lunes, 27 de octubre de 2014

ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ



El gozo alucinado

 

El color se me adentra y no lo pinto;
la nota musical llega hasta el fondo
de la entraña cordial, y yo la escondo
en el sacro rincón de su recinto.

El árbol es aliento y no verdura,
germinación de vuelo y no ramaje;
el ojo lo desliga del paisaje
y lo clava en el dombo de la altura.

Apago soles y deseco ríos,
borro matices y deshago formas,
y en propio barro, quebrantando normas,
modelo mundos para hacerlos míos.

Sobrepasa las cosas la mirada,
el sueño crece, lo real esfuma,
y me embarco en las alas de la bruma
corno en una galera aparejada.

 

 

VICENTE ALEIXANDRE



Como la mar, los besos

 
 
No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.

Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.

Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.

Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.


 

JULIO FLÓREZ ROA




Aún

 
 
Mil veces me engañó; más de mil veces
Abrió en mi corazón sangrienta herida;
De los celos, la copa desabrida,
Me hizo beber hasta agotar las heces.
Fue en mi vida, con todos sus dobleces,
La causa de mi angustia no extinguida
Aunque, ¡pobre de mí!, toda la vida
Su mentiroso amor pagué con creces.
Los tiempos han pasado; ya su boca
No me da sus caricias, no me abrasa
El fuego de sus ósculos de loca;
Y sin embargo mi pasión persiste
Pues, cuando a veces por mi senda pasa,
¡Me alejo mudo, cabizbajo y triste!

 

 

 

 

MARCELO DANIEL FERRER

 

Besos en labios del adiós

 

¡Hasta que nos volvamos a ver!

Frase del desgarro amoroso
Repetida de labios en besos del adiós
Y adiós es eterna resignación,
Soledades que invaden contornos
Anochecidos en caricias,
Cauces opuestos naufragados de pasión.

Dudas en el alma siembra el adiós,
Cóctel de añoranzas,
De vacíos extraños al quedarme sin vos.
Si al extender mi mano pudiera tocar tu amor
Y modelar tus labios en besos de encuentro,
Sería yo del leve viento hacia tu candor...

¿Qué daría por un segundo más antes del adiós?
¿Qué daría por esa ración de ti
Que decapita soledades de la carne
Elevándome al cielo en alma y corazón?
Qué daría por la pizca eterna que encierran tus silencios,
Por un trozo de la magia que retuerce entrañas
Y musita palabras no pensadas...
Qué daría por el regreso a la tibieza de tus brazos
O de nuestros pasos descalzos a la habitación.

Vacíos poblados por la desazón.
Luego,
El adiós.

 

 

MEDARDO ÁNGEL SILVA



La investidura
 

 Si, inspirado por Hari, tu espíritu se deleita
 con la voluptuosidad literaria, si el arte de los jueg0s
 de amor suscita tu curiosidad, entonces, escucha,
 suaves, fáciles, adorables, esta serie de palabras...
 Jayadeva (El Gita - Govinda)

 

     Fue en un poniente mágico de púrpura y oros:
con música de brisas en los pinos sonoros,
rítmicas desfilaban las horas, al ocaso,
tal una ronda griega cincelada en un vaso;
un terciopelo verde parecía la pampa
y el cromo era lo mismo que una eglógica estampa.


     Escuchaban los valles la Palabra Infinita
con que Él habla a las cosas:
a las humildes yerbas, a las rosas,
al león de aceradas zarpas
y al Viento que sacude la orgullosa floresta
y dirige en las sombras la polífona orquesta
del bosque, en un concierto de medio millón de arpas...

     ¿Cómo me hallé de súbito en la selva -que fuera,
por lóbrega y sin rutas, hermana de la obscura
selva que Dante viera -?
Yo no sé. Como un niño temblaba de pavura;
en mis carnes hundía sus ventosas el Miedo,
tal un informe pulpo. Llegaba hasta mi oído
un confuso remedo
de llanto, de blasfemia y de rugido.

      Mil insectos charlaban en gangosos dialectos,
y, al desplegar la seda de sus galas,
eran en la penumbra los insectos
piedras preciosas con alas.

     Flexibles bayaderas fingían las exóticas
flores, de cuyos pétalos obscuros
se exhalaba un aliento de fragancias narcóticas
que a las bestias sumían en ensueños impuros.

     En el ambiente cálido, como un remordimiento,
se escuchaba el reptar de invisibles gusanos;
-un rumor de fermento,
que a las bestias sumían en ensueños impuros.

     Las lianas se envolvían a los troncos macizos,
desplegando en sus curvas femeniles hechizos,
dando a sus movimientos perversas inflexiones
y simulando, en torpes convulsiones,
los lúbricos espasmos del Deleite...

     Y eso, a una lumbre lívida de lámpara de aceite,
tomaba ante mis ojos aspectos inauditos
cuando, como un relámpago miré pasar tropeles
confusos y oí los rudos gritos
con que azuzaban en el bosque oculto
sus ágiles lebreles
los manes de la Envidia y el Insulto...

     Pero triunfó mi espíritu en la artera emboscada
y arrojé, como un lirio sobre un agua estancada,
sobre ellos la silente piedad de una mirada.
Y, tal un Amadis de la moderna Gesta
seguí, bajo el asombro mudo de la floresta...

     Oh! entonces contemplaron mis; ojos extasiados
la sacra maravilla del rostro de la Diosa
y viéronla mis locos sentidos prosternados
con la diadema augusta sobre la frente rosa.

     Tenía en sus pupilas toda sabiduría,
de sus manos brotaban los designios eternos,
como un ave en su nido la sagrada Harmonía
residía en sus labios. Su mirada vertía
luz en los tenebrosos ventisqueros internos!

     Oh, celeste prodigio! De fulgores solares
tejió el Supremo Numen su inmaculada veste.
Sus senos- palpitaban como tranquilos mares
de pentélico mármol. ¡Oh, prodigio celeste!

     Y en el aire sutil su acento indescriptible,
su voz, como no oyeran nunca oídos mortales,
vibró tal un milagro de dulzura imposible
en un triunfal repique de sonoros cristales:

     Lírico adolescente, vé a cumplir tus empeños;
que tu espíritu sea una candente pira;
musicaliza tus ensueños;
sé divino por el alto don de la Lira.

     En el rosado cáliz que áureas mieles rebosa
da de beber a tu alma sedienta de ideales;
Psiquis es una mariposa
que, al revolar, se posa
sobre la carne rosa de las rosas carnales!

     Sé ingenuo, como el agua de las puras cisternas
o el remanso que copia todo el celeste cielo;
y así verás triunfar la aurora de tu anhelo
y será tuyo el reino de las cosas eternas.

     Y salvarás las duras verdades metafóricas
del hondo abismo de Ti mismo
y escucharás las claras músicas pitagóricas
desde la noche de tu abismo...

     La fuente de Hipocrene surte dentro de ti;
duerme Pan en el pecho noble del adanida
auscúltate en la sombra, mírate, lee en Ti;
como en un libro abierto de Verdad y de Vida!

     Calla al interrogante del Porvenir que ofusca,
yérguete alto y sereno en la gracia del día
rosa;
y en toda cosa,
eternamente busca
la Harmonía, la Harmonía, la Harmonía!...".

      Así dijo la Diosa...
     En éxtasis devoto
mi espíritu escuchó la divina enseñanza...
Al levantar los ojos, miré el encanto roto:
la visión se esfumaba en la azul lontananza.

     La selva parecía un corazón inmenso,
los dulces frutos de oro lloraban ambrosía
respiraba la Tierra un como leve incienso.
Yo estaba de Ti lleno, augusta Poesía!

     Entre los arabescos de las ramas floridas,
en que el rocío era un diamantino lloro,
estaban las estrellas esparcidas
como un reguero de átomos de oro.

     Y, al estrellar sus ímpetus en rocas,
para delectación de la floresta,
el río completaba aquella orquesta
de ramajes, de brisas y de bocas!...

     La absorta muchedumbre desde entonces me ha visto
-los ojos encendidos por la sagrada fiebre,
la frente coronada de espinas como Cristo,
las manos temblorosas de melenudo orfebre-
desdeñando las fútiles cosas del Universo,
consagrar mi existencia al apolíneo rito;
así tiene mi vida la harmonía de un verso
y es rítmico sollozo lo que naciera grito.

     E indiferente al Tiempo y al Dolor peregrina
por la ignorada senda mi espíritu romero,
mientras, en la asechanza en la sombra asesina,
vanamente me envía sus flechas el Arquero!

 

1915
 

 

 

MIGUEL DE UNAMUNO Y JUGO



Veré por ti

 

"Me desconozco", dices; mas mira, ten por cierto
Que a conocerse empieza el hombre cuando clama
"Me desconozco", y llora;
Entonces a sus ojos el corazón abierto
Descubre de su vida la verdadera trama;
Entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
Y el fondo le ilumina;
Tus íntimos sentires florecen en mi boca,
Tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
Mira por mí y camina.

"Estoy ciega", me dices; apóyate en mi brazo
Y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
Perdida en lo futuro;
Veré por ti, confía; tu vista es este lazo
Que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
De un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
Si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
Con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
Te llevaré a la cumbre.

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
Se pierde en lontananza
Y en ella de esta vida los míseros despojos,
Y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
Lo que es hoy esperanza.