jueves, 2 de octubre de 2014

JUAN LARREA


 

Alba de no entender nada

 

El horizonte salta a los ojos de su amor
arrastrando consigo la esperanza de sobrevivirse
en este olvido sonrosado de carne y de sí mismo
se está lejos de ser puro
en mi vida te veo
desleída inasible
los brazos se buscan los brazos se alargan
imaginarios
desde una a otra orilla de la llama

Quisieran matarme
pensando volver a verte
no hallarían de ti más que la esperanza de estar desnudo

 

 

RAÚL GÓMEZ JATTIN

 

Gracias, señor

 
Gracias, señor
Por hacerme débil
Loco
Infantil
Gracias por estas cárceles
Que me liberan
Por el dolor que conmigo empezó
Y no cesa
Gracias por toda mi fragilidad tan flexible
Como tu arco
Señor amor.

 

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA


 

Las mariposas

 
 
Ora blancas cual copos de nieve,
ora negras, azules o rojas,
en miríadas esmaltan el aire
y en los pétalos frescos retozan.
Leves saltan del cáliz abierto,
como prófugas almas de rosas
y con gracia gentil se columpian
en sus verdes hamacas de hojas.
Una chispa de luz les da vida
y una gota al caer las ahoga;
aparecen al claro del día,
y ya muertas las halla la sombra.

¿Quién conoce sus nidos ocultos?
¿En qué sitio de noche reposan?
¡Las coquetas no tienen morada!...
¡Las volubles no tienen alcoba!...
Nacen, aman, y brillan y mueren,
en el aire, al morir se transforman,
y se van sin dejarnos su huella,
cual de tenue llovizna las gotas.

Tal vez unas en flores se truecan,
y llamadas al cielo las otras,
con millones de alitas compactas
el arco iris espléndido forman.
Vagabundas, ¿en dónde está el nido?
Sulamita, ¿qué harén te aprisiona?
¿A qué amante prefieres, coqueta?
¿En qué tumbas dormís, mariposas?

¡Así vuelan y pasan y expiran
las quimeras de amor y de gloria,
esas alas brillantes del alma,
ora blancas, azules o rojas!
¿Quién conoce en qué sitio os perdisteis,
ilusiones que sois mariposas?
¡Cuán ligero voló vuestro enjambre
al caer en el alma la sombra!

Tú, la blanca, ¿por qué ya no vienes?
¿No eres fresco azahar de mi novia?
Te formé con un grumo del cirio
que de niño llevé a la parroquia;
eres casta, creyente, sencilla,
y al posarte temblando en mi boca
murmurabas, heraldo de goces,
«¡Ya está cerca tu noche de bodas!»

¡Ya no viene la blanca la buena!
¡Ya no viene tampoco la roja,
la que en sangre teñí, beso vivo,
al morder unos labios de rosa!
Ni la azul que me dijo: ¡poeta!
¡Ni la de oro, promesa de gloria!
¡Es de noche... ya no hay mariposas!

¡Ha caído la tarde en el alma!
Encended ese cirio amarillo...
¡Las que tienen las alas muy negras
ya vendrán en tumulto las otras,
y se acercan en fúnebre ronda!
¡Compañeras, la pieza está sola!
Si por mi alma os habéis enlutado,
¡Venid pronto, venid mariposas!

 

 

MANUEL DEL CABRAL




¿A quién viene a ver usted?
 


Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
Usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...

Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?


Usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
y no la deje en la piel.

Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿Para qué?

Aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!

Usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
Vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.


Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿no ve el hambre?
¿no la ve?

Tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...


¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...

¿A quién viene a ver usted?

 

 

GERARDO DIEGO




Ella


 
¿No la conocéis? Entonces
imaginadla, soñadla.
¿Quién será capaz de hacer
el retrato de la amada?

Yo sólo podría hablaros
vagamente de su lánguida
figura, de su aureola
triste, profunda y romántica.

Os diría que sus trenzas
rizadas sobre la espalda
son tan negras que iluminan
en la noche. Que cuando anda,

no parece que se apoya,
flota, navega, resbala...
Os hablaría de un gesto
muy suyo..., de sus palabras,

a la vez desdén y mimo,
a un tiempo reproche y lágrimas,
distantes como en un éxtasis,
como en un beso cercanas...

Pero no: cerrad los ojos,
imaginadla, soñadla,
reflejada en el cambiante
espejo de vuestra alma.

 

 

ELSA WIEZELL


 

Pequeña historia

 

Cauce de voz, incendio.
Febrero prodigaba su tersura caliente.
Después, fueron los ojos claro puente
y un decir sin crepitar palabras
pensando siempre el nombre perseguido
Verano, esfuerzo, aullido.
Tiemblan; evaporados con el día
innumerables ángeles de cielos
desde la imagen tensa dé los ojos.

Timbal de verde el viento,
flauta de gris el agua
en el turbión cansado de este sueño.
Redoble y sangre súbita
en el verso.