martes, 22 de septiembre de 2020

ALEX FLEITES

 


 

La asesina

 


 

Ella lanzaba
pequeñas piedras a su pecho
por ver cómo sonaba,
y si los cristales estallaban
gracias al impacto

 

Él hubiera preferido que recostara
el oído a su garganta
Habría sentido el mar
y cierta bulla de pájaros
que inauguran el sol

 

Ella entonces lanzó
guijarros, abrojos
y otras calamidades del camino
El empeño era desecar su alma
Pero la sangre huía en ondas infinitas,
y por una vez más él pudo alzarse

 

Finalmente
descargó una peña
con toda la fuerza de su odio
El sintió que ahora algo se quebraba,
que no habría más domingos,
ni canciones, ni pan sereno,
ni fotos a la orilla del mar,
ni una mano en la noche
buscando la carne querida

 

Y así no pudo más con tanto peso
Y se puso a morir
con la dignidad
de quien se va lleno de asombros,
intacta la inocencia,
extinguidas las ansias
de volver a empezar

 

CARLOS MASS CANTO

 

 

  

A esa hora ya las moscas están buscando acomodo

 


 

Otra vez nuestro viejo himno

reanima una tristeza

sin rigor ni cólera

entre el viento que viene y va.

Hace un momento imitábamos

la placidez de las moscas

frente a los cuadros familiares

y, posteriormente, fatigamos

los ídolos del mar, el miedo

de las pequeñas ciudades,

los malos oficios

y ya no inspiramos cansancio,

sólo una llama avivada en los cerros

que devolverá el aire sobrio de la tragedia.

 

 

CARLOS RIGBY


 

 

Sinfonía para los peces en Sim-Sáima-Sí Mayor

 

 


Por largo rato me quedé echado
sobre el regazo de mi abuela
pensando en los largos sueños de mi juventud.

 

En un tono de superstición y sukia
me decía aquella kúka amada
“Hijo es peligroso viajar por mar
el primer día de luna llena
especialmente en un bote
de barrigahinchada
y delicado de embarazo de quíntuples.
Peor suerte es todavía hijo
viajar en compañía
de un reverendo Padre
o
una reverenda Madre
séalo por aire
séalo por mar.
Ora hijo,
tienes que orar,
que oraciones te lleven
que oraciones te traigan.
Es más hijo mío:
Horribles peces acechan
a las sombras de las aguas:
El tiburón sanguinario
con esa aleta de la muerte
como periscopio de submarino
espiando, espiando y espiando.
El mero y la barracuda
rondando nuestros sueños
con ese aire pesado
de agente de seguridad…
El pez sierra
con cada diente más filoso
que una hoja de afeitar…
El pez-espada
—verdugo de ballenas—
con ese bisturí asesino
resplandeciendo como cuchillo de zapatero
que ataca y repele
con ímpetu de D’Artagnan …
Es la gloria del pez-estrella
y el caballito de mar
la que es salpicada por nuestra gran gloria
hijo
proyectándose hacia la otra
cara azul de la luna.
El mar es capaz
de volverse hostil
hasta contra su propio Creador.
Pero al final de la carrera, hijo,
él también como nosotros,
aparecerá sin camisa
frente a las playas
de la eternidad
sonriente como un payaso
después de los aplausos”.

 

El único lugar
donde yo he vertido
lágrimas sinceras
sin saber exactamente por qué
ha sido contra el regazo huesoso
de mi adorada abuela paterna
y hoy en la víspera de mi partida
de mi primer plenilunio
hacia el reino salado de los peces
lo he vuelto a hacer…
¡Lo he vuelto a hacer
y con los ojos de nuevo en flor!

 

Yo sabía entonces que
con mi equipaje de sueños
de fabricación casera
tirado sobre el hombro izquierdo
y el otro de fabricación X
tirado sobre el hombro derecho
habría que proseguirme el camino
hacia el punto cero
entre las infamiliaridades gratas
donde vocación y avocación
me esperan
pacientemente impacientes
para hacer uno en mí
por mí
y a pesar de mí
sólo para mí.

 

La hora apremia y las aguas suben…
Beso a mi abuela.
Le digo adiós.
Recojo mis cosas y me voy…
Nos alejamos del viejo muelle
entre adioses de manos y pañuelos
dejando atrás algunas lágrimas secas
pero también algunas como las de mi abuela
parada en la baranda de nuestra casa
mirando hacia el mar
con una taza de café negro en la mano
y un par de oraciones
balanceándose sobre los labios.

 

El crepúsculo tendía sus últimas gotas sobre el timón del bote.

 

Algunas aves pesqueras se hacían para la costa
esquivando los primeros aleteos de la noche
descendiendo sobre lo profundo.

 

Son tantos ojos
hinchados de lágrimas recientes
que miran aquí afuera
sobre este mar color de tristeza
que no me dejan olvidar aquella muchacha
que voy dejando atrás en este pueblo tan pegado al agua

 

…Otra vez
el alejarme de mi hogar
me deja este sabor a mar en el corazón.

 

El mar es domable sólo en el pensamiento.
Desde un principio sus aguas han venido pisoteando las cosas sagradas.
Algo divino ha de suceder algún día de estos.
Aún persiste sobre sus olas
aquella soledad de peces
para la hora de los muertos-por-agua
y yo aquí afuera sobre este campo de juego de peces
alejado tantas millas del pecado de las ciudades
siempre he de reconocerme
menos noble
que este cuerpo de agua
aunque me siento hoy tan cerca de Dios en la licuefacción de mis sentimientos.

 

Hoy probablemente me aguarda
a las sombras de los peces
el glu-glú del ahogado
acompañado de las últimas burbujas
que lanzan las cosas conquistadas por el agua.

 

Así fue que nos hicimos al mar
en un tiempo cuando éste
apenas se movía
a un lento ritmo oriental
y el rompimiento de sus olas
dejaba sendos callejones de champaña
desparramados como flores blancas
sobre un desierto oscuro
en adoración sólo al Mamón de la superficie
…y llegamos hasta la madrugada
del primer día
de mi primer plenilunio cabalgando las olas
con música de radios
abrazos de enamorados
carcajadas metálicas
y canciones animadas de palo-de-mayo
con guitarras a proa guitarras a babor.

 

(Estaban frescas todavía sobre algunos ojos
las contorciones sensuales de aquella negra
hermosa que meneaba la cadera y las regiones
del ombligo como las ondas del mar.
La que jamás falló a un solo palo-de-mayo
en sus 15 años de sim-sáima-sima-ló.

 

Cuando se le reventó el apéndice
al hospital fuimos a dejarle flores
jugo de naranja enlatado
y una pequeña “Get Well Card”
con leyenda en inglés (por supuesto).

 

Toda la mañana del segundo día de mi primer plenilunio sobre lo profundo
era mía para ensayar
mi eternidad contra la del mar.
En estos momentos yo quise
que mis hora enteras fuesen
un solo grito universal
de rosas acuáticas y lenguajes de caracoles
y se lanzasen contra todas las posibles playas
de este globo carcomido
y que al retirarse las aguas de nuevo hacia sus cauces
se quedase alguien como yo contemplando mis descarnados restos
y se dijese en un gesto como de periódico:
Este amó demasiado.
Sufrió de mujeres.
Murió de presente porque no pudo olvidar el pasado.
El futuro no le debe nada:
pues en vez de la vida
escogió a la humanidad.
Fue negro pero sobre todo
vivió una poesía más interesante que su propia piel.

 

Adentrándonos en la noche. Nos adentramos en el miedo
sobre unas olas frenéticas a go-go
con la pequeña brújula histérica hacia el horizonte
que sube y baja más rápido
que los propios latidos
del corazón del timonero.

 

Furia y salvajismo en éxtasis de olas y espumas
destruyéndose y volviéndose a incorporar de entre sus propios escombros.
Pero, ¿cuál es la verdad?
¿Que las olas se arremeten contra el bote
o
que el bote se arremete contra las olas?
La realidad es que ambos se encaminan hacia o desde algo
encontrándose mutuamente en sus respectivas ir-llegando.

 

Pero todo
todito fue suficiente
para que cualquiera se sintiese
desterrado arbitrariamente
bajo las últimas cenizas agonizantes de la luna redonda y opaca
o
imaginarse descarnado entre los peces
como un animal muerto
con los repartidos huesos hechos un souvenir
para aquellos monstruos submarinos
que el productor de cine no ha descubierto todavía.

 

Las travesuras y osadía de los elementos tienen que seguir.
Toda esta ondulación y movimiento tienen que seguir.
Yo conozco a marineros de sangre fría con fichas en todos los mares
que me han contado espeluznantes historias de película
de aventuras que han tenido en las esquinas más calientes
de estas patadas-de-mula
y de cómo han orado a Dios
solicitándole una cita
en cualquier punto de reunión sobre un mar
neutral para firmar un pacto de tregua
o de paz.

 

Yo he visto a hombres llorar como niños extraviados de mamá.
Yo he visto a hombres envidiar el vuelo de aviones y cohetes.
Yo he visto a hombres orar como santos en la hora del peligro.
Pero toda esta rivalidad de átomos y tiempo
tiene que seguir aquí próxima
a la Estupidez y Falsedad
de estas máquinas con memoria puestas entre nosotros.
Para este bote es sólo cuestión de olas
de espumas
para la continuidad de sus días-agua y rumores de caracoles.
En cambio
besos e hipocresía
tienen que seguir
aquí junto a los que en realidad somos un poquito
más bajos que los ángeles
sólo para comprobar
que en realidad somos
el único semen puro
que inmortalizará
la verdadera Era del Hombre.
…Somos la raza de POETAS
conocidos únicamente entre los otros
por nuestros pequeños nombres de hombres
Pero nosotros hermanos
que lo poblamos todo de poesía
ciudades con nombres de poesía
inventos con nombres de poesía
deportes con nombres de poesía
sucesos con nombres de poesía
suicidios con nombres de poesía
asesinatos con nombres de poesía
guerras con nombres de poesía
pecados con nombres de poesía
poemas con nombres de poesía
también hemos de morir
aunque cantemos
en nuestras cadenas
como el mar.

 

En el último de los tres días de mi primer plenilunio
sobre este pedazo de tiempo relegado a lo líquido
fue cuando se volvió a escuchar el motor del bote
acompañado de la música de un radio a todo dar.

 

Una prostituta me sonrió desde la puerta de su camarilla.
El capitán encendió un cigarrillo.
El humo iba delante de él.
La precisión de la brújula apuntó sin hesitar contra las primeras gotas del alba.
Al rato
un hombre con sotana hizo las estaciones de la cruz.
Un escuadrón de pelícanos en formación de bombarderos
dio el golpe de gracia a nuestro temor.
La tregua del mar se había consumado…
El rumor de los caracoles se oía claro entonces.
Y todo mundo creíamos escuchar la triste biografía del mar.

 

Mi sueño de marinero proyectó nuevas dimensiones sobre la alegría de los puertos.
(Por un instante fui uno con el bote y el mar)
Me dije:
Desde hoy voy a poder mirar hacia atrás
como desde la ventana de un automóvil en marcha
sin temor de trocarme en columna de agua salada
porque alguien o algo
aún tiene oraciones
tanto para mí
como para los descendientes de la mujer de Lot.

 

¡Que oraciones me traigan! ¡Que oraciones me lleven!

 

La soledad del hombre es demasiado grande para
entregarse de un solo a los caprichos del mar.

 

Con la misma intensidad de mi primer,
segundo y tercer movimientos sobre lo indomable
quiero que se verifique hoy frente a las playas de mi pueblo
un solo rito universal de olas y espumas
y un bote sobre el mar
y que se halle alguien que las contemple
desde el lugar de mi ausencia sobre el barranco
frente al mar aunque el resto del pueblo
anduviera de espadas contra él.

 

La esperanza de una generación grande
si la medimos por el tiempo
que un mar tarda
en ponerse en forma
para la Eternidad.

 

Es sobre el mar
que debemos mirar
si hemos de conocer
la verdadera Edad del Hombre
ignorado por tanto tiempo
entre dos gotas de agua
alojadas en el misterio
de dos fosas nasales
sin ruido y sin tiempo…

 

La otra noche cuando el mar estaba en calma
el viento sopló
el son de mil:
“Rinqui-tinqui-tín
All dem gial de rinquitinquitín”
suavemente por encima
de los techos de mi pueblo.

 

El Sim-sáima-si-malóo
fue el primer canto de gallo hacia el amanecer.
La alegría de los peces era nuestra.
Y todos nuestros dientes
se mantuvieron
en una fila recta.

 

(6 de septiembre de 1968)

 

 

CARLOS CAÑAS

 

 

 

Poema

 

 


En tu forma está.

(Un cordero danza en la luz).

¡Aire, toma mi mano,
mi voz y mi sonrisa clara!

Llave, pluma,
tomad entera mi camisa.

Llanto, el aro toma,
que la noche
sus frutos madura.

Llanto, el aro toma,
que luego es la luna,
la sombra, los pasos y el cansancio,
y un canto que no cesa de llamarme.

¡Aire, árbol, mi aire toma,
que el dolor no es sólo nombre!

 

IRMA LANZAS

 

 

 

Van los niños descalzos

 

 

Bajo las golondrinas van los niños descalzos:
Son un presagio breve en medio de la tarde.
Alto camino de olas se pierde en el espacio,
hay un rastro de sombra…
Despedazando el viento van los niños descalzos,
(Cómo pesa la tarde,
y cómo pesa el frío
de esos pies).
Posiblemente cerca esté ardiendo un crepúsculo,
pero no puede verse,
porque sobre los párpados
se agolpan las miradas oscuras de los niños,
con su carga de sales,
con su cristal quebrado,
y el contacto ardoroso de su llanto encendido.
Arriba crece el canto de todas las bandadas,
pero no puede asirse,
porque sobre las manos
se sienten muchas manos que van hacia la tierra.
Son dedos de los niños con afán de raíces,
es el barro sombrío,
lo gris, lo silencioso,
lo que aprisiona el miedo,
caracolas alzando mareas de tristeza.
Bajo las golondrinas corre un tropel de voces,
y de manos heridas, y de pies sobre el lodo.
Van los niños descalzos…
¡Ah, tambor por qué suenas!
Van los niños descalzos…
¡Ah, clarín por qué cantas!
¿Por qué pregonan gloria, por qué hablan de futuro?
Por los niños descalzos,
por los niños desnudos,
no veo la mañana ni puedo oír la aurora.
Cuando no hay esperanza se ha perdido el camino,
cuando un pueblo desangra las bocas de los niños
mancha sus propias huellas
y mata su destino.
Van los niños descalzos…
¡Cómo tiembla el sendero!
Van regando la sombra con su alquimia de juegos.
Arriba pasan siempre las mismas golondrinas,
no hay un pájaro nuevo que nos anuncie el alba,
y allí sobre la tierra donde pasan los niños
sólo queda,
tendida,
la cicatriz del día.

 

SOMA

 

 

 

Biografía para un día de niebla

 

 

La costumbre de ocultarme
me llevó a perderme en mí misma,
pero no soy la niña ni la niebla,
me despliego para encontrar mis bordes,
me alargo y en cada orilla encuentro
una cornisa desgastada
donde resbalan
los extraños caballos
del color de la arena.

 

Y sé que las princesas
guardan luto
y que los príncipes arrastran
sus colas por el fango,
y no son bellos, son grises
y se entretienen
bailando y cantando
alrededor de una botella
que se llena de escarcha y se evapora.

 

Mientras delgadas niñas
de enormes ojos marrón
mastican durante horas
puñados de amapolas que no pueden tragar,
aquellas que fui caminan de puntillas
adivinando mariposas de humo sobre musgo,
oyendo todo el día gritos que chocan
entre ellos y se destruyen.
Sus vestidos son telarañas de luz.
Poseen una tristeza profunda
y una humedad de cristal.
Y cuando me miran
amargamente
desde el fondo del tiempo y de mí,
casi siento la tensión
en sus labios.

 

Me despliego hacia mis abismos
hasta ser poseída por el vértigo,
entonces respiro los delirios que emana
el polvo de las flores
que perecen
en el fondo del cráter,
el aroma del desierto y el abandono
que huele a piel desvanecida.

 

Recuerdo aquellos hombres
que vi arrastrarse
bajo del asfalto,
hacían menos ruido que un susurro,
sus huellas eran brisa
y su color era semejante al del agua
y sus voces tan leves
que casi eran silencio.
Y no había un relámpago
que atravesase
sus ojos de madera.
Y sé que no tenían colores suficientes
para dibujar la humanidad
ni lograban ser tan oscuros
para retratar la penumbra.

 

No alcanzaban a llamarse vacío
porque se encontraban apenas colmados
de todo aquello
que no tenía nombre
y apenas existía.

 

Vuelvo a ser una noche y una pregunta.

 

Y me despliego, y desde mi filo,
me he vuelto una navaja
que corta el horizonte.