jueves, 3 de agosto de 2017


PIEDAD BONNET





En consideración de la alegría



A qué llorar, me digo,
todo estaba previsto
me muerdo las falanges
los asombros por qué
miro la luna
ajena y sola y sobria en su talante
si desde siempre
desde el nacer, desde el morir, y en cada hora
pacientemente crece el hilo, crece,
y también crece la baba del gusano y la piedra
atravesada aquí,
bebo y saludo
y soy cordial con mi vecino ciego
pues no son tiempos estos dados a patetismos,
ni es elegante
exhibir el dolor.

A qué llorar, me digo:
sería
inoportuno con la muchedumbre
que ríe afuera con su risa de siglos.



FERNANDO CHARRY LARA




Ciudad
 


Por el aire se escucha el alarido, el eco, la distancia.

Alguien con el viento cruza por las esquinas y es un
instante
su mirada como puñal que arañara la sombra.
Desde el desvelo se oyen sus pisadas alejarse en secreto
por la calle desierta tras un grito.

Una mujer o nave o nube por la noche desliza como río.
Junto al agua taciturna de los pasos
nadie le observa el rostro, su perfil helado
frente al silencio blanco del muro.

(Por el mar bajo la luna su navegación no sería
tan lenta y pálida,
como por los andenes, ondulante,
su clara forma en olas
avanza y retrocede.

Esos pasos, rozando el aire, se niegan a la tierra:
no es el repetido cuerpo que en hoteles de media hora
entre repentinos amantes y porteros
su desnudo deslumbra bajo manos y manos
y despierta soñoliento en un
apagado movimiento
mientras a la memoria
acuden en desorden lamentos.

En la oscuridad son relámpagos
la humedad en llamas de esos ojos
de oculta fiera sorprendida,
y algo instantáneo brilla,
la rebeldía del ángel súbito
y su desaparición en la tiniebla).

La noche, la plaza, la desolación
de la columna esbelta contra el tiempo.
Entonces, un ruido agudo y subterráneo
desgarra el silencio
de rieles por donde coches pesados de sueño
viajan hacia las estaciones del Infierno.

Duermevela el reloj, su campanada el aire rasga claro.
En el desierto de las oficinas, en patios,
en pabellones de enronquecida luz sombría,
el silencio con la luna crece
y, no por jardines, se estaciona en bocinas,
en talleres, en bares,
en cansados salones de mujeres solas,
hasta cuando, como con fatiga,
la sombra se desvanece en sombra más espesa.

Desde la fiebre en círculos de cielos rasos,
oh triste vagabundo entre nubes de piedra,
el sonámbulo arrastra su delirio por las aceras.
El viento corre tras devastaciones y vacíos,
resbala oculto tal navaja que unos dedos acarician,
retrocede ante el sueño erguido de las torres,
inunda desordenadamente calles como un mar en derrota.
Siguen por avenidas sus alas, su vuelo lúgubre por
                                                           suburbios:
se ahonda la eternidad de un solo instante
y por el aire resuena el alarido, el eco, la distancia.

Muerte y vida avanzan
por entre aquella oscura invasión de fantasmas.
Los cuerpos son uniformemente silenciosos y caídos.
Un cuerpo muere, más otro dulce y tibio cuerpo apenas
                                                                  duerme
y la respiración ardiente de su piel
estremece en el lecho al solitario,
llegándole en aromas desde lejos, desde un bosque
de jóvenes y nocturnas vegetaciones.


De "Los adioses"
 


MARCELO DANIEL FERRER




Improvisamos



¡La improvisación es el sesgo!
Un instante, sacudidos de vida, nacemos
Sin tiempo para planificar lo que haremos.

Así entre la tranquilidad y el desvelo,
Entre risas y desconsuelos,
Entre ardores y desamores...
Extendiendo la mano o esquivando el sayo,
Día por día avanzamos improvisando.

Y mientras giramos por el universo
En milenaria rutina celestial,
Amamos, odiamos,
Nos educamos.
Avanzamos, nos desmoralizamos,
Creemos en la divinidad y rezamos
O excomulgados andamos por
La soberbia mezquindad de quienes
Igualan castidad y libertad.

En ese universal suspiro de vida
Buscamos la huella de una utopía
O nos marcan con la huella de la hipocresía.
Nos mecemos con el viento de lo ya inventado
O modelamos sueños y los inmortalizamos.

Al fin la muerte en uso de su fundamento
Irrumpe en la apatía de una noche o durante el día
Exhumando al alma de nuestro cuerpo sin vida
En ese inerte santificado segundo,
Entre lo divino y la hoguera donde nos redimimos
Es premio descubrir que, aún improvisando,
Hicimos cuanto pudimos.


RAMÓN VALDEZ







Porque odio la soledad, que ya mucho he sufrido,
Porque te quiero y no quiero ser causa de otro fracaso,
Por eso cuando te miro, por eso cuando te abrazo
Nada quiero yo saber de la vida que has tenido,
Y si murmuro a tu oído, la pregunta que tendré,
Será la misma de siempre
Decime amor, ¿me querés?



JUAN CARLOS SUÑEN





Y cierra
la puerta, vuelve
el rostro: mira al perro
por encima del hombro
izquierdo. Siente la punzada.

También ha sido
zarandeado por la noche, pero
pensando en ello nunca
se salva cosa. Vale
sólo luchar contra el caolín molido
de la esperanza, una
y otra vez sacar brillo al mismo objeto,
roer el mismo juguete.


De "El hombro izquierdo"


EDITH SÖDERGRAN




El ansia de los colores



Porque soy pálida amo el rojo, el amarillo y el azul,
la gran blancura es melancólica como el crepúsculo
          en la nieve,
como cuando la madre de Blancanieves a la ventana se sentaba
          anhelando también para sí el rojo y el negro.
El ansia de los colores es el de la sangre. Si tienes sed
          de belleza
cerrar debes los ojos y mirar en tu propio corazón.
Pero la belleza teme al día ya las miradas excesivas.
Pero la belleza no soporta el ruido ni los movimientos excesivos -
 no debes llevar tu corazón hasta los labios,
perturbar no debemos los nobles anillos de la soledad y del silencio, -
¿se puede hallar algo más grande que un enigma sin resolver
          y con extraños rasgos?
Taciturna seré toda mi vida,
una habladora es como el gárrulo arroyo que a sí mismo se traiciona,
un árbol solitario seré yo en la llanura,
los árboles del bosque perecen de ansia después de la tormenta,
debo estar sana de pies a cabeza y tener dorados rayos en la sangre,
debo ser inocente y pura como una llama de húmedos labios.



Versión de Renato Sandoval e Irma Sítanen