sábado, 30 de enero de 2016


DANIELA PRADO




Pienso en los niños que no nacieron y que pudieron ser mis amigos



Aprieto la tierra fuerte con las manos
beso a mi madre
beso a mi perro
Pienso en los niños que no nacieron
y que pudieron ser mis amigos
Abrazo el recuerdo que me da un árbol con su sombra
las cuerdas de un columpio roto

Quiero creer en los hombres
como pequeñas corporaciones que emplean gente
Quiero creer en los niños
como gotas de agua nueva

Lloro este siglo como si fuese el último
Temo mi vida como un suceso fracasado
Beso a una piedra y me aferro a ella
entre este mar de brea y sueño

Pienso en un indio milenario
que me bendice desde el pasado
Pienso en los hombres que fui y en las mujeres
y en ese animal extinto que me lee
mientras incinero este poema.



LUIS ARMENTA MALPICA



  
Estocada



El amor es un toro que apresamos
con las manos desnudas
sudorosas

Una estocada al fondo     desde el cóccix
pone fin a la vida
pero arrastra en la arena esa insana costumbre de recordar que nos sentimos
alguna vez amados
                y muriendo.



VIOLETA OROZCO




Desde una plataforma petrolera



Yo vi su soledad frente a la muerte.
y sus manos jugaban con las olas
como si fueran cartas
que supiera de memoria
y sus manos jugaban con la muerte
porque así se ganaba la vida.
y me pregunté cómo pude amar a alguien tan sólo
tan lleno de espacios
mordidos de silencios
igual que amar al mar
desierto de fatigas
abstractas e inasibles
igual que amar al viento
sin nombre y sin idioma
como si creyera que la ausencia
puede convertirse en memoria.
Yo vi su soledad frente a la muerte
y unas ganas de cantar inmensurables
se abrieron paso entre arenas movedizas
porque todo lo vacío tiene alma,
porque todo lo invidente tiene penas.
Cayó en sus ojos
el dolor del tiempo
y se fue el dolor
y quedó el tiempo
la playa mirándose desde un acantilado
como una vasta ruina iluminada por su hallazgo.


DANIEL FRAGOSO




Su rostro fue una cartografía
donde podía leerse una historia,
que hablaba sólo del fracaso
de ser lo que esperaban que fuera,
un chacal enfundado
en un traje de piel de humano.


De: Escuela del vértigo


MANUEL LOZANO



  
El claro regreso

 

Cuando el río sube con sus desperdicios
(en la difunta alegría de lo que ha sido revelado),
la mujer abre la jaula.
Una fotografía de impaciencia dirá ser su verdugo,
pero es otra la tormenta entre bambúes;
hubiera sido preciso desterrarse
hasta el no-castigo, hasta la parálisis
de quienes moran la noche
con forma de camelia y maneras de pelícano.
Es probable la escarcha,
como el amor es probable su ácido
y las lívidas rotaciones plegadas sobre el porvenir.
Acaso el testigo,
siempre el acaso merodeador
guardará la muralla.
El altísimo, acaso, ligeramente
profanara las enredaderas de tu heroica pureza.
Se inclina un insecto.
Simulado Artaud barre los desperdicios:
La vajilla está rota,
Nishapus está en llamas.
No te prepares para el encuentro.
¿Cómo creer que lo ignora,
como si hubiera arrojado los granos
de la más fría soledad en su tótem?
Nunca más recuerdos para lamer,
ni almendras dispersas.
Jamás un himno para estos perros del ayer.
Que me instiguen a huir.
Anudo la desposesión frente al prodigio.
Dejo las vanidades de este mundo.
Atrás las palabras indulgentes,
Transformadas de arriba abajo por el sacrificador.
¿Hablábamos de paraísos?
¿Cuándo me embriagaron con el nacimiento?
Aquellas fueron las frutas de tu linaje.



LIVIO RAMÍREZ



  
Algunos tendrán miedo



De romperse los ojos
e inventarán ángeles falsos
que digan el poema
pero otros seguirán escribiéndolo
con los últimos huesos
frente al horror
inmensos
sin poder detenerse
ante el infierno creado
o los posibles hijos de la muerte.



De: Arde como fiera