martes, 30 de junio de 2015

ÁLVARO VALVERDE


 

Escrito al alba


Habrá estado esperando que la noche
cumpliera su sentencia contra el tiempo,
el terco maleficio que la habita
y que a solas padece
cada vez que en el sueño le despierta el temor
y, después, la vigilia se establece imponiendo
una extraña alianza de excepción y costumbre.
Habrá intentado acaso explicar el porqué
de aceptar sin ceder esa ciega amenaza
que le cerca y, no obstante, él espera implacable.
En la primera claridad tras la penumbra
que agota de la noche el cauce oscuro,
la realidad ordena en sus contornos
la tregua en que apagar otra conciencia.



De "Una oculta razón" 1991


 

 

 

ENRIQUE LIHN


  

De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor...


De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
Hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y la desesperación
                                                                                                                          de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
Recuerdo a un amigo de otros años él huía de noche de su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un condenado en el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su amor por ellas,
                                                                                                          condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva negra del amanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera su vuelo.

 


 

 

JOSÉ MARÍA VALVERDE



Elegía de las muchachas


Hay tardes en que el alma
se reclina en su pena
y halla dulzura: niño
que, entre besos, se queja.

Desde el rincón de siempre
nuestros dolores diarios
se ven remotos, puros,
casi ajenos, dorados.

Y queremos hablar
del sobrante de dentro,
venciendo el dolor de hoy
con una voz sin tiempo.

Distante de la tierra
y el vivir, yo los amo,
pero una nube, en vida,
del suelo me ha apartado.

Los amo con amor
de difunto, de padre;
con amor lejanísimo,
cual si en Dios los mirase.

Y hace falta decirlo,
aunque mi voz parezca
que viene de otro tiempo
o tal vez de la tierra.

Hoy me vuelvo a vosotras,
muchachas, que a mi lado,
sois flores de tristeza,
voces de lo lejano.

¿Sabéis por qué estos ojos
de angustia y de distancia?
Hoy quisiera explicaros
viejas cosas, muchachas.

En el alma, de siempre,
llevo un presentimiento
funeral; quizá muerte,
quizá sombra o destierro.

Esa amenaza antigua
nació conmigo; estuvo
en mi primer latido,
en mi más puro impulso.

Dulces sois, sí, muchachas,
más que yo sé decirlo.
Pero yo he madurado
para un reino sombrío.

Os miro como eternas.
En paz quedáis, en tanto
yo fluyo hacia lo oscuro,
fatal, apresurado.

Vosotras sois como álamos,
quietos en la ribera.
Yo paso por en medio
hacia el mar que me espera.

Así os hablo, muchachas,
como si hubiera muerto.
Como si fuerais niñas
y yo fuera muy viejo.

Lejos estoy, lo sé.
La primavera en vano
me acercaba a vosotras
con el sol en los labios.

Un oscuro destino,
triste como un gran peso,
me alejaba, guardándome
intacto para el duelo.

Quedad, quedad gozosas
en el presente, casi
eterno; que el amor
en torno vuestro dance.

Yo, triste privilegio
del llamado a lo oscuro,
contemplo al mismo tiempo
el ayer y el futuro.

Os veo en el mañana,
en vuestra dulce vida
diminuta, bogando
por los años, tranquilas.

Y yo no sé qué muerte
o qué dolor cualquiera,
o acaso sólo, cual
soledad o tiniebla,

va a caer en mi alma
llevándome a una cumbre
helada, donde grite
sólo a Dios tras las nubes.

En la que el mundo sea
un valle, donde el hombre
alce remotos humos
y, tal vez, leves voces.

Hoy tengo una ternura
a través de los años.
La que diera una cinta,
una flor o un retrato.

Algo bello y gozoso
que quedó en la lejanía,
como un leve anticipo
de la muerte en la vida.


 

 

De "Nuevas elegías. Anticipo"

 

 

BENJAMÍN PRADO




En el camino
 

Han pasado diez años y es un día de invierno.
Tú caminas por las avellanedas.
y vas junto a esos sauces amarillos que avanzan
por los ríos con luna.

No será como ahora, no tendrás veinte años;
la nieve irá acercándose a tu casa
y el aire verde moverá en tus ojos
sus bosques de cristal y de silencio.

Recuérdalo, hubo un río.
                                                    Los árboles vivían
en el imán del agua.
Por la noche, escuchábamos gotear en las sombras
la canción de los búhos.

Y, luego, la corriente se llevó nuestras caras.
No sabemos a dónde. No sabemos por qué.

Aún estamos aquí.
                                      Pero, de pronto,
han pasado diez años
y tú y yo somos dos desconocidos.

De "Un caso sencillo" 1986

 

 

ELENA MEDEL


 

Mi primer bikini


Sólo yo sé cuándo sobrevivimos.
Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.

Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.

Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas.

Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo como una medusa de bronce,
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobrevive.


 
De "Mi primer bikini "

 

 

JAIME SILES


 

Música del agua


El espacio
-debajo del espacio-
es la forma del agua
en Chantilly.

No tú, ni tu memoria.
Sólo el nombre
que tu lenguaje escribe
en tu silencio:

un idioma de agua
más allá de los signos.


 

De "Música de agua"

 

lunes, 29 de junio de 2015

CHARLES BUKOWSKI


 

Amor, fama y muerte


se sienta afuera de mi ventana
como una vieja que va al mercado;
se sienta y me observa,
suda nerviosamente
por entre alambre y niebla y ladrido-perro
hasta cuando inesperadamente
golpeo la pantalla con un periódico
como manoteando una mosca
y usted pudiera escuchar el grito
en esta ordinaria ciudad,
y entonces salió.

la manera de terminar un poema
como este
es quedarse de pronto
callado.


 
Versión de Rafael Díaz Borbón


FINA GARCÍA MARRUZ


 

Qué caprichosa y exquisita mano...

 

¿Qué caprichosa y exquisita mano
trazó, eligió ese gesto perdurable,
lo sacó de su nada, como un dios,
para alumbrar por siempre otra alegría?
¿Participabas tú del dar eterno
que dejaste la mano humilde llena
del tesoro? En su feliz descuido
adolescente ¿derramaste el óleo?
¿Qué misterio fue el tuyo, instante puro,
silencioso elegido de los días?
Pues ellos van tornándose borrosos
y tú te quedas como estrella fija
con potencia mayor de eternidad.

 

 

ALBERTO GIRRI


  

Andrómeda


La Andrómeda del Tiempo, impar en la belleza y el agravio,
sobre este rudo peñasco ahora escruta largamente hacia uno
y otro brazo de la costa,
su flor, su porción de vida, condenada a ser alimento del dragón.
Muchos golpes y venenos la tentaron y acecharon una vez;
pero desde Occidente oye ahora el rugir de una bestia
más salvaje que las demás, más desenfrenada
en sus daños, más inicua y más obscena.

¿Es que su Perseo se demora y la libra a sus vehemencias?
Pero él, hollando por un tiempo el aire suave como una almohada,
suspende sobre ella que se diría abandonada, sus pensamientos,

mientras, desgarrada hasta la angustia, su paciencia
crece, luego consigue desarmarla, y nadie lo sospecha
con los arneses y hierros de la Gorgona, correas y dientes.


De "Obra poética IV"


 

 

CÉSAR SIMÓN


 

Anochecer de estepa


Pupila muerta, voy
-el surco del camino-
hacia los años.

Y qué fulgor -ya allá, ya todo ardido-
del charco, espejo enorme.
Y qué fulgor, y qué hueco del mundo.
Y qué quietud de estatua de sal.
La noche ya es de acero para siempre.
Frío cárdeno, el aire.


 

De "Erosión"

 

 

ANTONIO GAMONEDA

 

Amor

 

Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.

 

 

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

 

Bien donado sale al mundo...


Bien donado sale al mundo
este libro, do se encierra
la paz de amor y la guerra,
y aquel fruto sin segundo
de la castellana tierra;
que, aunque le da Maldonado,
va tan rico y bien donado
de sciencia y de discreción,
que me afirmo en la razón
de decir que es bien donado.
El sentimiento amoroso
del pecho más encendido
en fuego de amor, y herido
de su dardo ponzoñoso
y en la red suya cogido,
el temor y la esperanza
con que el bien y el mal se alcanza
en las empresas de amor:
aquí muestra su valor,
su buena o su mala andanza.
Sin flores, sin praderías
y sin los faunos silvanos,
sin ninfas, sin dioses vanos,
sin yerbas, sin aguas frías
y sin apacibles llanos,
en agradables conceptos
profundos, altos, discretos,
con verdad llana y distinta,
aquí el sabio autor nos pinta
del ciego dios los efetos.
Con declararnos la mengua
y el bien de su ardiente llama,
ha dado a su nombre fama
y enriquecido su lengua,
que ya la mejor se llama,
y hanos mostrado que es solo
favorecido de Apolo
con dones tan infinitos,
que su fama en sus escritos
irá d'éste al otro polo.


 

domingo, 28 de junio de 2015

JOSÉ GOROSTIZA


 

La luz sumisa

 

Alarga el día en matinal hilera
tibias manchas de sol por la ciudad.
Se adivina casi la primavera,
como si descendiera
en lentas ráfagas de claridad.

La luz, la luz sumisa
( si no fuera
la luz, la llamaran sonrisa )
al trepar en los muros, por ligera,
dibuja la imprecisa
ilusión de una blanda enredadera.
¡Ondula, danza y trémula se irisa!

Y la ciudad, con íntimo candor,
bajo el rudo metal de una campana
despierta a la inquietud de la mañana,
y en gajos de color se deshilvana.

Pero puso el Señor,
a lo largo del día,
esencias de dolor
y agudo clavo de melancolía.

Porque la claridad, al descender
en giros de canción,
enciende una alegría de mujer
en el espejo gris del corazón.

Si ayer vimos la luna, desleída
sobre un alto silencioso de montañas...
si ayer la vimos derramarse en una
indulgencia de lámpara afligida,
y duele desnatar en las pestañas
el oro de la luna.

 

BENJAMÍN PRADO


 

Asomado al balcón que soy yo porque te amo...
                                                               Marsella, 1986


Asomado al balcón que soy yo porque te amo,
pasas por mis recuerdos
igual que se atraviesa una casa vacía.
Frente a mi soledad
se alza seriamente
un viejo panorama de edificios sin luna:
luces suaves
de esta madrugada
con gente triste y niebla en las glorietas.
Luces brillantes de la madrugada.

Te quedas en Madrid. A mí me esperan
casas cerca del mar,
ese cansancio azul de los hoteles,
los cuartos alquilados
donde alguien ha muerto alguna vez.
No pasarán,
                          los días,
                                            tan despacio.

Pero vendrán las lluvias,
la nostalgia creciendo
como crece el amor en épocas de guerra.
Alguien recordará, seguramente,
el largo invierno del ochenta y seis.



De "El corazón azul del alumbrado"


 

CARMELINA SOTO

 


Los amantes

Los que se amaron deben quedar ciegos.
Porque sus gestos sean sin sentido.
Porque sus brazos giren sin gracia ni provecho.
Como las tempestades...
ciegos.

Ciegos como banderas después de la victoria
o como las espadas
que están siempre desnudas y gloriosas.

Qué rencor por los ciegos
y por las tempestades.
Y por los que creen que el amor es la hartura.
Oídlo bien: El amor es el hambre.

 

 

JOSÉ MARÍA VALVERDE


 

Cuando vengas, cogiéndote la mano...


Cuando vengas, cogiéndote la mano,
volveré a recorrer mi historia muerta;
pasaremos la misteriosa puerta
que guarda mi cadáver cotidiano.

Iremos por las viejas avenidas
del parque de mis sueños, por mi infancia
de pasillos en sombra... Y tu fragancia
cerrará allí sus prístinas heridas.

¡Cómo me besarás en el pasado
cuando beses allí la pura frente
del fantasma de un niño pensativo!

Verás mi origen, para ti guardado,
que me puedes curar, tú solamente,
de todo lo que fue, el dolor aún vivo.


 

De "Nuevas elegías. Anticipo"

 

 

 

PEDRO SALINAS




Qué alegría vivir...

 
 
Qué alegría vivir
sintiéndote vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías,
azogues, almas cortas, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad transmisible es que camino
sin mis pasos, con otros
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, habo.
Que hay otro ser, por el que miro el mundo,
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y sé que también me quiere con su voz.
La vida - ¡qué transporte ya! -, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar, quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era solo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser de la no muerte.

 

 

 

JORGE GUILLÉN


 
 
Susana y los viejos

 

Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el choque de un desnudo con los sueños de antes.

A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes.

¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.

Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
-Ah, Susana. -¡Qué horror! -Perdóname. ¡Te veo!

 

 

sábado, 27 de junio de 2015

FINA GARCÍA MARRUZ


 
Los extraños retratos


Ahora que estamos solos,
infancia mía,
hablemos,

olvidando un momento
los extraños retratos
que nos hicieron.

Hablemos de lo que tú y yo,
por no tener ya nada,
sabemos.

Que esta solitaria noche mía
no ha tenido la gracia
del comienzo,

y entré en la danza oscura de mi estirpe
como un joven tristísimo
en un lienzo.

Mi imagen sucesiva no me habita
sino como un oscuro
remordimiento,

sin poder distinguir siquiera
qué de mi pan o de mi vino
invento.

En el oscuro cuarto en que levanto
la mano con un gesto
polvoriento,

donde no puedo entrar, allí me miras
con tu traje y tu terco
fundamento,

y no sé si me llamas o qué quieres
en este mutuo, extraño
desencuentro.

Y a veces me parece que me pides
para que yo te saque
del silencio,

me buscas en los árboles de oro
y en el perdido parque
del recuerdo,

y a veces me parece que te busco
a tu tranquila fuerza
y tu sombrero,

para que tú me enseñes el camino
de mi perdido nombre
verdadero.

De tu estrella distante, aparecida,
no quiero más la luz tan triste
sino el Cuerpo.

Ahonda en mí. Encuéntrame.
Y que tu pan sea el día
nuestro.

 


 

 

LUIS G. URBINA


 

Metamorfosis

 
 
Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.

Y sucedió que un día,
aquella mano suave,
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire se volvió suspiro.
 

 

LEOPOLDO PANERO


 
 
En tu sonrisa

 

Ya empieza tu sonrisa,
como el son de la lluvia en los cristales.
La tarde vibra al fondo de frescura,
y brota de la tierra un olor suave,
un olor parecido a tu sonrisa,
y a mover tu sonrisa como un sauce
con el aura de abril; la lluvia roza
vagamente el paisaje,
y hacia adentro se pierde tu sonrisa,
y hacia dentro se borra y se deshace,
y hacia el alma me lleva,
desde el alma me trae,
atónito, a tu lado.
Ya tu sonrisa entre mis labios arde,
y oliendo en ella estoy a tierra limpia,
y a luz, y a la frescura de la tarde
donde brilla de nuevo el sol, y el iris,
movido levemente por el aire,
es como tu sonrisa que se acaba
dejando su hermosura entre los árboles...

 

 

 

 

ENRIQUE LIHN


 

Buenas noches, Aquiles

 

Ahora sí que te dimos en el talón
La muerte de la que huyas
Correrá acompasadamente a tu lado

Buenas noches, Aquiles

 

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA


 

A la reina Doña Isabel


Serenísima reina, en quien se halla
lo que Dios pudo dar a un ser humano;
amparo universal del ser cristiano,
de quien la santa fama nunca calla;

arma feliz, de cuya fina malla
se viste el gran Felipe soberano,
ínclito rey del ancho suelo hispano
a quien Fortuna y Mundo se avasalla:

¿cuál ingenio podría aventurarse
a pregonar el bien que estás mostrando,
si ya en divino viese convertirse?

Que, en ser mortal, habrá de acobardarse,
y así, le va mejor sentir callando
aquello que es difícil de decirse.


 

 

 

ÁLVARO VALVERDE


 

Ciudad de ceniza


Una ciudad es todas las ciudades.

Cruzas el mismo andén, las avenidas
iguales y lejanas, tan inhóspitas
como esos edificios que proyectan
su luz vítrea y opaca en el asfalto.

Una ciudad es sólo un sentimiento
de euforia o de catástrofe, un círculo
que es suma de otros círculos
igual de fantasmales.

Es un azar, una ciudad; un tramo
entre dos direcciones de ida y vuelta,
y un idéntico fin y un mismo origen.

Con la mirada hundida, el paso rápido,
recorres sin cesar las mismas calles
que desoladas cercan tu destino.


 

De "Mecánica terrestre"

 

viernes, 26 de junio de 2015

CÉSAR SIMÓN


 

Elegía


Qué vago es el reloj
que suena. Qué extraño
este silencio, nube informe.
Cómo se hunde la hoja
al fondo del estanque.
Cómo florecen siempre los almendros
antiguos, cómo ruedan
aquellos soles, madre,
abuela, amigos -sonrientes-,
mientras sus voces cortan el cristal
de la tarde.


 
De "Erosión"

 

 

ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ




La ciudad absorta


Soplaba un manso viento de aquel lado del mar...
La turba era una sola alma para escuchar.

Se concentraba todo en el vago sonido
que venía de lejos... La tarde era tan pura
y la emoción tan honda, que el alma hubiera oído
el vuelo de un celaje cruzando por la altura.

Sólo el mar prolongaba su angustioso tormento
mientras la turba oía la palabra del viento.

Ciudad que vi una tarde y cuyo nombre ignoro;
ciudad de vida unánime y silencios de oro;
ciudad absorta y muda, ciudad cuyo sentido
único es la insaciable codicia del oído;
ciudad a quien la llama de crepúsculos rojos
no despierta una sola inquietud en los ojos;
ciudad que nada mira, ciudad que nada atiende
porque escucha y comprende...

Urbe de cuyos hombres, al pasar a su lado,
no podré decir nunca que me hubiesen mirado;
vieja ciudad fantástica de quien decir no acierto
si la crucé dormido o la soñé despierto...
¡He perdido tu rumbo! ¿Quién me dirá si existes,
obsesión de mis horas infecundas y tristes?


¡Quién sabe si entre sueños te volveré a escuchar,
oh viento que soplabas de aquel lado del mar!...

 

 

 

LUIS IZQUIERDO


  

Le temps d'un soupir

                                                                    A Carlos Barral

 

Le temps d'un soupir
no ha acontecido y,
mientras tanto,
las cosas en su sitio
y a cada quien lo suyo.
Para ya luego desembarazarse
de los vaivenes doctos del discurso
y echarse a andar.
                                       Dejar a su aire
lo que es ajeno y basta.

Pero es difícil dar con el reposo
después de imaginar
lo sólito indecible.

Tanto como advertir
que el escenario se pone en movimiento
desde ya bien cumplido con nosotros,
los ausentes.
Plantar romero en un noviembre gélido
para que marzo agoste los augurios
y olvidarlo.
Y en el otoño, dentro, imperceptible,
saborear de pronto aquel aroma:
el campo una vez más
penetre la memoria clausurada.

 

De "El ausente"

 

 

CARMELINA SOTO


 

Del amor inocente

 

Por ti es la vida diáfana y ligera
y el dulzor en el fruto diluido
y es el trino y el viento en la pradera
y el perfume en el nardo preferido.

Por ti tiene razón la primavera
y la luz y la tarde y el sonido.
Y por ti el corazón arrepentido
vuelve desnudo y casto hasta su vera.


Por ti saben los ríos el camino
que conduce otra vez hacia la nube
y el viñedo la sangre para el vino.

Y hasta el lirio, sin índice ni huella,
por línea recta, sin saberlo, sube
su fiel aroma a la lejana estrella.
 

 

 

CRISTINA MAYA


 

Hilandera


Hilandera que tejes
con tus tristes designios
el hilo de la vida.
Mira como avanzas y avanzas
con el tiempo
cual implacable máquina.
Mira como arrastras
con paso indiferente
todo el clamor humano.
Hilandera desteje,
o al menos,
detén la rueda hostil
pues aún vive la esperanza.


 

 

 

IDEA VILARIÑO


  

Carta II

 

Estás lejos y al sur
allí no son las cuatro.

Recostado en tu silla
apoyado en la mesa del café
de tu cuarto
tirado en una cama
la tuya o la de alguien
que quisiera borrar
-estoy pensando en ti no en quienes buscan
a tu lado lo mismo que yo quiero-.
Estoy pensando en ti ya hace una hora
tal vez media
no sé.

Cuando la luz se acabe
sabré que son las nueve
estiraré la colcha
me pondré el traje negro
y me pasaré el peine.

Iré a cenar
es claro.

Pero en algún momento
me volveré a este cuarto
me tiraré en la cama
y entonces tu recuerdo
qué digo
mi deseo de verte
que me mires
tu presencia de hombre que me falta en la vida
se pondrán
como ahora te pones en la tarde
que ya es la noche
a ser
la sola única cosa
que me importa en el mundo.
 



jueves, 25 de junio de 2015

FERNANDO PESSOA


 

Cosechadora

 

Pero no, es abstracta, es un pájaro
De sonidos en el aire del encumbrado aire,
Y su alma canta sin molestar
Porque el canto es lo que la hace cantar.
 

1932

Versión de Rafael Díaz Borbón

 

ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR


  

Agradeciendo el regalo de una pluma de faisán


Con esta hermosa pluma tornasolada puedo
Escribir las palabras en que García Lorca
Dijo
Herido de amor huido.
Dijo que en tus ojos
Había un constante desfile de pájaros,
Un temblor divino como de agua clara
Sorprendida siempre sobre el arrayán.

Escribir las palabras en que Góngora dijo
A batallas de amor campos de pluma.

Escribir las palabras en que Antonio Machado
Dijo
Hoy es siempre todavía.


 

CHARLES BAUDELAIRE


 

La belleza    



Yo soy bella, ¡oh mortales! , como un sueño de piedra.
Mi seno -donde el hombre se desangra y expira-
Mudo, infinito amor al poeta le inspira,
Coronada de rosas lo mismo que de yedra.

Campea en el azul -esfinge impenetrable-:
Bajo alburas de cisne llevo un alma de nieve;
Odio los movimientos que las líneas remueve;
Lo mismo ignoro el llanto que la risa inefable.

Los poetas, absortos frente a mis actitudes
-Que asumidas parecen de altivas magnitudes-
Consumirán sus días sondando las edades;

Que tengo para embrujo de amadores tan fieles,
-Espejos que trasmutan las guijas en joyeles-
Mis ojos, grandes ojos, de eternas claridades.

 

Versión de Carlos López Narváez

 

ÓSCAR ACOSTA


 

Carta desde Torremolinos


Un laurel es tu mano entre mi mano
y agua unitiva el río de tu brazo,
ansias somos unidas por un lazo
tenso de resistir y cotidiano.

El roce de tus labios no fue en vano
y para comprobarlo te doy plazo:
sobre mi pecho de hombre está tu trazo
y tu aliento a mi boca está cercano.

Mujer ausente y todopoderosa
no deseo olvidar tu cuerpo fino,
ni tu caricia misericordiosa.

Amo tu risa de fulgente lino
y al recordarte ahora, dolorosa
se me vuelve la sangre y agrio el vino.



JOSÉ LEZAMA LIMA


 

Lo inaudible

 
 
Es inaudible,
no podremos saber si las hojas
se acumulan y suenan al encaramarse
la mirona lagartija sobre la hoja.
Nos roza la frente
y creemos que es un pañuelo
que nos está tapando los ojos.
El oro caminaba
después hacia la hoja
y la hoja iba hacia la casa
vacía del otoño, donde lo inaudible
se abrazaba con lo invisible
en un silencioso gesto de júbilo.
Lo inaudible
gustaba del vuelo de las hojas,
reposaba entre el árbol inmóvil
y el río de móvil memoria.
Mientras lo inaudible lograba
su reino, la casa oscilaba,
pero su interior permanecía intocable.
De pronto, una chispa
se unió a lo inaudible
y comenzó a arder escondido
debajo del sonido facetado del espejo.
La casa recuperó su movilidad
y comenzó de nuevo a navegar.


MARÍA ROSAL


 

Campo de plumas


Aunque me envíen a galeras no he de aborrecerte,
              amado mío.
Envolveré tu barco, reventaré la proa contra rocas hostiles.
Comeremos con la sucia ralea de marinos sin patria, bebiendo
              a morro barriles de ginebra.
No habrá losa de muerto que aplaque mis antojos. Ni antorcha
              humana capaz de arder tu fuego.
Aunque pagues personal entrenado para guardar tu casa.
Así compres un perro y amaestres lagartos, sabré burlar la
              guardia de absurdos mercenarios, agostar tus alarmas.
              Desconectar ingenios de la era digital.

Convéncete.
              Hay cosas que no cambian.
Por mucho que haya avanzado el mundo, en estas lides, no
he de capitular sin condiciones.

Prepárate a la lucha cuerpo a cuerpo.



De "Otra vez Bartleby"


 

miércoles, 24 de junio de 2015

ÁLVARO VALVERDE


 

He temido el encuentro. Sí, supuse probado...


He temido el encuentro. Sí, supuse probado
que esa ignota comarca encerraba secretos
que eran míos de antiguo.
Que su mito era fruto de una aciaga mentira.
Sus leyendas tejieron una red de emboscadas.
Cuando apenas conozco, hago mías las huellas
de esos pasos que ahora
asimila la sombra.
Cada casa o iglesia, cada muro o sendero,
participan del tránsito.
Suspendidos proponen su ficción de promesas.
Junto al río, sentado, al pasar de la noche,
he entendido lo inútil de ofrecerles batalla.
Paralelos discurren dos viajes. A un tiempo,
retrocedo y avanzo. Peregrino a las fuentes
y aun así permanezco.
Voy de paso. ¿Hacia dónde?
¿ Qué remoto espejismo me depara el presente ?
¿Por qué yendo, regreso? Trazo círculos, lanzo
-piedras planas al agua. En sus ondas intento
apresar el que sea, para mí, convincente.
Con paciencia, persisto. Fijo el pulso. Procedo.
Son ensayos fallidos. Darán cuenta algún día
de la vida de un hombre: solo, ajeno, consigo.

 


 

 

ENRIQUE LIHN



 

Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los enfermos...


Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los enfermos
por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad
pero, a la larga, eso no tiene sentido
Duele separarse, poco a poco, de los sanos a quienes
seguiremos unidos, hasta la muerte
separadamente unidos
Con los enfermos cabe una creciente complicidad
que en nada se parece a la amistad o el amor
(esas mitologías que dan sus últimos frutos a unos pasos del hacha)
Empezamos a enviar y recibir mensajes de nuestros verdaderos
                                                                                                    conciudadanos
una palabra de aliento
un folleto sobre el cáncer


 

 

 

JOSÉ MARÍA VALVERDE


 

Las viejas campanas


Oigo viejas campanas que llegan del pasado,
campanas de la tarde en los pueblos tranquilos...
Campanas que no he visto, y ahora están cantándome
desde los dulces valles del pasado difunto.

Venid conmigo, entrad a la sombra que llega.
Cantad, pues sois tan leves que no puede decirse
si sois un sueño muerto o si es que estáis distantes,
porque la lejanía confunde espacio y tiempo.

Éste es el tiempo triste de nacer con recuerdos.
Cuando yo vine al mundo, habían muerto cosas
que he crecido esperando. Y yo no lo sabía,
las suponía cerca, tal vez tras de mi casa,
tal vez tras de esos montes a donde van los pájaros.
Y el rumor del poniente era su voz remota.

No sé, yo no sé qué eran las cosas que esperaba.
Sé que era algo sencillo. Eran dulzuras mínimas.
Quizá mañanas claras, quizá rumor de fuentes,
quizá campos amigos donde Dios paseaba,
o era el amor, a salvo del viento de la historia,
o el conversar despacio de las cosas sabidas...


De "La espera"

 


 

BENJAMÍN PRADO




Fragmentos de un jardín III


Un coche: el lento
oleaje de un tigre
salta el cercado.

Está el aroma
en la flor y no está:
luz sobre un vidrio.

El alba deja
los bosques planteados,
la luz vacía.

Mira las rosas
que la luna ha encendido,
más que a la luna.

Corta la flor
y que la noche caiga
sobre la noche.



De "Asuntos personales"