domingo, 7 de febrero de 2016


JUAN RAMÓN ORTIZ GALEANO




Un murmullo entonado

"Yo voy andando y cantando,
que es mi modo de alumbrar"
(Atahualpa Yupanqui)



¡Así es! ¡Tránsito de las voces,
llanto de las cuerdas, crepitar de los tambores!:
hoy, la tierra se ha quedado sin canto,
el llanto de América se ha quedado sin nombre;
hoy ha muerto la mujer más bella,
la madre de todas las voces.

¿Acaso la Luna Tucumana
volverá a ser una pálida mancha
en el oscuro manto de la nada, en el vacío?

¿Acaso la Tierra Americana
ha perdido el canto perfecto
que la envolvía de la noche a la mañana?

Pero...
escucha...
Tucumán querido...
escucha...
Resistencia Latinoamericana...
¿Qué es aquello que palpita desde el valle,
desde el bosque infinito, desde el arroyo tibio,
desde el río y la montaña?

Hay un profundo murmullo
que palpita y se levanta
agitando el aire dulcemente,
un entonado murmullo que avanza y crece
acariciando el viento con su roce,
más allá de la tristeza, de la agonía,
más allá del aplauso mudo
y del huérfano llanto de las voces.

Es la Voz que representa la Lucha y el Coraje.
Es la Voz de la Resistencia.
Es la Tierra que canta.
Es tu voz, América Latina, ¡es Mercedes!
¡Es su canto que no muere
y siempre avanza!
¡Siempre avanza!
¡Siempre avanza!

¡Canta, Mercedes! ¡Canta!
 

De: "Patria Sangrante Aldea Enloquecida"


("Un Murmullo Entonado" integra la serie poética del mismo nombre, que se completa con los poemas "Estos Versos en el Agua" y "El llanto mutuo". Esta serie poética resultó Mención de honor "Concurso Flor de Poesía 2011" (Buenos Aires, Argentina), organizado por Centro Cultural "El Perro" y Bar Notable "Los Laureles", de Barracas. "Un Murmullo Entonado" fue escrito el 5 de octubre de 2009, a horas del fallecimiento de la Sra. Mercedes Sosa.)



CARMEN INÉS PERDOMO



  
Canto de agua



I

Mar,
he naufragado.
sumérgeme junto al ocaso.
Tempestad.


II

A lo lejos,
el velamen es un pájaro muerto.


III

Los vientos descifran
los artificios del mar.


IV

La fuerza que sumerge
a los náufragos
es la misma que eleva su espíritu.


De: Silencio en Llamas, 2005


LUIS ARMENTA MALPICA




Offertorium

Nadie más que la mano desarmada,
la tenue palma
y este dolor…
latido de muerte insomne.
Jaime Gil de Biedma



Estoy alerta mientras mi padre duerme la mitad de su cuerpo entre las sábanas.

Déjenme que murmure el encaje de una oración que crece de esta aguja
en las horas de estos huesos callados que hacen su ruido adentro
para que no se escuchen por mi casa.

Tengo así como un aire que se escapa de mi ojo
que naufraga en su intento por drenar su mirada de otra mirada
triste que así se le recuerde.

Afuera de mi cráneo hay una veladora
que grita en llamaradas la salvación de un hombre.

Adentro millones de velitas apagadas
estorban a éstas mis manos frías que hurgan por si he dejado de antes
otro cirio allá afuera.

¡Qué oscuridad tan larga en tan poquito tiempo!
Hoy he visto que un parecido a vidrio llevamos en las manos.
Parecieran romperse
—frágiles escudillas para cargar la sangre—
pero solo se ensucian o se rayan.
Tiemblan las manos inconteniblemente
después de pronunciada la trombosis.
Callo ante esta palabra que vuelca nuestras vidas.

Después de oída en el oído profundo que el corazón conecta
con los huesos
ya no son más los huesos ni el oído
los que duelen.

(Entre los ojos queda una pequeña película de sal
donde los hijos somos los actores del miedo.)

Déjenme solo un rato con mi cuerpo.
Quiero sentirlo a plenitud ahora que duele.

El cansancio es un dolor mayor de lo que había temido.
Y la angustia es una invalidez que se aloja en mis manos.

Los dedos torpes para cargar un cuerpo que parece
que muere pero lucha
teclean unas letras inmóviles ruidosas haciéndose a la idea de una larga caricia.

(No quiero la caricia dilatada
sino el abrazo fuerte que en sus olas rompía
cualquier adiós posible.)

Con la especial tristeza de las cosas comunes
las que ambos —a la par— mantuvimos hundidas en la frente
digo que para amar es necesario haber
estado solo.

Lo sé tan bien ahora que por sentirme solo
puedo decirle «te amo»
                tan solo
con el tacto.

Nunca fueron más torpes estos dedos
que ahora que recorren las últimas doce horas
de este día que comenzó de pronto
con la mitad del cuerpo
desvalido.

Mi padre está aferrado a su mitad
—aunque se duerme.

La otra mitad le corresponde a Dios
pero aún no despierta…

(Poemas tomados de Des(as)cendencia / Des(as)cendance. Traducción al francés de Gabriel Martín y Jacky Santos Da Silva. Écrits des Forges y Mantis editores, 1999.)


CESAREO MARTINEZ



  
Tal vez estará la muerte



Yo también estaría muerto si estuviera aquí
O quizás vivo
Innoblemente muerto pero altivo
Tal vez alguien viva sólo en este instante
Pero de algún modo también estará muerto
Pero su cabeza y mi casa naufragan en la muerte
Diligentemente flotan sobre aguas difuntas
No obstante, este oído se empecina y quiere
resucitar las cosas muertas
Pero él también quizás esté muerto
Deliberada y políticamente muerto
Todos se han ido de lo que era mundo
Y hay sólo una viva vaciedad de signos
Un rostro batallando entre la bruma
Salvo. Tal vez. Quizás.



ADALBERTO GARCIA LOPEZ




Sueño número 93



De tu piel brotó el paisaje.
Tinta negra
desenlazaban los nudos de tu piel.





Pendo de un hilo
tocando tu húmeda piel:
pendo en sus filos.






Ligera y suave.
Ligera como un beso:
plumaje de ave.





Pétalos rojos,
diluvio de amapolas
que abren los ojos.





Te vas, me voy pero me quedo porque te quedas.
Vuelve amor, amor mío, te vas y no regresas.

Despistado el sol carnal, lloro por ser la presa,
¡infame presa me digo! ¡el dolor no cesa!

Se escapa de mi cuerpo la mar de tu presencia,
la solemnidad de tu corriente que me besa.

Ojos abajo, acaso fincados en la fecha
-nunca abiertos, nunca cerrados a tus venas-

donde mi boca hizo a tu boca disuelta
y donde habrá de esconderse la vergüenza.

El dolor no cesa: soy la herida abierta.
Que el dolor no cesa: te vas y no regresas.






TOMÁS COHEN




Pasamanería



Pastor a goterones
de plomadas, de medusa,
sin hallar la cueva
te llueves, de bruces
y rosas lamentables
de papel que incendia
traman la frazada
de vello sobre el niño.
Pastor sin adonde
el balar huyera,
te refugias en la flauta
como si ordeñaras
y pisadas de ola,
venturosas en la arena,
espuman, abruman
instantes de hueso.
Niño lanudo, pastor seco,
¿qué tambor atruena?
¿Qué algazara
todavía vuelca estantes
y estampa antílopes en bicho?
Pastor manco, niño empapelado,
¡qué bombo en estadio vacío
apenas para circuir que ablanda!
¡Qué escabeche genital y veneno atento
no más para regar con monedero!
Del leopardo del suelo jaspeado por llovizna
que trepa sin garras, de manchas a vapores,
no distingo ya tu néctar estrellado
y del cadáver delantero a tu siga
va al mercurio un dolor de lingotes.
Momio adolescente, tallaste
tu milagro molesto como un leñador. Dale
con tu purga y durma, con tu disparate,
liquidación y aguacero—
Mas, todavía
la felpa de potro rellena a un conejo,
todavía, el pecho de fiesta que no invita,
idos los ladrones, todavía
ladra enrejado un corazón,
¿de quién?



De “Redoble del ronroneo”