"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 26 de diciembre de 2024
TAKAKO ARAI
Sombras
En
este lugar repentinamente arrojado al desorden
Es imposible distinguir
Entre lo que es basura,
Lo que no lo es y lo que todavía se puede utilizar
Tanta tierra, arena y polvo
Ha caído
Por todas partes veo
Un gran bote de desperdicios
La mucosidad que limpio con mi manga es negra
La garganta y los pulmones están desgastados
Déjalo ser, tal como es…
Decaída y resignada, me arremango
Y junto el poco entusiasmo que puedo
No
puedo permitir que esto se convierta en un lote baldío
Al menos hasta que recoja la canica
Que dejé caer aquí antes de que estuviera de esta manera
Así que, al menos hasta que pueda recoger la basura
Y guardar al menos lo que vale una maleta de chatarra pura
Será
despojado por completo
Desaparecerá
Debo extender mis manos
Y aferrarme a
Las sombras de esta tierra
En una maleta que seguramente
Nunca abriré de nuevo
HIROMI ITŌ
Cerca de la estación Kitami en la línea Odakyu
La línea Odakyu está siempre abarrotada. Voy de pie.
Alrededor del mediodía, si viajo en la línea Seibu Ikebukuro, suelo conseguir
un asiento, al igual que en la línea de metro Toei.
Estas son las líneas en las que viajo normalmente.
En la línea de bajada Odakyu hay muchas universidades, hay mucha gente.
No me gusta la sensación que tengo cuando me subo a un tren porque me subo
odiando a la gente.
Cambio de tren en la estación de Seijo Gakuen. En el otro andén aguarda el tren
con todas las paradas, con sus puertas abiertas.
Me subo sin odiar a la gente. Sólo hay unas pocas personas dentro, pero nunca
muchas.
Como no lo conozco bien, siempre me pongo en el primer vagón del expreso, del
tren expreso, el tren de paradas.
El tren de todas las paradas es un tren corto.
Mientras me dirijo a la puerta del tren de paradas, el expreso comienza a
moverse.
Pasa por Seijo Gakuen y a toda velocidad baja por la pendiente.
Miro la vegetación fuera del vagón a toda velocidad.
Se pasa de árboles a hierba y luego de nuevo a árboles y luego a hierba y luego
a los árboles de nuevo.
Un arroyo cruza la hierba.
Fuera del vagón hay vegetación por todas partes.
Porque no lo conozco bien siempre me siento en el vagón delantero.
Los escalones que llevan a las taquillas están en medio del andén.
Cuando cruzo el andén de arriba, agito mi mano seductoramente.
Cruzo el puente y entro en su apartamento.
Diez minutos a pie.
Hace unas semanas alguien se suicidó en ese puente.
Hay tablones puestos sobre el puente.
Los tablones estaban empapados de sangre.
Había un bulto de sangre abajo en la calle.
Y había lo que me pareció la parte de un órgano interno.
Tuvimos
relaciones sexuales mientras yo estaba menstruando.
Cuando entré en su apartamento encendí la radio.
Me incliné sobre su cara.
Apreté los granos en cada esquina de su cara.
Le arranqué los pelos que quedaban en sus mejillas después de rasurarse.
Le di la vuelta.
Una cosa parecida a un lunar está en su espalda.
Lo supe porque sobresale.
Cuando lo aprieto, el depósito de grasa negra de la cabeza se desliza.
En la parte posterior de sus orejas también hay depósitos de grasa.
Cuando le agarro el pelo con los dientes y tiro de él, sale.
Me muerdo las uñas.
Mis uñas son cortas.
No puedo arrancar los pelos con las uñas.
Si uso mis dientes siempre se salen.
Su mejilla se acerca a mí, siempre está fría.
Su barba toca mi piel.
Se ha rasurado.
Siento la barba recortada.
Antes y después de tener relaciones sexuales
Vi
una fotografía de la zona cercana a la estación de Kitami entre las fotografías
de Araki Nobuyoshi. Inmediatamente pensé:
Aquí es donde tengo sexo. Me sentí avergonzada.
Soy una mujer de 25 años y, por tanto, mantengo relaciones sexuales con
regularidad.
Vengo del barrio de Itabashi y voy al de Setagaya y durante el viaje las
relaciones sexuales no están en mi mente.
No pienso en las relaciones sexuales. No siento ningún deseo sexual,
En el barrio de Setagaya, hierba y árboles al paso del vagón.
En esta temporada la clorofila es evidente.
Cuando me encuentro con él me siento feliz así que lo saludo seductoramente.
Cuando enciendo la radio ya en su apartamento comienzo a pensar en el sexo.
El sexo se ha convertido en algo natural.
Cruzo el puente y llego a la estación.
Puede ser que me haya subido las bragas sobre mis genitales mojados y haya
cruzado
El puente de Kitami donde los restos humanos permanecen.
El líquido salía constantemente
Y empapó mis bragas
Nota del autor: Araki Nobuyoshi es
fotógrafo (nacido en 1940).
GARY DAHER
El camino del fuego
[fragmentos de La senda de Samai]
DIECINUEVE
1
Si
penetra el silencio todo se abre.
2
La imaginación es el ojo del alma, cíclope o titán muy escaso.
3
Nada hay más profundo que el silencio; ninguna puerta más hermosa que el vacío.
4
Muy pocos entienden el silencio.
ADOLFO CASTAÑÓN
3
En
las páginas del tiempo
se
esboza el instante
La
luz empieza a teñir cielo
canta
un pájaro
sale
una estrella
de
su baño oscuro
canta
otro como su eco
zumba
un grillo
quizá
son varios
trazan
contra el silencio
un
horizonte fosforescente
aúlla
perro
maúlla
gata
tañe
campana
algarabía
asombra
follajes
viento
de voces
voz
sin eco
Lo
percibido
es
la raíz
atenta
al
fruto de algo
se
alza el viento
como
un pregón
a lo
lejos ecos de un motor
cerca
el manso tic-tac
envuelve
un reloj despertador
ecos
de un avión lejano
se acercan
gotea
quietud
el
tiempo
–y
tú tardas tantas tardes
en
llegar
MARIO LICÓN CABRERA
Guardo
Para la Lola
Casares
Guardo
el
destello del sol
sobre
la mesa y tus hombros
desnudos
esa tarde en La Plaza Real
Guardo
el
rumor de nuestros pasos
flotantes
sobre las Ramblas y
sobre
la niebla que borra los maderos y
vuelve
invisible el perfíl
de
las gaviotas y el vuelo
de
tus manos
Guardo
el tinto
de los vasos llenos
la
cascada negra de tus cabellos
el
eco de tu risa eco
del
amor y de la pena eco del deseo
el
brillo de tus ojos y el abrigo abierto
de
tu compasión
Guardo
tu
sorpresa al descubrir un rincón
en
el Distrito de Gracia
la
Plaza Raspail y su tiempo
de
gitanos
Guardo
la
textura de aquel dragón de mil colores
tu
relato de la funámbula roja
y el
sabor del polvo de oro
de
esa tarde en el Parque Güell
Guardo
el
azúcar de aquéllos caipiriñas al amanecer
la
paz de aquella noche en tu templo
el cronometro cuenta-mantras
el
libro con filos de cardo y aromas de
jazmín
Y
guardo
el
bullicio y el silencio
la
soledad y la muchedumbre
la
estrechez y la amplitud
de
tus calles y tus plazas
plazas
y calles de Gil de Biedma y Goytisolo.