lunes, 18 de marzo de 2019


IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO





La caída de la tarde



Mirar como traspone las montañas
El sol, cansado al fin de su carrera,
De este río sentado en la ribera,
Escuchando su ronco murmurar.
O ver las aves que con tardo vuelo
Van a las ramas a buscar descanso,
O mis ojos clavar en el remanso
Que oscurece la sombra del palmar.

A esta mustia soledad salvaje
Venir ¡ay triste! a demandar remedio,
En mi constante y doloroso tedio;
Y el pesar abatiéndome después.
Y pasar afligido hora tras hora,
De la ausencia en el lóbrego martirio;
De un imposible afán en el delirio...
¡Ésta , lejos de ti, mi vida es!

Tu recuerdo tenaz nunca se esconde,
En el oscuro abismo de mi mente,
Y el fuego de tu amor, aún vive ardiente,
Abrasándome siempre el corazón,
No vale huir de ti... que el alma loca
Vuela a do estás, en alas del deseo,
O te atrae hacia mí, y aquí te veo,
Sombra a quien presta vida mi pasión!

Y evoco las memorias de otros días
Que dichosos, mas breves trascurrieron,
Pero que amantes al pasar nos vieron
Desmayados, del goce en la embriaguez.
Y pido a estas riberas la ventura
De esas horas de amor dulces y bellas,
Mas ¡ay! no pueden darme lo que aquellas
En que te vi por la primera vez.

Nada me sonríe ya, cuando va el cielo
Tiñendo de carmín por un instante,
Desde su tumba de oro, fulgurante,
Del tibio sol la moribunda luz.
Nada promete a mi esperanza ansiosa,
A mi deseo audaz o a mi pena,
La noche, cuando, de delicias llena,
Va envolviendo la tierra en su capuz.

¡Ay! y las palmas, las hermosas palmas
Que tú tan gratas para siempre hicieras,
A ninguno, sus tristes cabelleras
Hoy acarician, de nosotros dos.
Y cuando entre sus ramas solitaria,
Cayendo va la estrella de la tarde
Tu mirada semeja, como ella arde,
Así ardía en tu postrer adiós.

Y esa pálida estrella vespertina
Que un momento en el cielo resplandece,
Y que declina pronto y desparece,
Semeja así nuestro pasado bien!
He ahí lo que me queda, recordarte,
De esta fatal ausencia en el hastío,
Y pensar que en los bordes de ese río,
Tal vez tú lloras por mi amor también.



MAURIZIO MEDO





Trance



no más cuarto relámpago no azotes no fármacos grilletes
desencerrando mi visión no pulp fiction inyección
ella duerme ¿è turandot?
nessun dorma nessun dorma
no más rayos calcinantes de neuronas no hipnóticos mantras
ben peridol brom peridol zumben grillos electrodos en el plexo
mas no abelarden el huevo de colón
no más mudras apócrifos no boticas de troya
ni amnésicos jarabes
no camisas arman donde mis brazos son el tórax
nooo
mirami ramira lo cerúleo de mis venas
ben peridol clotiapina y mia principesa
espera rana mi soneto pero me sale espuma magma
las vísceras en boca
y mia principesa eclipsa su sancta aura fulminante
no colapses no me adormezcan el músculo de amor no no
nooo brivio no marchitarán las rosas
ya adviene el príncipe blue
- lo dijo dios bajo miles de cadáveres-
shhh está en el silo o estamos más abajo
o es arriba trimegistrus
nemo profeta in sua... francesca
y esos cables esos cables ¿ si no gan a la cloaca es a sus venas?
no diluyan su nombre en aguarrás
grillo grillo fuoco inferno no calibres mi hipotálamo
tranquilito principito maquiavelo no conoce baobabs
soy la sombra de la sombra que envanece en telúrico voltaje
electroshock



ÁNGEL PÉREZ ESCORZA





Alumbramiento



Salivación
omnipresente
en mi garganta…

El poema surge
y cuenta al mundo el milagro
de la vida.


ANA IVIS JUAN





Los acróbatas convidan



Vamos a sentarnos en el límite
a tantear las proporciones que el abismo nos ofrece
en  la corriente de aire capaz de empujarnos a la caída
y explotar como la hoguera que encendemos.
Vamos a beber,
a tragarnos este licor silenciado tras el viaje
que se rompe en la horca después del adiós hecho de añoranzas,
de paroxísticas visiones apretadas en los puños;
a perseguir la estela sobre el nacimiento del árbol
que acaso trae la lluvia,
escoger su fruto con desnudo galanteo
nos hace discursar de literatura y ciencias cabalísticas,
de literatura y próximos augurios,
pero siempre de literatura hasta el temblor
que comienza la muerte del hombre
o lo eterniza en su bálsamo.
Nos apremia un concepto que se vuelque sobre nosotros
como la mano de Dios o el vicio,
una expansión de palabras que nos detenga en la orilla
con la duda al salto,
a castrar los siglos mientras bebemos,
a erigir la copa en honor a los corruptos,
ahora que somos el obstinado sueño de lo estéril,
los acróbatas que en una burbuja
olvidan agradecer a sus ancestros.
Vamos a llamar al coro,
a escribir nuestro futuro en un papel
para tirarlo con sus gritos y promesas desde arriba,
desde aquí
donde estamos sentados en el límite
como mansos rebaños aparentes
sin hogueras ni proporciones estúpidas,
simplemente sentados
para que el viento cante un poco en los oídos
y la literatura llegue con la salvación.




ALFREDO FRESSIA





Terra incognita

         “El tiempo es la imagen móvil de la inmóvil eternidad.”
                                                                       Platón



¿Añoras la mar que dejaste en medio?
Las ruinas nada dicen del pasado,
las ruinas sólo hablan en futuro.
  
Los restos de las naves que quemaste
navegan en tus versos, son sargazos
después del porvenir y su ilusión,


fatamorgana en que se sumergía
tu recuerdo averiado, y un destino
nacía en los vestigios del poema.

Laborioso fantasma en el ocaso,
construyes los despojos (son reliquias),
cincelas el escombro y labras piedras
  
amarradas al pecho del suicida.
Preparaste este verso endecasílabo
para hundirte suntuoso en el pasado,
  
y flotas en la elipse o el azar
de una estrella que gira en el espacio,
celeste conjetura del mañana.


JUAN MARCELINO RUÍZ





Génesis


Recuerdo
el violeta oscuro
del útero materno,
el acompasado golpear de olas de sangre
tiñendo de calma mi placenta.
En posición sedente
succionaba el pulgar,
le pedía a un cielo imaginado
que mi madre pariera un buen poeta.
En lugar de eso,
he nacido simplemente pelirrojo