sábado, 9 de abril de 2016


FRANCISCO GRANIZO RIBADENEIRA




Creación



El hombre es una creación de Dios,
un animal que sufre
que recuerda en un parque,
alimenta palomas huecas,
lleva la mano al bolsillo pelusa
confirma con las yemas
una mancha de cera
una carta amarga y el frío oscuro
del metal con el que desafiará a Dios
creación del hombre. 


EUGENIO DE NORA




Elegía a la belleza exterior



Quiero cantarte hoy, amor mío,
con voz de cielo bajo el agua.
Tú me estás arrancando con la vida
esta canción, ay, ésta, la más tierna y amarga.

Tú me estás enseñando con la y ida
un paraíso de rosas y manzanas;
por tu mirada niña y tu voz sola
la primavera más antigua canta.

Aquí me tienes queriéndote tanto,
llorándote como una flor sin alas,
porque te vi, y ya no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.

¡Yo te busqué! Pedí al mundo y al sueño
una forma que me expresara,
y anhelé, sobre todas las cosas,
conocer la verdad de mi alma.

¿No existe nada, amor, que nos exprese?
¿Tu eres también también desesperanza?
Aquí estoy otra vez sin respuesta
mientras todo es tránsito y sueño y distancia.

Pero ya no podré quejarme
aunque me cieguen la mirada.
He visto en ti lo deseado
bajo la luz de la esperanza.
Ya te miré. No sólo el cielo
de lejanía inviolada,
el misterioso país de las formas
que enseñan ensueño y distancia.

No sólo ángeles y diosas
en la niebla azul de la fábula.
¡Sino también lo bello aquí,
la tierra hermosa y su abundancia!

Cada vez que la vida agita
como una brisa la pradera mágica,
miro pasar la belleza sangrando
música y besos y palabras;

entonces, amor mío, llega
la primavera casi extenuada,
y hace nidos en tus cabellos
para mis palomas y palmas;

entonces, amor mío, entonces,
todo en el mundo se prepara
para cobijarse en tus ojos
como un anillo en el fondo del agua

y surgen vivas en tu boca
todas las flores que esperaban.
¡Oh, noche de mi corazón
llena de pájaros que cantan!

¿Quién no querrá llorar de fuego
amordazado por mil guitarras?
¡Amor! ¿Quién no te verá entonces
durmiendo en brazos de la nada?

Cuando dos horas de flor joven
van a juntarse o se separan,
cuando la última pared se rompe,
nos asomamos otra vez al alma.

Hemos llegado ya a la cima,
desdoloridos y sin ansia.
Pero esperamos descanso y respuesta
y vemos sólo otra vez distancia.

Aquí me tienes aún mirándote,
soñándote con la nostalgia
de no haberte visto en la vida.
Aquí tienes mi herida esperanza.

¡Ese soy, sobre nuestra muerte!
¡Roto en la luz de tu mirada!
¡Llorando, soñando por ver
a través de tu forma mi alma!

Voy a sentarme junto al río,
y miraré pasar el agua.
Te vi. Ay, de mí. No diré
que no encontré lo que buscaba.



FEDERICO GARCÍA LORCA




Hay almas que tienen…



Hay almas que tienen
azules luceros,
mañanas marchitas
entre hojas del tiempo,
y castos rincones
que guardan un viejo
rumor de nostalgias
y sueños.

Otras almas tienen
dolientes espectros
de pasiones. Frutas
con gusanos. Ecos
de una voz quemada
que viene de lejos
como una corriente
de sombras. Recuerdos
vacíos de llanto
y migajas de besos.

Mi alma está madura
hace mucho tiempo,
y se desmorona
turbia de misterio.
Piedras juveniles
roídas de ensueño
caen sobre las aguas
de mis pensamientos.
Cada piedra dice:
¡Dios está muy lejos!


(8 de febrero de 1920.)


JOSÉ MARTÍ




Abril



Juega el viento de Abril gracioso y leve
Con la cortina azul de mi ventana:
Da todo el sol de Abril sobre la ufana
Niña que pide al sol que se la Lleve.

En vano el sol contemplará tendidos
Hacia su luz sus brazos seductores,
Estos brazos donde cuelgan las flores
Como en las ramas cuelgan los nidos.

También el sol, también el sol, ha amado
Y como todos los que amamos, sonriente
Puede llevar la luz sobre la frente,
Pero lleva la muerte en el costado.




GLORIA GABUARDI







Mis recuerdos



Como llaga y carne
como relámpago y sus días de calma,
en el último rincón de mis pupilas,
los guardo uno a uno
los camino siempre
como viajera inagotable:
cada piedra, cada hoja, cada canción.
¡Hay vida, rica mía, cómo me dueles!


Del libro Defensa del Amor


FEDERICO BERMÚDEZ Y ORTEGA




Del arado



Van los tardos bueyes, paso sobre paso,
bajo los ardores del ardiente sol;...
van por la llanura cuyo campo raso
hace tiempo huellan, paso sobre paso,
a la voz amiga de su conductor.

Van a la frescura del abrevadero
dos angustiosos; presas de la sed
arando el campo medio día entero,
del sol de agosto bajo el gran brasero,
¡marchan a las aguas del abrevadero
aliviar el fuego del bochorno cruel!

¡Vaya un sol quemante; cómo da en la testa
en el amplio lomo del paciente buey,
el que no descansa porque no protesta,
el que siempre lleva sobre lomo y testa
gran pesadumbre de la eterna ley!

Débiles los miembros, las fauces jadeantes,
marchan lentamente como en procesión,
los enormes cuerpos casi vacilantes,
queriendo rendirse tristes y jadeantes,
la escasa alfombra del seco pajón.

Con sus grandes ojos, mansos y conformes,
del camino miran al linde final,
la enfilada tropa de árboles enormes,
donde fatigados, mansos y conformes
gozarán un rato de tranquilidad.

¡Qué gigante lucha de este medio día!
¡Cuántas desazones! ¡Vaya un bravo arar!
Para abrir el surco, ¡qué triste agonía!
¡Y aún están los músculos para medio día
que el arado espera para trabajar!

Aún los troncos firmes de las firmes astas
sentirán el yugo largas horas más;
y halando el arado por las tierras vastas,
conquistando fuerzas alzarán las astas
al "¡oh de los bueyes!" de su capataz.

Darles grandes fuerzas al Señor le plugo,
músculos de acero, bríos de titán,
y aunque desfallezcan bajo el recio yugo,
son los elegidos y al Señor le plugo
darles una vida para trabajar.

Si no dan sus fuerzas para esas fatigas,
¿qué se harán los sueños del cultivador
que ha soñado un campo de rubias espigas?;
si no dan mis fuerzas para esas fatigas,
¿quién limpia la tierra de cardos y ortigas,
para los milagros de la producción.

Si lo quiere el amo para sus riquezas
y lo exige el látigo del buen conductor,
es indispensable preparar las fuerzas,
¡resistir el yugo sobre las cabezas,
dando al amo frutos para sus riquezas,
recibiendo en cambio su agua y su pajón...!

....

¿Y a qué más alto anhelo? ¿No está remunerado
su amargo sufrimiento, su eterno trabajar?
En cambio de las horas eternas del arado,
¿no están una miseria de tiempo en el cercado,
mientras el amo apura su vino y su manjar?
Descansarán ahora, por término marcado,
y luego ¡a la faena penosa volverán...!

¡Volverán los bueyes, paso sobre paso,
bajo los ardores del ardiente sol,
por la gran llanura cuyo campo raso,
hace tiempo huellan, paso sobre paso,
a la voz amiga de su conductor...!