jueves, 4 de septiembre de 2014

RUBÉN DARÍO



De otoño

 

Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
Con aquella locura armoniosa de antaño?
Esos no ven la obra profunda de la hora,
La labor del minuto y el prodigio del año.

Yo, pobre árbol, produje al amor de la brisa,
Cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡Dejad al huracán mover mi corazón!

 

LEOPOLDO LUGONES

 

Balada del fino amor

                             "Voi che sapete ragionar d'amore,
                                     udite la ballata mia pietosa".
                                                                      Dante

  

Bajo el remoto azul de un cielo en calma,
y al susurrar de la alameda umbría,
para tu elogio he de contar un día
cómo fue que el amor nos llegó al alma.

Cómo fue...¿Pero acaso, no es sabido
el modo de venir que tiene el ave,
cuando recobra, peregrina y suave,
la solitaria intimidad del nido?

O alguien ignora lo que pasa, cuando
la luna de las flébiles congojas,
a través de las almas y las hojas,
derrama sombra y luz, como llorando?

Y habrá quien no haya visto en un inerte
crepúsculo, de gélidos candores,
caer las violetas ulteriores,
de las lánguidas manos de la muerte?

 

 

ENRIQUE LARRETA



La gitana


Vete, vete, gitana, la de los peines rojos.
Gitana, la gitana, la del olor impuro.
Florero de claveles. Zacatín de los piojos.
Pero no, no te vayas. Aquí tienes el duro.

Aquí tienes mi mano. Clava, clava tus ojos,
clávalos en los míos, si quieres. Yo te juro
sobre tus amuletos y quebranta cerrojos
y chusquines robados, que no temo el conjuro
 

de tus pestañas, aunque todos saben que pones
en ellas cierto dengue de hollín, cierto agorero
tiznajo de candiles, con sus invocaciones.

¡Ah! gitana de almíbar, pegajosa y lejana
como tu voz, ¡ah!, vete, vete cuanto antes. Pero
no te vayas aún, no te vayas, gitana.

 

 

RICARDO JAIMES FREYRE



Amor de otoño
(fragmento)

 

¡Un sol de otoño, señora mía
Un sol de otoño que envidiaría
la primavera del Mediodía.

También los valles visten de fiesta
cuando sus rayos doran la cresta
de la cercana colina enhiesta;

cuando se esparcen por la campiña,
sobre las ramas en donde apiña
su ardiente fruto la fresca viña;

cuando en las frondas el viento ruge,
gime y jadea, y al rudo empuje
la frágil rama vacila y cruje.

A nuestras plantas, que van inciertas
y al azar cruzan calles desiertas,
se precipitan las hojas muertas.

Pasó la suave melancolía
de la mañana. ¡Ved qué alegría
flota en el aire, señora mía!

¡Naturaleza tres veces santa
¡Himno de fuego que el sol levanta
y amor que en todas las cosas canta:

Amor... ¿Oísteis...? Amor. ¿Acaso
no véis cómo arde todo a su paso?
Amor de otoño que huye el ocaso.

Dejad, señora, que un breve instante
pose mis labios, como un amante,
en el extremo de vuestro guante.

Como un amante que ve de hinojos
la maravilla de vuestros ojos,
de vuestros labios frescos y rojos;

como un amante que fuera un niño
que pide, en premio de su cariño,
la flor que adorna vuestro corpiño.

¡Si me la diérais...! ¡Quién sabe...! Un día
tal vez formase la gloria mía,
pues como un niño la guardaría.

¿Dudáis? No en vano mi labio jura,
júroos, señora, que mi ventura
fue una caricia fugaz y pura.

Tan fugaz, tanto, que no soy dueño
de su memoria, y es grave empeño
saber si todo no ha sido un sueño.

Y nada, acaso, más hondamente
que ese recuerdo turba mi mente,
hiere mis ojos, nubla mi frente...

(Ved ese palio de enredaderas:
sus blancas flores son las postreras
y en ellas viven las primaveras;

bajo sus hojas el sol no brilla;
ofrece un tronco rústica silla.
Cerrad, si os place, vuestra sombrilla.)

Caricia..., sueño... La historia es breve...
Mas, ¡quien a hablaros de amor se atreve
si en él es fuego y en vos es nieve

Frío de nieve pasa por esos
labios inmóviles, nido de besos
por repentinos desdenes presos...

Jamás, señora, la ley se infringe;
pasión, desvíos o celos finge,
pero su enigma guarda la Esfinge.

Y hasta hoy la clave no he descubierto,
y ya mi barca se acerca al puerto...
las playas solas... el mar desierto...

 

GUILLERMO VALENCIA CASTILLO


 
Pigmalión

 

En líbico marfil tallas tu sueño
de amor, la ninfa de tu ser exalta,
y entre labios de olímpico diseño
flores de perla tu buril esmalta.

Sufres; el bloque de mirar risueño
donde la fiebre de la vida falta
yace inmóvil: la sangre de tu dueño
bajo las curvas gélidas no salta.

Atiende el cielo tu clamor. "Resurge",
Apolo clama; la beldad esquiva
tórnase carne y a la vida surge;

la besas bajo el ático plafondo,
y entre la red de su pestaña viva
hallas lo azul sin límite ni fondo...


JULIÁN DE CASAL



2. Mis amores
 

Soneto Pompadour

Amo el bronce, el cristal, las porcelanas,
las vidrieras de múltiples colores,
los tapices pintados de oro y flores
y las brillantes lunas venecianas.

Amo también las bellas castellanas,
la canción de los viejos trovadores,
los árabes corceles voladores,
las flébiles baladas alemanas;

el rico piano de marfil sonoro,
el sonido del cuerno en la espesura,
del pebetero la fragante esencia,

y el lecho de marfil, sándalo y oro,
en que deja la virgen hermosura
la ensangrentada flor de su inocencia.

 

De "Hojas al viento"