lunes, 18 de marzo de 2019

ANA IVIS JUAN





Los acróbatas convidan



Vamos a sentarnos en el límite
a tantear las proporciones que el abismo nos ofrece
en  la corriente de aire capaz de empujarnos a la caída
y explotar como la hoguera que encendemos.
Vamos a beber,
a tragarnos este licor silenciado tras el viaje
que se rompe en la horca después del adiós hecho de añoranzas,
de paroxísticas visiones apretadas en los puños;
a perseguir la estela sobre el nacimiento del árbol
que acaso trae la lluvia,
escoger su fruto con desnudo galanteo
nos hace discursar de literatura y ciencias cabalísticas,
de literatura y próximos augurios,
pero siempre de literatura hasta el temblor
que comienza la muerte del hombre
o lo eterniza en su bálsamo.
Nos apremia un concepto que se vuelque sobre nosotros
como la mano de Dios o el vicio,
una expansión de palabras que nos detenga en la orilla
con la duda al salto,
a castrar los siglos mientras bebemos,
a erigir la copa en honor a los corruptos,
ahora que somos el obstinado sueño de lo estéril,
los acróbatas que en una burbuja
olvidan agradecer a sus ancestros.
Vamos a llamar al coro,
a escribir nuestro futuro en un papel
para tirarlo con sus gritos y promesas desde arriba,
desde aquí
donde estamos sentados en el límite
como mansos rebaños aparentes
sin hogueras ni proporciones estúpidas,
simplemente sentados
para que el viento cante un poco en los oídos
y la literatura llegue con la salvación.




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