martes, 22 de septiembre de 2020

IRMA LANZAS

 

 

 

Van los niños descalzos

 

 

Bajo las golondrinas van los niños descalzos:
Son un presagio breve en medio de la tarde.
Alto camino de olas se pierde en el espacio,
hay un rastro de sombra…
Despedazando el viento van los niños descalzos,
(Cómo pesa la tarde,
y cómo pesa el frío
de esos pies).
Posiblemente cerca esté ardiendo un crepúsculo,
pero no puede verse,
porque sobre los párpados
se agolpan las miradas oscuras de los niños,
con su carga de sales,
con su cristal quebrado,
y el contacto ardoroso de su llanto encendido.
Arriba crece el canto de todas las bandadas,
pero no puede asirse,
porque sobre las manos
se sienten muchas manos que van hacia la tierra.
Son dedos de los niños con afán de raíces,
es el barro sombrío,
lo gris, lo silencioso,
lo que aprisiona el miedo,
caracolas alzando mareas de tristeza.
Bajo las golondrinas corre un tropel de voces,
y de manos heridas, y de pies sobre el lodo.
Van los niños descalzos…
¡Ah, tambor por qué suenas!
Van los niños descalzos…
¡Ah, clarín por qué cantas!
¿Por qué pregonan gloria, por qué hablan de futuro?
Por los niños descalzos,
por los niños desnudos,
no veo la mañana ni puedo oír la aurora.
Cuando no hay esperanza se ha perdido el camino,
cuando un pueblo desangra las bocas de los niños
mancha sus propias huellas
y mata su destino.
Van los niños descalzos…
¡Cómo tiembla el sendero!
Van regando la sombra con su alquimia de juegos.
Arriba pasan siempre las mismas golondrinas,
no hay un pájaro nuevo que nos anuncie el alba,
y allí sobre la tierra donde pasan los niños
sólo queda,
tendida,
la cicatriz del día.

 

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