Ante
una puerta
Descanso
ante la antigua puerta oscura.
Miro
sus suaves bordes, su madera
que
tan paciente guarda la certera
oscuridad
que su interior procura.
Rozo
la aldaba en vano. Nadie viene.
Escucho
sus lejanas voces solas
Entrar
en el silencio como olas
sin
las aguas del mar que las sostiene.
Todo
retumba en el sagrado fondo
de
la casa que el tiempo no ha podido
derribar.
Casa y tiempo son olvido.
Descanso
ante el umbral. Acaso un hondo
y
perdurable horror yo sufro en vano:
mi
mano en la penumbra no es mi mano.
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