"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 1 de enero de 2017
ESTHER GIMÉNEZ
Tesis
He visto una mota azul
difuminada en lo pardo
de ese diestro tragaluz
que llamas ojo y es falso.
Que son cienos movedizos
y yo me hundí por mirarlos.
Estoy flotando: espejito,
¿dónde he de cortar el árbol?
De dónde el rocío, el óleo
que en tus aguas hizo charco.
No son azules mis ojos
ni ya tu mirar castaño.
FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
Carta a Leonard Cohen
Ahí están las calles de compás
negro, donde los cortejadores de la aguja calientan su porción de olvido. Suena
un concierto de ambulancias sinfónicas.
Es invierno en París y, bajo los
soportales, canta una mujer muy bella. Las miradas de los viandantes acarician
su vestido de aguaturma. Ella sonríe desde la pobreza elegante, apoyada en una
pared que parece un signo de interrogación, y a veces me habla con esa leve
dejadez de quien habita en casas en las que nadie barre la tristeza. Al final
canta tus canciones. Entorna los ojos y los versos se posan sobre un diminuto
cadáver embozado en escarcha.
Sé que envejeces, Leonard, que oyes
cómo en la habitación contigua gozan contra ti las mujeres amadas y que te
alivias describiendo el peso de la melancolía cifrada en lluvia. Te convendría
ver tu emoción hecha vaho que despiden los labios más peligrosos de mi urbe.
Aunque nunca conquistarás a esta mujer que ya se ha comprometido en amor con tu
palabra.
De: “Los hombres
intermitentes”
JUANA CASTRO
De la lonja
No te amaré mañana. He aguardado
tantos días desnuda, con tu nombre
grabado entre las cejas, que olvidé
los inviernos, el azul y las rosas.
Ciertamente, habría de ser negra
la piel negra del perro que amordazó
mis piernas y fue lenta, hacia dentro
vistiendo de parálisis la gallarda
evidencia del hombro. Hoy he visto
que tan sólo milímetros le restan
a los hilos del túnel. Pero existe el remedio:
Mañana, cuando tú te despiertes,
encontrarás el lecho bañado con mi sangre.
Un panal de uñas rotas, y tal vez
una pluma deshojada en la lucha.
No debes sorprenderte. Habré ganado
en el instante último mi guerra.
Con un ala perdida junto al cielo
y la llave morada de los labios, estaré,
torpe y triste, otra vez aprendiendo.
Mas debe ser así, pues que la libertad
hermana es gemela de la muerte.
No te amaré mañana. He aguardado
tantos días desnuda, con tu nombre
grabado entre las cejas, que olvidé
los inviernos, el azul y las rosas.
Ciertamente, habría de ser negra
la piel negra del perro que amordazó
mis piernas y fue lenta, hacia dentro
vistiendo de parálisis la gallarda
evidencia del hombro. Hoy he visto
que tan sólo milímetros le restan
a los hilos del túnel. Pero existe el remedio:
Mañana, cuando tú te despiertes,
encontrarás el lecho bañado con mi sangre.
Un panal de uñas rotas, y tal vez
una pluma deshojada en la lucha.
No debes sorprenderte. Habré ganado
en el instante último mi guerra.
Con un ala perdida junto al cielo
y la llave morada de los labios, estaré,
torpe y triste, otra vez aprendiendo.
Mas debe ser así, pues que la libertad
hermana es gemela de la muerte.
PORFIRIO BARBA JACOB
Canción innominada
Ala bronca, de noche entenebrida,
rozó mi mente, conmovió mi vida
y en vastos huracanes se rompió.
¡Iba mi esquife azul a la aventura!
¡Compensé mi dolor con mi locura,
y nadie ha sido más feliz que yo!
No tuve amor, y huían las hermosas
delante de mis furias monstruosas.
Lauros negros mi oprobio me ciñó.
Mas un lúgubre Numen me consuela.
Vuela el tiempo, mi Numen canta y vuela,
¡y nadie ha sido más feliz que yo!
De las tumbas humildes se levanta
leve flor, en el aire un turpial canta
y la tarde es ya el día que pasó.
Muda calma. Temblor. Melancolía.
¡Todo el dolor y toda la alegría,
y nadie ha sido más feliz que yo!
Ala bronca, de noche entenebrida,
rozó mi mente, conmovió mi vida
y en vastos huracanes se rompió.
¡Iba mi esquife azul a la aventura!
¡Compensé mi dolor con mi locura,
y nadie ha sido más feliz que yo!
No tuve amor, y huían las hermosas
delante de mis furias monstruosas.
Lauros negros mi oprobio me ciñó.
Mas un lúgubre Numen me consuela.
Vuela el tiempo, mi Numen canta y vuela,
¡y nadie ha sido más feliz que yo!
De las tumbas humildes se levanta
leve flor, en el aire un turpial canta
y la tarde es ya el día que pasó.
Muda calma. Temblor. Melancolía.
¡Todo el dolor y toda la alegría,
y nadie ha sido más feliz que yo!
RAFAEL MONTESINOS
El
poeta canta el cambio de color de ojos de su amada
y repite las palabras de Adán
Rodeada de ensueños -¡levedad
de sus años, su voz y su sonrisa!-,
reclinada en su luz, digo en su brisa,
niña soñada y ángel de verdad,
con grácil -no aprendida suavidad
el color de sus ojos me improvisa.
y como ese color, así es precisa-
mente mi vida: clara en su mitad.
Tú si que eres ya huesos de mis huesos
y carne de mi carne y pena mía
y partidaria de mis altos besos,
que alternamos con tu melancolía;
besos que a veces dejo niña, en esos
pómulos donde un sol, rojo, se enfría.
y repite las palabras de Adán
Rodeada de ensueños -¡levedad
de sus años, su voz y su sonrisa!-,
reclinada en su luz, digo en su brisa,
niña soñada y ángel de verdad,
con grácil -no aprendida suavidad
el color de sus ojos me improvisa.
y como ese color, así es precisa-
mente mi vida: clara en su mitad.
Tú si que eres ya huesos de mis huesos
y carne de mi carne y pena mía
y partidaria de mis altos besos,
que alternamos con tu melancolía;
besos que a veces dejo niña, en esos
pómulos donde un sol, rojo, se enfría.
VICENTE NUÑEZ
¡Si a víctima me alzaras
en la cruz de tus brazos...!
Pero yerras y aún vivo
y execro esa victoria
en la cruz de tus brazos...!
Pero yerras y aún vivo
y execro esa victoria
De: "Ocaso
en Poley"
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