sábado, 29 de abril de 2017


CÉSAR DÁVILA ANDRADE




Reunión bajo el piso



Pasa de mí esta sopa sin fondo. Pasa
de mí esta copa de hielo
en que humedece
su ojo de vidrio
el Tenedor de Libros.

Pasa de mí este suelo
en el que dilapido,
metro a metro,
el tiempo de perderme
en la Tierra,
suspensa como un chiste.

Pasa de mí la esfera y la circunferencia,
pues no hay cabeza ni diadema ya
entre los bellos polos del demente.

Pasa de mí todos los recipientes
y devuélveme
a la luz del Vacío Boquiabierto.





FRANCISCO GONZALEZ DE LEON




El alma es una beata...



En la indolencia de las tardes quietas,
algunas de esas tardes femeninas
con alma de beguinas
rezando "Horas Completas".

Tardes azules que al llegar la noche
se hacen moradas y en seguida grises:
tardes que al envejecerse
patinan el color de sus matices.

Impreciso y callado entre el amago
de sus medias tintas,
el patio se nivela.
Yo alcanzo a descubrirlo
desde mi azotehuela.

El patio por tan triste, parece estar enfermo;
el patio, por tan grande, parece una plazuela;
el patio a la distancia, supersticiona un yermo.

Acaso sea la hora de cautelosa cita;
de sombras y misterios el ámbito se llena;
y como en tradiciones de un libro cenobita,
cruce por aquel patio llorando un alma en pena.

Y al contacto sedoso de tardes sin deseos
en que en balsas de aceite se amodorran los ruidos
andan por los rincones medrosos cuchicheos,
y el alma es una beata que cree en aparecidos.


De: Voces de órgano




ALFREDO R. PLACENCIA




Las estrellas



Llaman islas de luz a las estrellas
y no sé la razón por qué las llaman.
Dicen que hay un beleño misterioso
en su tibio fulgor para las almas;
y hay quien diga que ellas, muchas veces,
sus pupilas encienden la esperanza.

¡Qué mentira tan triste…!
Yo jamás he pensado en contemplarlas.
Cuando buscan mis ojos las estrellas,
las estrellas se esconden o se apagan…

Dicen que sus fulgores, simulando
blanca lluvia de lágrimas,
tristemente descienden por las noches
y visitan las ruinas solitarias
de retoños silvestres
o de fúnebres musgos coronadas.

Tal vez lo hagan así. Suele el viandante
de tiempo en tiempo suspender la marcha,
y sentarse a leer en cada piedra
que el tiempo azota o la intemperie labra,
la memoria inextinta y dolorosa
de las cosas pasadas.

Tal vez lo hagan así; mas hace tanto
que inútilmente el corazón lo aguarda…

Muchas veces, de noche,
me he sentado a las puertas de mi casa;
y en mis largos insomnios,
y en mis continuas y mortales ansias,
¿qué han hallado en el cielo mis pupilas…?
Abismo, soledad, tinieblas… ¡nada…!
que aunque alumbran las ruinas, las estrellas,
no hay que esperar que alumbren para el alma.

Dicen que los poetas, esos seres
que adivinan lamentos y palabras,
sollozos, anatemas,
gritos, imprecaciones o amenazas,
las han visto llorar sobre las tumbas,
cuando el silencio de la noche avanza,
a envolver las gavetas y las cruces
en el triste vapor de sus miradas.

¿Para qué mentirán…? Si fuera cierto
que de las tumbas y el dolor se apiadan,
yo lo supiera bien. ¡Ay, cuántas veces,
huyendo del dolor que me acompaña,
me he sentado a las márgenes del río,
por sentir a mis pies quejarse el agua
y en la arena ensayar la última estrofa
que en rumores traducen las montañas…!

¿Para qué mentirán…? Huérfano y solo,
sin luz la frente: y sin calor el alma,
¿qué otra cosa es mi vida que una tumba
de mortales recuerdos coronada...?

Muchas veces, de noche,
me he sentado a las puertas de mi casa;
y en el ir y tornar de mis recuerdos,
y en mis continuas y mortales ansias,
se han hundido en el cielo mis pupilas,
mas no logra encenderse mi esperanza.
Cuando buscan mis ojos las estrellas,
las estrellas se esconden o se apagan.




ISABEL FRAIRE





Breve incendio de pájaros agudos
con la aurora en el pico caen muertos
bajo una andanada de papeles
fechas, citas, silencios.

El gigante del mundo crece, hueco
con un niño en los brazos
de ojos grandes abiertos
que nace cada día, decapitado.

Se han tapado las bocas con escombros
los ojos se han nublado
las manos se entreabren y entrecierran
y en estremecimientos sucesivos
se sacuden la carne y los deseos.

Cada día la historia es más antigua
las palomas más nuevas cada día se repiten
el milagro se empolva en un momento.

El tiempo se acelera, estrechando su órbita
sin futuro, de círculo cerrado.


ELSA LÓPEZ




Aladas



Yo no soy esa muchacha
de pelo ensortijado y cintas en el pelo
que baila para ti en los antiguos salones del Coimbra.
Yo no soy esa otra que se desliza suavemente
por las gastadas alfombras del viejo comedor
                     -los brazos en alto como nubes o pájaros-
tarareando canciones que te dejan partido el corazón..
No te engañes, mi amor,
no confundas mi voz y mis canciones
con el tono ligero de las suyas.
Resucítame y créceme, amado, no te escondas.
Emerge de la lluvia, del mar, de las cenizas.
Resurge en llamaradas.
Que el brillo de tu rostro no lo empañe la noche
ni el llanto de mis ojos.
Acaricia mis hombros
con la suave ternura de otros tiempos
                      -la misma que utilizas con ella-
y di que aún soy hermosa
y que mi pelo brilla como si fueran alas.

No me hagas la muerte más difícil.


2002


De: "Mar de amores"



VICENTE NÚÑEZ



  
Libros

                                      En el gabinete de Walter Wartburg



En el frío papiro de turbios editores
volqué yo aquellas ansias de una pasión sin límite.
¿Era eso mi vida? Asco me dio de ella.
Con qué clarividencia sentí que estaba muerto.


De: "Ocaso en Poley"