miércoles, 19 de septiembre de 2012


RUBÉN DARÍO






La bailarina de los pies desnudos


Iba, en un paso rítmico y felino
a avances dulces, ágiles o rudos,
con algo de animal y de divino
la bailarina de los pies desnudos.

Su falda era la falda de las rosas,
en sus pechos había dos escudos…
Constelada de casos y de cosas…
La bailarina de los pies desnudos.

Bajaban mil deleites de los senos
hacia la perla hundida del ombligo,
e iniciaban propósitos obscenos
azúcares de fresa y miel de higo.

A un lado de la silla gestatoria
estaban mis bufones y mis mudos…
¡Y era toda Selene y Anactoria
la bailarina de los pies desnudos!


ENZIA VERDUCHI




El bosque de la hormiga




II (Informe del patólogo)

Antes de tomar el bisturí,
antes de hacer el corte preciso
para diseccionar el corazón

-a sabiendas que la dulzura
envenenó tu sangre,
lentamente calcinó los huesos
y cegó de la vista las virtudes-,

el médico reconoce en los surcos del rostro
la madurez de la resolana en mayo,
y en las comisuras de los labios
la blasfemia sabia de la locura.



ÁNGELES MORA






Casablanca


                                        As time goes by...


Entre todos los bares de este mundo
he venido a este bar para encontrarte,
furtiva como siempre,
para rozar la piel de tus esquinas.

Y cómo me hace daño tu cansancio
-ya sabes que mañana es cada lunes-
esa vieja, tristísima, memoria
de buscarle sentido a algo que bulle
como se abre una flor,
así, de golpe.

Manías de la ausencia y tus nostalgias.
Te noto tan cansado...
Quiero dormir contigo. Busca sólo
un poco más de sueño y de tabaco.
Quiero morir contigo.
¿Por qué no me prometes un cumpleaños más?
Las arrugas ahí sí que son cosas serias
o el paso de los días,
con mis pechos que bajan a acariciar tus manos.
Y luego cuando un labio nos elude
en la piel de las ingles, ay, no muerdas,
y nos brinca por dentro...
                                          Pero ahora llega el tren
como un viejo caballo del National
qué diestro en los obstáculos,
qué sucia su taberna,
qué mediodía oscuro al despedirte.
Te veo tan delgado
con tus causas perdidas,
tus canas en la llama de la copa,
mi amargo luchador, .
sonriendo lentamente, como si te murieras.

Como al decirme adiós.


De "La canción del olvido" 1985


ANTONIO JOSÉ MIALDEA






He muerto de amor algunas veces



Porque he muerto de amor algunas veces
sé que hoy estás muriendo de amor y sólo quieres
respirar el perfume del naranjo anochecido.
Porque he naufragado de amor algunas veces
y he sido gris, y ola y mar y marinero
en busca del sabor amargo de la tierra.
Porque sé lo que es vivir desnudo en el invierno
sin otra visión que mi delirio y de repente
como de amor morir entre unos brazos.
Porque he muerto de amor algunas veces
entre fuentes de agua cristalina y arrayanes
sé que estás muriendo de amor, amiga mía,
como muere el azahar cuando amanece.

BENJAMÍN PRADO





Fragmentos de un jardín III



Un coche: el lento
oleaje de un tigre
salta el cercado.

Está el aroma
en la flor y no está:
luz sobre un vidrio.

El alba deja
los bosques planteados,
la luz vacía.

Mira las rosas
que la luna ha encendido,
más que a la luna.

Corta la flor
y que la noche caiga
sobre la noche.


De "Asuntos personales" 1991