viernes, 8 de febrero de 2013

JORGE LUIS BORGES





Diecisiete Haiku



1.-

Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

CARLOS JOHNSON BORDALI





La espera


Cómo anhela mi alma descubrir
nuevamente
brotar árboles desde el fondo del océano
Trepar por los atrios del tiempo
en una canoa redonda de esperanzas
Hablarle al águila
Desvestir su plumaje
Alzar una copa en el río pasional
como enjambre de polillas tras la luz
Subir por tu pupila azul
como mis manos por tu piel
Descubrirte en la sombra del éxtasis
o en la roquería austral despertar
después de zambullirme por tus acantilados
Ahí donde la vista se pierde en lo sublime.

Pero el silencio corroe el alma como el dolor
La estruja como pañuelo al viento
La hace temblar en los tejados de las colinas
y los rincones se hacen redondos
esperando tu arribo.

Quiero alcanzar tu puerto
marinera del alba
y fondear sobre tu cuerpo desnudo.


HUGO MÚJICA





Cauces



Sopla el viento
sobre lo oscuro de
                                  este invierno;       
sopla y pasa como un río
que pasando creara                                         
                                     él mismo sus orillas.
Siempre hay alguien que
se arrodilla
                  en la noche,
alguien en quien la espera
                                        se le abre alma en la carne.



ANA DEL ROSARIO MONTROSIS





Puliendo versos



Es tu mano quien bendice mi frente
mientras sigo durmiendo
bajo el manto de Eva


Es ella la que venda mis quejidos
de pluma blanca y negra


Es tu mano la que apresa mis versos
los suaviza, los solloza, los quiebra.

MARCELA COLLINS




  
Mi dedo del pie…


  
Mi dedo del pie
taquicardia de deseo
a un milímetro infranqueable
de su muslo.
Mi rodilla lo busca.
La rótula es incontenible.
No encuentra nada cuando lo encuentra
salvo la punzada fría de su excusa
para alejarse.
El aullido amordazado
de las pieles
me destierra del ópalo de fuego,
me sumerge en la obsidiana.
Me muelo la quijada
a golpes de carencia.
(yo uso dientes, boca, lengua...
una vez dije mandíbula,
pero hoy uso una quijada
para sentirme más cerca).
No puedo desintegrarme
en quinientascincuentaycincomil
quinientascincuentaycinco
partículas de sangre felina
porque sería una obviedad
de las que hacen reír
a los escorpiones.


ANDRÉS NEUMAN





Vaivén de gracias



¡Estar aún aquí
tan pegado a este suelo y respirando!
¿Cómo corresponder
la generosidad de los instantes?
Es posible que nunca alcance el don
de habitados sin más, ligeramente,
pero apenas el borde
¡qué dichoso me insiste, cómo, inmenso!
No he sabido llorar cuanto debía
y así voy viendo este vaivén de horas
sin saber dar las gracias, siempre en vilo.