Pasamanería
Pastor
a goterones
de
plomadas, de medusa,
sin
hallar la cueva
te
llueves, de bruces
y
rosas lamentables
de
papel que incendia
traman
la frazada
de
vello sobre el niño.
Pastor
sin adonde
el
balar huyera,
te
refugias en la flauta
como
si ordeñaras
y
pisadas de ola,
venturosas
en la arena,
espuman,
abruman
instantes
de hueso.
Niño
lanudo, pastor seco,
¿qué
tambor atruena?
¿Qué
algazara
todavía
vuelca estantes
y
estampa antílopes en bicho?
Pastor
manco, niño empapelado,
¡qué
bombo en estadio vacío
apenas
para circuir que ablanda!
¡Qué
escabeche genital y veneno atento
no
más para regar con monedero!
Del
leopardo del suelo jaspeado por llovizna
que
trepa sin garras, de manchas a vapores,
no
distingo ya tu néctar estrellado
y del
cadáver delantero a tu siga
va al
mercurio un dolor de lingotes.
Momio
adolescente, tallaste
tu
milagro molesto como un leñador. Dale
con
tu purga y durma, con tu disparate,
liquidación
y aguacero—
Mas,
todavía
la
felpa de potro rellena a un conejo,
todavía,
el pecho de fiesta que no invita,
idos
los ladrones, todavía
ladra
enrejado un corazón,
¿de
quién?
De “Redoble del ronroneo”
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