siglos y catástrofes mojado de esperanzas
Oyes la súplica de los mares empuñados
Oyes caer las lágrimas a lo largo de la noche
Y las ves atravesar el día
Oyes sufrir y sufres
Oyes llorar al hombre y lloras como el hombre
Pero una fiebre de mariposa gigantesca
Parte del alba retardada entre redes opacas
Nace una hoguera y nace una voz rodeada de fuego
Una voz que redime a un astro ciego y taciturno
Una voz que se ha lavado en largos sueños
Una voz de torrente sacudido
Una voz de pavorosas profundidades
Una voz que levanta los gestos
Blandiendo el mundo entre centellas iracundas
Martillando en la fragua del universo
Una voz cansada de llorar
Y que se alza de sus principios
A la dignidad negada por inmundas razones
Y exigida por todas las raíces de su ser invencible
Una voz cansada de gemir
El hombre es paciente
Pero no tanto como el tiempo contemplado
Desde la orilla de la noche
El hombre es sufrido
Sus músculos labrados a golpe de milenios
Pero la tierra es suave y le comprende y le ama
De tantos siglos hasta tantos
El hombre es afable
La tierra le ama y pide un modo de armonía
Y quiere una forma de fraterna dulzura
No quiere estar cubierta de tragedias
Ni rodar bajo crímenes entre fiebres sangrientas
La tierra le ama
(Que sea siempre así)
Quiere su luz de flor meditativa
Quiere su dicha como un canto necesario a la marcha
Que caigan entonces los que construyen la desgracia
Los que cierran el horizonte
Los que impiden el canto
Que se entierren al fondo de su noche
Que caigan sí que caigan
Y vamos descargando los muertos al borde del planeta
Arrojemos carroñas al vacío
Y que el cometa del mal agüero les envuelva en
su sudario
Y les arrastre a la nada sin memoria
Se acercan los hombres en marcha desprendida
De montañas geológicas y llenos de ternura
Viene el hombre amado de la tierra
Con sus ojos de abrazo suficiente
Llega el hombre a pedir sus derechos
Yo me descubro a tu paso como ante un mar que viene
de la noche
Y te entrego mis manos y te entrego mi pecho
Y dejo a tus plantas la actitud de mi cerebro
Tienes un cuerpo traspasado como alarido de perro
nebuloso
Tienes tu voz de lágrima a sonrisa
Tienes tu cielo como un mar levantado por sus ansias
Tu tristeza es ver que no saben lo que vales bajo tu
piel terrestre
Tu alegría amasar el futuro de tus hijos como hierbas
entusiastas
De tu mujer como árbol de dulzura
Árboles árboles velad sobre el destino
Árboles cantando su existencia
Sed luminosos sobre el sueño del aprecio
¿Qué hora sería en el revés del mundo
Cuando tu corazón sintió su hora
Y que tu piel terrestre fue traspasada de alaridos?
Árboles árboles qué desnudez se acerca
Y qué mañanas de metal cantante se preparan
Las hojas contaban a la tierra sus proezas
Y la visión del venidero ilustre se alzó en algunos ojos
exclusivos
Que desde entonces lloran de fiebre entusiasmada
Qué hora sería qué hora
Cuando el mundo te trajo la noticia del futuro coronado
Los pies se hicieron rápidos
El cuerpo se vistió de desnudez en estatuas de viento
Y los ojos devorándose entre ellos como dos locos
furibundos
Rodaron entre soles y vidrios por todo el universo
Tus manos qué delirio de fuego qué ancha simpatía
Qué lento abrazo a los ruidos de la vida
Tu corazón en buzo bajando a sus raíces
Nadando en sus comienzos
De pie en su objeto comprendido
Tenías tanta hambre de ti mismo
Ruta de obscuras geologías de selvas submarinas
Y de sombras arrodilladas bajo el viento
Hasta el momento que una tiza en el sueño trazó
el destino
Levantó los gestos de sus profundidades
Y te dijo lo que eras y tendrías que ser
Sobre ese pedestal que recorres inconsciente
Qué hora sería qué hora cayendo de los árboles
Cuando los muertos dieron la orden de despertar
Y las tribus soñolientas mirando las estrellas
Se pusieron en marcha hacia la forma de sus lenguas
Hacia su esencia de memorias desveladas
Y su pasión de ser en penetrante vida
Idea redentora como un pan obscuro que se hace luz
de sangre y células
Qué hora sería entonces
El huracán rugía entre sus barbas sorprendido
Y el viaje era una estatua de su raíz al tronco y al ramaje
Un trabajo invisible de siglos y cimientos anhelantes
de aire
No hay detención posible hasta el arco de flores
y horizontes
Que señala su triunfo
Es el hombre
El hombre de pie sobre sus sueños.
ALFONSO CORTES
Pasos
Cuando, en el tumulto de la Tierra
sientan los seres su soledad,
dará una tregua eterna la guerra
del Ruido; hundirá en la antigüedad
sus pasos el Hombre y la Mujer,
surcarán la arruga de la frente
de Dios, donde del éxtasis de Ayer
se alza vapor incesantemente…
¡Y quedarán los enamorados
—como despiertos— y dos a dos,
la mirada fija en los Sagrados
Poros, de eterno sudor bañados,
de la frente arrugada de Dios!
Cuando, en el tumulto de la Tierra
sientan los seres su soledad,
dará una tregua eterna la guerra
del Ruido; hundirá en la antigüedad
sus pasos el Hombre y la Mujer,
surcarán la arruga de la frente
de Dios, donde del éxtasis de Ayer
se alza vapor incesantemente…
¡Y quedarán los enamorados
—como despiertos— y dos a dos,
la mirada fija en los Sagrados
Poros, de eterno sudor bañados,
de la frente arrugada de Dios!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)