viernes, 10 de noviembre de 2017


ÁNGEL CARLOS SÁNCHEZ





DESDE EL PRIMER GOLPE HASTA EL ÚLTIMO ALARIDO,
desde la forma frágil de un ojo ensangrentado,
desde la piel rasgada por la primera flecha
hasta la gota negra a punto de secarse
en la última caverna donde habita la tribu,
en la primera emboscada, en el encuentro
de dos voces calientes a punto de su filo.
En el trigal primero donde ardió la codicia,
en el campo quemado que defendió algún clan,
en la calma angustiosa que precedió a la furia,
en la piedra lanzada por el primer atacante,
en la herida final del defensor postrero,
en Caldea y Fenicia, Egipto y Babilonia,
la luz tocó la sombra e hizo
una fisura roja en las miradas, puso
en el temor del hombre la memoria de un día
cuando hubo entre sus manos otras manos sin odio
y pensó defenderlas más que todo lo hecho
contra la sombra fija de un fotón en la noche,
contra el frío de las armas enemigas o propias
y contra la caída de ese día en lo oscuro.


De: “Luz ultraviolenta”


ALEJANDRA LERMA




Mucho más que la vida

A Juan Manuel Roca, que me acompañó a pastorear demonios



Existo mucho más en mis poemas
que en mi vida

Cuando escribo pastoreo los demonios que me pueblan
dejo que se alimenten del agua de la noche

Hablo el idioma de mis fantasmas
los traduzco
para que sean amigos

Escucho con total claridad lo que dicen los muertos
y al verme sonreír abren los ojos

En mi poemas
desvanezco la angustia
construyo espejos para el alma
aprendo a ver de nuevo

Navego el llanto
naufrago en el centro de la calma
cambio lo turbio por viento

Cuando escribo detengo cualquier guerra
comprendo el odio
enaltezco lo terrible
perdono a Dios

Dejo que llueva por siglos
transformo mi sexo
ofrendo mi dolor a la luz
amo lo humano

Confieso todos los miedos
dejo que la bruma me circunde
abro mi pecho al sol
atravieso el pensamiento

hago que mi mundo sea otro
me conozco como nunca
vivo más allá de la vida.



MARGARITA MEJÍA




Olas



No puedo escapar
al sonido
de la ola que rompe
en la roca

es el mar
dando vida
a las volcánicas piedras negras

son ellas
tallando mis pies
las que me dan vida

y es el estallido del mar
en la curva más alta
quien me despierta

para mirar
azulosa imagen suya
sin horizonte
bañada de luna
noche.



ANGÉLICA HOYOS GUZMÁN




Herencia



Llevo un país en el agua,
un reino de las nubes,
una nación de los árboles,
una patria de nostalgias.
Este terruño de agua
se parece a los otros,
tiembla cuando caen las piedras.
Se llena de raíces de papel
en las manos de la gente.

Algunos dejan plumas sueltas,
en ese pueblo de aire.


ANGELA VALLE




Memoria sagrada



Bendita sea tu madre. Nueve lunas
Llevo despacio a quien yo tanto beso.
Bendita porque Ens. Retuvo preso
Por un lapso precioso a quien hoy quiero.

De su paso cargado supo el alba
Y la noche de su agobiado sueño.
Ella fue de tu amor la mejor agua
Y yo soy con mi amor tu derrotero.

De la dulce mujer que te abrigara
Y diera sus pezones bien henchidos
A tu boca pueril, ansiosa y pura.

Yo amo el dulce recuerdo y la impoluta
Visión que su figura en ti ha erigido
Como una mariposa de alas blancas.


ADRIANO DEL VALLE




El secreto



A orillas de la fábula, secretamente mía,
desde el árbol de sangre donde nace el latido
que se asoma a tu pulso, tu lengua, flor mojada,
era un sésamo oculto para el paisaje mórbido
de tu floral desnudo, desgajado en pudores
y amorosas laderas silvestres, en la sombra
de tus senos en vilo, colmenas del enjambre
cuyo vuelo guiaba el beso más antiguo.

Sempiternas colinas con pétalos y zumos,
el sí y el no acertaban, dudoso de tu aroma;
áureo botín de besos, acosadas axilas,
fugacísima imagen traída en tus relámpagos,
abriéndome entre lirios palomas y moluscos.
Y tú, ya casi un claro de luna en tus pestañas,
arcángel sin edad eras sencillamente.

Y acueducto sin lluvia, la luz del arco iris
nos volcaba el secreto flamígero del beso,
la soledad abriendo a nuestras almas juntas
donde las aves urden sus alcobas de trinos.
¡Oh amada mía! Siempre tu inaccesible cumbre;
y ya en ti, me despeño virgíneamente tuyo,
cuando el aire y el río te huelen desde cerca
el tatuaje invisible de la piel de tu aroma.

Y entonces, voy bajando por la rampa del grito,
del fulgor y la piedra, del viento y de la nieve;
ave soy rubricando con el vuelo las cumbres;
Ángel Caído soy recluido en tus ojos,
mordiendo en tu cabello sus pendulares frutos,
desplegando en mi torso su funeral bandera,
tu ardiente cordillera midiendo con mis brazos...

Con mi equinoccio envuelvo tus claros hemisferios
de antípodas caricias, cuando exploran mis besos
la tibia sangre nómada de tus venas azules.
La luna era el ex-libris del éxtasis nocturno,
tallo de flor nacido de tu propia semilla,
soledad sin los árboles que sostienen el cielo,
la delicia ignorando de beber en tu lengua,
como la piedra ignora el lenguaje del pájaro.

Si el beso no era un símbolo creado en tu homenaje,
su corola en tu hálito tuvo pétalos dulces
para impregnar la tierra con mieles suficientes
cuyo dulzor brotaba de la raíz del mundo.
Te conocí en el lecho mineral del planeta,
mientras tú apaciguabas la luz en la montaña...
Cósmicamente mía... Norte, Sur, Este, Oeste,
nupciales, cuatro vientos te velaban el sueño.