sábado, 30 de noviembre de 2013

JOSÉ LEZAMA LIMA




Son diurno



Ahora que ya tu calidad es ardiente y dura,
como el órgano que se rodea de un fuego
húmedo y redondo hasta el amanecer
y hasta un ancho volumen de fuego respetado. 

Ahora que tu voz no es la importuna caricia
que presume o desordena la fijeza de un estío
reclinado en la hoja breve y difícil
o en un sueño que la memoria feliz
combaba exactamente en sus recuerdos,
en sus últimas, playas desoídas. 

¿Dónde está lo que tu mano prevenía
 y tu respiración aconsejaba?
Huida en sus desdenes calcinados
son ya otra concha,
otra palabra de difícil sombra.
Una oscuridad suave pervierte
aquella luna prolongada en sesgo
de la gaviota y de la línea errante. 

Ya en tus oídos y en sus golpes duros
golpea de nuevo una larga playa
que va a sus recuerdos y a la feliz
cita de Apolo y la memoria mustia.
Una memoria que enconaba el fuego
y respetaba el festón de las hojas al nombrarlas
el discurso del fuego acariciado.


SERGIO GARCÍA ZAMORA




Viviendo en Matanzas


Sales a las cinco
de la mano con tu amor.
Cruzas y recruzas sobre el San Juan murmurante.
Has vivido siempre con el río a la cintura:
Escamandro personal, devenir heraclitano.
Cruzas y recruzas sobre la vida
de quien es para tu vida un puente.
Muchachos altos como bagás
cabecean en la orilla.

Junto a la Ermita de Monserrate
habrás hecho tal vez tu confesión:
no pensaste escribir la palabra loma,
miedo provincial a decir altísima loma
y quedar en soledad como ha quedado
el sueño de Cuba en la manigua.

Sales a las cinco
hacia la entraña del día mambí.
Avanzas entre la gente que marcha a sus trabajos,
entre la gente que vive
medio aturdida, medio degollada.


DANIELA DÍAZ ÁLVAREZ




Piedras de azufre


Dios preñó mis piernas.
Tomó los muslos, atrincheró el vientre.
Rasgó las venas.

Compartí el chasquido de sus dedos.
Salvaje criminal en las noches.
Iluminó la uña crujiente del pasado.

¡Dios me ha hecho el amor tantas veces!
Dientes que olvidan los labios,
despertar de hombres.
Televisor incrustado en el pecho de mi amante.

Lloro piedras de azufre.
Golondrinas en parques vacíos.
Soledades no existentes.




CARLOS PINTADO





Un niño oscuro y solo me conmueve


Un niño oscuro y solo me conmueve
como el cadáver viejo de algún muerto.
Como el cadáver viejo de algún muerto,
un niño oscuro y solo me conmueve.

Saberlo en la penumbra me entristece,
como la tarde gris cuando me mira.
Como la tarde gris cuando me mira,
Saberlo en la penumbra me entristece.

¿Qué me separa acaso de sus manos?
¿Qué tiempo inabarcable y hondo pasa
entre los dos, de pronto en una plaza
y al querer acercarnos todo es vano?
Un espejo, una fuente nos separa.
En otro tiempo estamos cara a cara.



JOSÉ MARTÍ




Sed de belleza



Solo, estoy solo: viene el verso amigo,
Como el esposo diligente acude
De la erizada tórtola al reclamo.
Cual de los altos montes en deshielo
Por breñas y por valles en copiosos
Hilos las nieves desatadas bajan
Así por mis entrañas oprimidas
Un balsámico amor y una avaricia
Celeste, de hermosura se derraman.
Tal desde el vasto azul, sobre la tierra,
Cual si de alma de virgen la sombría
Humanidad sangrienta perfumasen,
Su luz benigna las estrellas vierten
Esposas del silencio! -y de las flores
Tal el aroma vago se levanta. 

Dadme lo sumo y lo perfecto: dadme
Un dibujo de Angelo: una espada
Con puño de Cellini, más hermosa
Que las techumbres de marfil calado
Que se place en labrar Naturaleza.
El cráneo augusto dadme donde ardieron
El universo Hamlet y la furia
Tempestuosa del moro: -la manceba
India que a orillas del ameno río
Que del viejo Chichén los muros baña
A la sombra de un plátano pomposo
Y sus propios cabellos, el esbelto
Cuerpo bruñido y nítido enjugaba.
Dadme mi cielo azul..., dadme la pura,
La inefable, la plácida, la eterna
Alma de mármol que al soberbio Louvre
Dio, cual su espuma y flor, Milo famosa.


CARILDA OLIVER LABRA





Vísperas de boda



Voy perdiendo los días de estar sola conmigo,
los días recién buenos ahora descubiertos,
ahora que se van,
y una tristeza hija de mi tristeza grande
me borra lentamente las ganas de soñar;
y nace como un miedo,
un miedo a ser distinta, un miedo a ser normal,
un miedo a ser como otras: calladas y domésticas,
bondadosas, saludables quizás;
un miedo contra esposos, contra cortinas puestas,
un miedo incontenible de tener un dedal.

No sé de qué me escondo, de qué males escapo
ni qué lágrima extraña me llama desde el mar;
pero es que quiero ahora tener el mundo dentro,
volverme sólo tinta sobre el papel cordial,
caer como centella, parir como una araña
y amar, amar, amar.
Pero es que quiero ahora cubrirme con la noche,
crecer en la ternura, ser astro o animal
pues brama el infinito sobre mi propia carne
y siento como un beso de la inmortalidad.

Cuando tomo la pluma ya estoy acompañada
de alguna estrella absurda que no se va a apagar;
así, llena de gente, de historias increíbles,
de ramos de violetas,
de duendes que no hablan, de nubes y retratos
me reúno conmigo como algo natural.
Todo me deja entonces lejana, distraída,
especialmente tonta,
y a veces en la cama puedo no ser verdad.
Y estoy casi feliz y apenas me sonrío,
bailando como lluvia y amable como el pan…
Por eso en estas vísperas del día de mañana
(adiós, mi libertad)
hago como quien rompe promesas y contratos
y muere de jamás
pues soy una criatura ajena a compromisos
y temo por mis alas que sí saben volar.



viernes, 29 de noviembre de 2013

OSCAR CRUZ



  
Salutación fraterna al taller mecánico



como aquél que tuerce alambres
con sus dedos, dura es la moldura
de mis manos, y duros son también
mis argumentos.
si eres de armadura frágil, si tienes
en tu cuerpo la arrogancia de la leche,
no me demores, lárgate lejos.
siempre que duermo con una mujer
me gusta retorcerle los alambres.



JOSÉ LEZAMA LIMA




Oigo hablar



Oigo hablar a un pájaro moteado:
cuacuá.
En la cabeza tres círculos verdes
y los ojitos que abren y cierran la noche.
Las banquetas para los violinistas
y en medio de la pechuga aljamiada
una garrafa saludando como en un minué.
Las levitas y los sombreros
manchados de luna, con alas pequeñas,
corrían a ocultarse detrás de los árboles.
Los violines también detrás de las hojas
crecían escindidos pisados por la escarcha.
El violinista de levita morada exclama:
cuacuá.
Y todos los trombones borrachos en la medianoche
saludaban, alzaban las ventanas,
elevaban por el aire el pelo del violín.
Una pausa y después se oyó:
cuacuá.
Los animales hablaban primero,
el pájaro perfeccionó el diccionario,
la orquesta sólo lo hizo girar, girar,
soltar sus espirales y recogerlas
en la manga con botones heráldicos.
El pájaro en su casaca de abril
nos regaló el lenguaje interpuesto,
el pelo del violín cruzado con el rameado sedoso,
el ojo del pulpo en el ancla al mediodía:
cuacuá.
El violinista con sus pelos angélicos,
impulsados por la orquesta y su tic tac
de escarcha amoratada, saludaba
de nuevo la hoja reverente
y dejaba caer una gota
hidrocéfala con los ojos sangrantes:
cuacuá.



SERGIO GARCÍA ZAMORA






Día Mambí


Tomar un taxi a Santa Clara
con gente de igual o diverso pensamiento,
incluso, de militar pensamiento.

Entrar al Condado, a la batalla,
o al registro de vivienda, ese filo,
aunque nuestras casas no valgan
lo que la manigua.

Con su carga de nativos y turistas,
los caballos se fatigan tomando la pendiente de Dobarganes
igual que en una carga contra soldados españoles.

En industrias textiles y mecánicas
la gente hace la guerra necesaria
y es licenciada como un ejército.

Subes la loma del Capiro con tu hermano
o con el espíritu de quien se dispone a ser tu hermano
y miras la ciudad, el campo de los guerreros,
la columna invasora de tu amor cuando se acerca.

Ahora mismo la vida transcurre
entre el Bélico y el Cubanicay,
entre dos ríos,
y tu madre recoge naranjas agrias
que sombrean en el patio
para exprimirlas sobre el arroz.




DANIELA DÍAZ ÁLVAREZ


  

Herejía


I

Dios inventó los miércoles.
Construye el sollozar del clarinete,
cabalga por las uñas.

Quise probar mi inocencia.
Escribir sin miedo a las arañas.
Voy directo a la cúspide de tus arrugas
no existentes.

Si te beso y olvidas los pies
ya no importa… “ya no importa
cuánta vejez se acumula en estos años”.

II

Dios inventó el clarinete.
La esencia exótica
que deambula como mágica bruja
ansiosa de beber la fragancia de tus óleos.

¿Mis tobillos…? Humm…
Están envueltos en esmaltes.

Dios inventó los miércoles como días comunes.
Yo, creyéndome Dios, reinventé la flauta
para amarte como Dios ama el clarinete.




CARLOS PINTADO




Ante una puerta



Descanso ante la antigua puerta oscura.
Miro sus suaves bordes, su madera
que tan paciente guarda la certera
oscuridad que su interior procura.

Rozo la aldaba en vano. Nadie viene.
Escucho sus lejanas voces solas
Entrar en el silencio como olas
sin las aguas del mar que las sostiene.

Todo retumba en el sagrado fondo
de la casa que el tiempo no ha podido
derribar. Casa y tiempo son olvido.

Descanso ante el umbral. Acaso un hondo
y perdurable horror yo sufro en vano:
mi mano en la penumbra no es mi mano.




NANCY MOREJÓN





El café de los poetas



Llega el néctar negro de los antillanos
colándose entre las hendijas y los azulejos ilustrados
del viejo café de los poetas. Un sentimiento muestra
la inquietud del camarero, desnudo, con una servilleta sobre
el brazo y se escucha la canción de Patricio Ballagas
que viene desde una consola negra, frente al café,
puesta en el borde (hacia adentro) de una ventana de la ciudad.
Un abanico y un laúd cierran el paso de las mulas.
Así es el pensamiento y su fragancia en el alma de Teofilito.
Oigo la alarma de los bomberos: un secular incendio
anuncia la convergencia de dos épocas: mantones de Manila
y carteles desmayados de Muñoz Bach apenas sobre el frontón.
En esta ciudad ya no hay ningún café para poetas, ni para ti,
ni para los trovadores que invocan la imagen de Santa Cecilia
mientras tocan su tres y su laúd, ni para el miliciano sediento
pero en eso llega la sombra chinesca de Julián del Casal
que se sienta a tejer en una comadrita desahuciada.
Es un océano de termitas todo el entrave de vigas altas
desde el techo mugriento
pero la comadrita sigue meciéndose
y pasa un cochero con smoking, sonando un cencerro
en un coche de lunas raídas, balbuceando una melodía napolitana
torna a Sorrento y hay una luz blanca como siempre
vertiginosa, poderosa, flamante, para siempre
que invade el tibio anhelo de los poetas
que nos reunimos donde ya no hay nada sino los poetas mismos y sus versos
y el olor del néctar negro de los braceros y de los cortadores de caña.
No estoy mirando ningún grabado de Laplante, ninguna
estampa de Elías Durnford.
No estoy frente a ninguna catarata del Norte frío
Sino frente a una cascada de metáforas lumínicas
y vuelvo a mecerme dentro de un cuaderno
escolar cuyas hojas amarillas, fileteadas de oro, me acompañan
rodeada de luz y de poetas sin mesas, sin sillas, sin café,
hasta que el lente del turista aparece y nos detiene
ante la eternidad reencontrada.



jueves, 28 de noviembre de 2013

JOSÉ LEZAMA LIMA





Una fragata, con las velas desplegadas

Las velas se vuelven
picoteadas por un dogo de niebla.
Giran hasta el guiñapo,
donde el gran viento les busca las hilachas.
Empieza a volver el círculo
de aullidos penetrantes,
los nombres se borran, un pedazo
de madera ablandada por las aguas,
contornea el sexo dormilón del alcatraz.
La proa fabrica un abismo
para que el gran viento le muerda los huesos.
Crecen los huesos abismados,
las arenas calientan
las piedras del cuerpo en su sueño
y los huevos con el reloj central.
El alción se envuelve en las velas,
entra y sale en la blasfemia neblinosa.
Parece con su pico
impulsar la rotación de la fragata.
Gira el barco hacia el centro
del guiñapo de seda.
Sopladas desde abajo
las velas se despedazan
en la blancura transparente del oleaje.
Una fragata
con todas sus velas presuntuosas,
gira golpeada por un grotesco Eolo,
hasta anclarse en un círculo,
azul inalterable con bordes amarillos,
en el lente cuadriculado de un prismático.
Allí se ve una fingida transparencia,
la fragata, amigada con el viento,
se desliza sobre un cordel de seda.
Los pájaros descansan
en el cobre tibio de la proa,
uno de ellos, el más provocativo,
aletea y canta.
Encantada cola de delfín
muestra la torrecilla en su creciente.
Hoy es un grabado
en el tenebrario de un aula nocturna.
Cuando se tachan las luces
comienza de nuevo su combate sin saciarse,
entre el dogo de nieblas y la blancura
desesperadamente sucesiva del oleaje.




MIREISY GARCÍA ROJAS






Reminiscencia

Una voz nueva distrae el maleficio
Y augura un más allá del silencio como herencia
Juana García Abàs

Cada noche prendo el incienso,
trenzo las piedras,
abro el pasadizo
y el filo malabaresco de las llamas nocturnales
espera verme llegar a la cena
como a un invitado a quien la ausencia
le organiza coros de bienvenida.
Esa voz, la misma
que viene cada noche de un girasol,
corre en círculo sobre una línea de estambre,
me salpica con gotas de ceniza
y estiba esta imagen
al prólogo interminable de la vida.




SERGIO GARCÍA ZAMORA




Habanos S.A.


En uno de los miles que han torcido
para ganancia de la patria las mujeres de la patria,
está la orden de alzamiento.

En lustrosas cajas de madera
—cedro, para conservar el olor—
está la memoria de los tabaqueros de Tampa
que escuchan al Delegado, su voz
entre la viola y el oboe, la memoria
de su voz salvada por Fernando Figueredo
cuando era niño y estudiante de música.

Mientras las mujeres trabajan
como si aún viviesen en la emigración,
bajo aquellas sombrías Nochebuenas
en Jacksonville quiero decir,
el extranjero fuma en el balcón de Cuba
y quema nuestra rebeldía.

Nadie ha logrado —decorosamente—
convencerme de lo contrario.


CARLOS PINTADO




Manual del condenado



Debo tu nombre al reino, oscuro pueblo.
por una de tus calles he mirado
el palacio de Cnosos, las ventanas
abiertas al abismo y a la noche.
Pienso en Dushara, su secreta historia,
y en las altas batallas de Numancia
que acaso ocurrieron sólo en sueños.
Entre muros de piedras he dormido
y he vislumbrado el alba en un instante.
Sé el oscuro misterio de los templos
y esa imagen de Kaaba con su piedra
de sacro mármol negro, misterioso.
Yo he querido morir en estas calles.
He querido encontrarme con mi muerte.
Solitario me escurro entre las sombras.
Otra gloria no quiero. Todo es sueño.
Desde aquí me desmienten las penumbras.
Mis pasos ya se pierden sin destino.
La condena de un hombre es mi condena.
Aquí puedo decir, oh, ciegos dioses,
no existen ya las luces ni las sombras,
ni la rosa, ni el bosque, ni el estuario,
ni la espada del último guerrero,
ni el oro de esas tardes tan lejanas,
ni el anillo de Odín ni de sus elfos,
ni el recuerdo que el Nilo me prohíbe,
ni el cuerpo que he lanzado hacia las aguas.



DANIELA DÍAZ ÁLVAREZ

  



Subsidio V



—El hombre ya no está solo.
Es la sensación que produce el árbol.


JOSÉ MARTÍ




Por donde abunda la malva...


Por donde abunda la malva
y da el camino un rodeo,
iba un ángel de paseo
con una cabeza calva.

Del castañar por la zona
la pareja se perdía:
la calva resplandecía
lo mismo que una corona.

Sonaba el hacha en lo espeso
y cruzó un ave volando:
pero no se sabe cuándo
se dieron el primer beso.

Era rubio el ángel; era
el de la calva radiosa,
como el tronco a que amorosa
se prende la enredadera.


miércoles, 27 de noviembre de 2013


JOSÉ LEZAMA LIMA




Madrigal



El tallo de una rosa se ha encolerizado con las avispas
que impedían que su cintura fuese y viniese con las mareas
cuando estaba tan tranquila en las graderías de un templo
y un marinero llamado por la palabra marea
se ha unido la los clamores de alfileres sin sueño
y le ha dado un fuerte pellizco al tallo de una rosa
lo que no merecía lo que no alcanzaba en su sonrisa
en su cítara en su respiración tornasolada
la cólera de un marinero
mil manos que se alzaban en el remedo de un beso
en esta pirámide de besos
para que en lo alto más despacio más pañuelo más señorita
una rosa una rosa
que no puede aislar ni unas cuantas avispas encolerizadas
que la han vencido que se le han: pegado tenazmente a los flancos
y ya son ramita entre dos recuerdos.

Desconchamiento de lunas que no vienen
sus escamas de otoño
pero el niño que se ha quedado detenido
frente a los encantamientos
de un caballo blanco
se apresura en su dulce memoria de lunares
a evocar sus regalos para ingresar en la nieve
entre dos recuerdos de aire pulsado entre dos conchas
que recorren un hilo de sienes de sien a sien
como entre dos recuerdos
un dedo besado atormentado desnudado
una muchedumbre de Perseos enlunados
que esperan a los más crecidos cazadores de medianoche
porque ha llegado el día que no se alcanza
con media docena de cítaras
redondas espinas siempre festón de nieve enhebrado
que se adelantan con la crecida del aire
de dos conchas entre dos recuerdos
entrecortados silbidos en las graderías de un templo
hasta el instante en que es la sangre de hoy
hojas del recuerdo en las ventanas de las joyerías
ojos que miran cómodamente la avispa
mordiendo el tallo de una rosa
para negártelo en el aire guante fronda lenta flauta
la misma rosa que ha inclinado su frente para recoger tu pañuelo
y esconderlo hasta que pasen los cazadores de medianoche.



LEONEL LICEA



  
Puntos de vista



“A través”, es un modo de ver,
de penetrar el árbol con palabras
que diluvian y lloran en la noche.
Dejar en buena vista las llamas,
los invisibles fuegos que alejan
la esperanza de ser trueno
y caer en ti:
___________espacio eterno y mar.
La elegía que rompe y cruza
el vítreo espasmo del cristal,
el espejo que dona solamente el vacío,
la fábula de luz inmóvil del jardín
hecho con verbos consumados
y perennes inquietudes.


“A través”, es la transparente hora
que conjuga poemas más allá del amor,
el diálogo del alma en movimiento,
el migratorio instinto de llegar,
dejar la sangre en las barreras
que caen a nuestro paso.
Andar a la deriva después de las mil noches.
Abandonar mis ojos al beso en tu mirada.
“A través”, es llegar a tu cuerpo
fundirme en él sin ser lampo
___________espada o tiempo
y saborear tu piel hecha soneto.

MIREISY GARCÍA ROJAS





Sin nombre



Si me descubres una noche
agazapada
en un rincón del parque,
bajo el consuelo de una farola mustia,
sin apenas silueta para un retrato,
con la cabeza reclinada sobre las rodillas,
siéntate a la izquierda,
deja que tus dedos conversen con mi espalda,
desmiente a los que te unen a los menguados
y dame con tu voz un beso en el silencio
que me circunda.
Yo sabré conducir mis pies hacia ti
otra noche de parques
cuando mi cuerpo vuelva a ocupar el sitio de mi sombra.


SERGIO GARCÍA ZAMORA




La chelista en el lobby del hotel


Frente a ella pasan las familias de Europa:
un matrimonio demasiado joven
como su propio matrimonio;
una pareja gay; un club de jubilados.

Ahora mismo, ciertas relaciones, ciertos asuntos
que la gente insiste en llamar personales,
sobreviven gracias a la música.

No la desampares pues, noche de la patria,
cuando vuelva por la calle junto al mar
cargando el instrumento, cargando una isla.

Mientras sus familiares duermen en otra ciudad,
déjala saber que para ellos ha tocado.
Solo para ellos.