"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 9 de mayo de 2020
ZINAIDA GIPPIUS
Ella
En
su perversa y desvergonzada maldad
Ella
es, como las cenizas, gris o gris como el polvo.
Y
estoy perdiendo de su cercanía,
De
los bonos que sólidamente nos conectaron.
Ella
es una tosca, es una espinosa,
Ella
es una serpiente fría.
Con
sus repulsivas escamas se divirtió cruelmente:
Ella
me hace constantemente ser cocido al horno.
¡Si
tan solo puedo sentir una agudeza de la picadura!
Ella
es tan torpe, aburrido, tan todavía como la carne de vaca,
Es
tan grande, es tan lánguida;
No
tengo acceso a ella, es una sorda mortal.
Y
ella inflexiblemente con sus anillos repulsivos
Siempre
me acaricia y estrangula.
Y
esta cosa irreal, esta cosa negra y horrible,
Esta
cosa negra y monstruosa – ¡es solo mi alma!
NATÁLIA CORREIA
Ponemos tanto azul en esa distancia
Ponemos
tanto azul en esa distancia
anclada
en claridad incierta
y
nos quedamos en las paredes del viento
a
escurrir todo lo que él invade.
Pusimos
tantas flores en las horas breves
que
secan hojas en los árboles de los dedos.
Y
quedamos ceñidos en las estatuas
a
mordernos en la carne de un secreto.
VICTORIA COLONNA
Recuerdos de su esposo
De
mi sol claro, con la muerte ciego,
aquí
miro doquier las dulces huellas;
ciego
no; más allá de las estrellas
arde
con luz más clara y vivo fuego.
Aquí
vencido de mi amante ruego,
él
me mostró sus cicatrices bellas,
y
yo mis labios estampaba en ellas,
y
las bañaba de mi llanto el riego.
Sus
brillantes victorias me contaba
y
el modo y la ocasión con la serena
faz
con que abría la contienda brava;
de
llanto rompo en dolorosa vena,
pues
lo mismo que un tiempo me alegraba
me
causa ahora inconsolable pena.
SAMUEL BECKETT
Ascensión
a
través del estrecho tabique
ese
día en que un hijo
pródigo
a su manera
volvió
con su familia
oigo
la voz
conmovida
comenta
la
copa del mundo de fútbol
siempre
demasiado joven
al
mismo tiempo por la ventana abierta
por
los aires a secas
sordamente
la
marejada de los fieles
su
sangre salpicó en abundancia
sobre
las sábanas sobre los olorosos guisantes y sobre su amigo
con
dedos asquerosos cerró él las pupilas
sobre
sus grandes ojos verdes sorprendidos
ella
gira ligera
sobre
mi tumba de aire
EMILIO BALLAGAS
Que me cierren los ojos con uvas…
Que
me cierren los ojos con uvas.
(Diáfana,
honda plenitud de curvas.)
Que
me envuelva un incendio de manzanas.
Que
me envuelvan —presagio de pulpa―
En
ciruelas de tacto perfumado…
Inundadme
En
pleamar de pétalos y trinos.
Que
me ciñan —¡Ceñidme― de eclípticas azules.
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