lunes, 16 de mayo de 2022


 

JOHN ASHBERY

 


 

Mi doble erótico

 

 

Dice que no tiene ganas de trabajar hoy.
Da igual. Aquí en la sombra
detrás de la casa, protegido de los ruidos de la calle,
uno puede repasar todo tipo de viejo sentimiento,
tirar algunos, guardar otros.

El intercambio
entre nosotros se vuelve más intenso cuando hay
menos sentimientos alrededor para confundir las cosas.
¿Otra vuelta? No, pero las cosas últimas
que encuentras para decir son encantadoras siempre y me rescatan
antes de la noche. Flotamos
en nuestros sueños como una balsa de hielo,
atravesados de preguntas y fisuras de luz estelar
que nos mantienen despiertos, pensando en los sueños
a medida que suceden. Un suceso. Tú lo has dicho.

Lo dije pero lo puedo ocultar. Pero no me da la gana.
Gracias. Eres una persona muy amable.
Gracias. Tú también.

 

 

MARÍA EMILIA CORNEJO

 

 

 

debí seguir tus consejos,
no leer más a Kafka
ni frecuentar esos cafés
que tú sí frecuentas;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.

 

 

MAGDA PORTAL

 

 

 

Arcos



hoy creo todo falso
en este amor de humo
desde los dos estanques
vidriados de tus ojos
donde se inmovilizan mis pupilas
hasta la realidad emocionada
de tus dos manos infinitas

solo es verdad la angustia de esta noche
palpable entre mis manos frías
y el llanto que me cae para adentro
y este deseo de pedir perdón

¡Ambiguas esmeraldas de mi risa!
Decoración fastuosa de mis cenefas de tristeza
como dos ojos verdes que han visto mucho el mar
y que sienten nostalgias de dormir en su seno

Bendita seas Hora
porque afirmas la angustia
de que este amor solo es un sueño.

 

 

EDGAR ALLAN POE

 

 

El valle de la inquietud

 

 

HUBO aquí un valle antaño, callado y sonriente,
donde nadie habitaba:
partiéronse las gentes a la guerra,
dejando a los luceros, de ojos dulces,
que velaran, de noche, desde azuladas torres,
las flores, y en el centro del valle, cada día,
la roja luz del sol se posaba, indolente.
Mas ya quien lo visite advertiría
la inquietud de ese valle melancólico.
No hay en él nada quieto,
sino el aire, que ampara
aquella soledad de maravilla.
¡Ah! Ningún viento mece aquellos árboles,
que palpitan al modo de los helados mares
en torno de las Hébridas brumosas.
¡Ah! Ningún viento arrastra aquellas nubes,
que crujen levemente por el cielo intranquilo,
turbadas desde el alba hasta la noche,
sobre las violetas que allí yacen,
como ojos humanos de mil suertes,
sobre ondulantes lirios,
que lloran en las tumbas ignoradas.
Ondulan, y de sus fragantes cimas
cae eterno rocío, gota a gota.
Lloran, y por sus tallos delicados,
como aljófar, van lágrimas perennes.

 

 

CARLOS OQUENDO DE AMAT

 

  

Porque mis ojos eran niños

 

 

Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza

Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos
veo a la calle que está mendiga de pasos.

 

 

RICARDO PAU-LLOSA

 

  

Nadie lo conoce

 

 

Abridor de cartas. Lo oí perfectamente
aquí en mi hueco, al lado de la cerveza.

La mujer de la bikini roja piensa
que yo sería un magnífico abridor de cartas.

Chik chik chik y a leer se ha dicho.
Cuentas y revisticas. Y la nota de despedida

que el tipo que vino la semana pasada con ella
bostezando le va dejar sobre la coqueta

cualquier mañana de éstas. Por poco me aplasta
cuando se tiró en la arena y ya era tarde,

y como ya no había nadie, la agarró y se dio banquete.
Chik chik chik, pero ninguno de los dos —muertos de risa—-

se enteró que aquí abajo estaba Cangrejo, con miedo
y hundiéndose. Por suerte la arena me acomoda.

Se parece al lenguaje. Lo único que no hay que abrir
nada para leerla. Nadie te la tiene que dejar.