lunes, 21 de enero de 2013

JIMENA ARNOLFI






Planisferio N°5 con división geográfica de la angustia



Somos un bazar del litoral
siempre cerrado a la hora de la siesta
y vos, que no sos ni turista
ni de ningún lado
llegás a casa con tu bolsita a cuestas
pateando veredas rotas
e identificando los árboles de la ciudad
ese es un lapacho rosado
decís cuando llegás a mi casa
y ves la sombra a punto de sangrar.

Otra vez con el corazón como lata atada
al parachoques trasero
de un auto que pierde humo
porque vos no ves la cara que ponés
cuando hablás de antes de ayer
como estirando el cuello
para llegar a esa salina
que está a dos metros de altura
esa salina o desierto
que es la zona de la angustia
la que en los mapas
está dibujada con óvalos color té con leche 

ANA MIRAVALLES





2


El desierto sería fascinante
si tuviera infinitos
médanos de arena, ocasos
radiantes de luz, frías las noches
y oasis con palmeras y agua
fresca en el fondo de un pozo
o en el espejo 

Inconmensurable

del horizonte.

Pero no.

CECILIA OLGUÍN





Belleza



Todas mis esquirlas están latiendo demasiado
¿recordarán tus manos la curva exacta de mi nombre?
Lo importante: poetizar hasta las ventanas rotas. 

MAX AUB





Pregunta


¿Qué quieres, joya y piedra,
noche galana?
¿Engañarme con tu seda
azul y alada?
Como si yo no supiera
que al albor de alba
tanto lucero y estrella
quedará en nada.
Telaraña de planetas,
¿qué oscura araña
escondida envenena,
noche africana,
tanto lucero y estrella?
¿Qué nos separa?
Ni tú llegas a tierra,
ni yo tengo alas.

20-3-42

EDUARDO LIZALDE





Que tanto…



Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;
que se pierda
tanto increíble amor.
Que nada quede, amigos,
de esos mares de amor,
de estas verduras pobres de las eras
que las vacas devoran
lamiendo el otro lado del césped,
lanzando a nuestros pastos
las manadas de hidras y langostas
de sus lenguas calientes.

Como si el verde pasto celestial,
el mismo océano, salado como arenque,
hirvieran.
Que tanto y tanto amor
y tanto vuelo entre unos cuerpos
al abordaje apenas de su lecho, se desplome.

Que una sola munición de estaño luminoso,
una bala pequeña,

un perdigón inocuo para un paro,
derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
y desgarre el cielo con sus plumas.

Que el oro mismo estalle sin motivo.
Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
se destroce.

Que tanto y tanto, una vez más, y tanto,
tanto imposible amor inexpresable,
nos vuelva tontos, monos sin sentido.

Que tanto amor queme sus naves
antes de llegar a tierra.

Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
niños, animales domésticos, señores,
lo que duele.

VERONICA VOLKOW





Jardin     



Hay en mi jardín rosas que deshojan
un corazón abierto al descampado.
Así es la flor,
su desnudez es magia.
Le pido a la rosa me guarde,
en la fragilidad, secretos dones
y a la espina me otorgue la humildad
y sus manos precisas.

Pido un techo que no tape, que recuerde
                                                       al cielo
y una ciudad que es nueva siempre
porque no agota sus caminos,
y le pido al río su fluir,
su muerte en el instante
que también es vuelo.