"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 16 de julio de 2019
MARIO TREJO
Ultimátum a un joven poeta
Que el pan sea pan y mar el mar
Basta de conjeturas
Murciélagos lunares o roedores de orquídeas
Toda palabra tiene precio
Las palabras que atacan como rayos o víboras
Y también madre
Amigo
Y alcohol y cama y mesa
Y el hijo concebido a dulces empujones
Y los hongos que provocan destellos de amor
O resplandores de muerte
Y el poeta que cae bajo las balas
Como un sol que la noche acribilla
Que el pan sea pan y mar el mar
Y el agua eterna
Pero la sed eterna
Para poder decir al fin:
He hallado un pan junto al mar
Los buitres sobrevolaban mi amor
He mordido una orquídea
Los buitres disputaban un cuerpo querido
He guiado camiones y dormido en aserraderos
Los buitres devoraban a mi amada
Viajé de noche sobre la arena caliente
Invoqué los nombres secretos
Conjuré un maleficio
Contuve una catástrofe
Conduje a un águila a su nido
He muerto con mis muertos y estoy vivo
Cuando llegué a la ciudad
Un loco vagaba por las calles
En su mirada había un cuchillo
Le di mi mano
Lo miré
Le hablé y mi voz duró entre los astros
Éramos sólo dos sobre la tierra
Pero éramos dos sobre la tierra
La soledad se hizo añicos
La poesía palabras
Murciélagos lunares o roedores de orquídeas
Toda palabra tiene precio
Las palabras que atacan como rayos o víboras
Y también madre
Amigo
Y alcohol y cama y mesa
Y el hijo concebido a dulces empujones
Y los hongos que provocan destellos de amor
O resplandores de muerte
Y el poeta que cae bajo las balas
Como un sol que la noche acribilla
Que el pan sea pan y mar el mar
Y el agua eterna
Pero la sed eterna
Para poder decir al fin:
He hallado un pan junto al mar
Los buitres sobrevolaban mi amor
He mordido una orquídea
Los buitres disputaban un cuerpo querido
He guiado camiones y dormido en aserraderos
Los buitres devoraban a mi amada
Viajé de noche sobre la arena caliente
Invoqué los nombres secretos
Conjuré un maleficio
Contuve una catástrofe
Conduje a un águila a su nido
He muerto con mis muertos y estoy vivo
Cuando llegué a la ciudad
Un loco vagaba por las calles
En su mirada había un cuchillo
Le di mi mano
Lo miré
Le hablé y mi voz duró entre los astros
Éramos sólo dos sobre la tierra
Pero éramos dos sobre la tierra
La soledad se hizo añicos
La poesía palabras
PABLO ALDACO
Qué fuésemos sin aves
Sin
languidecer, el pájaro del día sobrevuela naturalmente los edificios que le
sirven de aposento. Con un ánimo alegre y transparente, no se da tiempo para
caer o ver el suelo que le asedia. En cambio, se da a la tarea de buscar
refugios acordes a esa estancia que busca todo el tiempo.
Sin
la existencia del ave, el ser humano fuese poca cosa. Aunque pasemos distraídos
por las avenidas llenas de polvo y gente enferma de ciudad, nuestro respiro
siempre va encaminado a la espiritualidad; a la magia que negamos por miedo al
cielo, a las alturas dominantes.
Plantémosle
a nuestro ser nuestra existencia sin aves. ¿Qué sería de la imaginación sin el
recurso del aire? ¿Quién lo volaría? ¿Qué sería del idealismo, por siempre vivo
en nuestras almas de ciudad, de campo o pueblo? Pese a negarlo, el concepto
natural no muere fácil. Vive, aunque escondido, hasta en las almas descreídas.
Es imposible desatar los lazos con el cielo.
CAMILO ALEJANDRO POBLETE REY
Aldea
Entre marihuana y cerezas
Reflexiono.
No soy nada,
Ni terrestre ni extra,
Tal vez ni células complementadas
En un organismo.
Reflexiono.
No soy nada,
Ni terrestre ni extra,
Tal vez ni células complementadas
En un organismo.
Tu voz me guía y me turba,
Pienso y no lo intento siquiera,
Sólo escucho ortografía,
Que la be y la uve, que la ese y la ce, no sé.
El diagnóstico es intergaláctico,
Pero prudente,
De la dimensión de las equis, las zetas y las ‘ys,
Incógnita de ecuación,
Si está multiplicando pasa dividiendo,
Si sumando, restando,
De un estado a otro, del control, al capel, del capel al limarí,
Del limarí al mistral, de paraguay a Libia, de Libia al papel,
De ahí al fuego,
Del fuego a la cabeza,
De ella a la mesa, de la mesa a mi cama y a mi lápiz y al papel.
Pienso y no lo intento siquiera,
Sólo escucho ortografía,
Que la be y la uve, que la ese y la ce, no sé.
El diagnóstico es intergaláctico,
Pero prudente,
De la dimensión de las equis, las zetas y las ‘ys,
Incógnita de ecuación,
Si está multiplicando pasa dividiendo,
Si sumando, restando,
De un estado a otro, del control, al capel, del capel al limarí,
Del limarí al mistral, de paraguay a Libia, de Libia al papel,
De ahí al fuego,
Del fuego a la cabeza,
De ella a la mesa, de la mesa a mi cama y a mi lápiz y al papel.
GABRIEL CELAYA
Son tus pechos pequeños,
son tus ojos confusos,
lo que no tiene nombre
y no comprendo, adoro.
son tus ojos confusos,
lo que no tiene nombre
y no comprendo, adoro.
Son tus muslos largos
y es tu cabello corto;
lo que siempre me escapa
y no comprendo, adoro.
y es tu cabello corto;
lo que siempre me escapa
y no comprendo, adoro.
Tu cintura, tu risa,
tus equívocos locos,
tu mirada que burla
y no comprendo, adoro.
tus equívocos locos,
tu mirada que burla
y no comprendo, adoro.
¡Tú que estás tan cerca!
¡Tú que estás tan lejos!
Lo que beso, y no tengo,
y no comprendo, adoro.
¡Tú que estás tan lejos!
Lo que beso, y no tengo,
y no comprendo, adoro.
DANIÈLE TROTTIER
La mujer de Georgino
Inacabable es serpentino camino
amasado de barro, troncos y curvas
subidas y bajadas
rumbos al Norte
frontera con Honduras
ahí donde las comarcas con nombres de santos
parecen santiguar la pobreza
Implacable ese calor de parturienta
bajo ese sol desquiciante
que todo lo quema
lo desdibuja lo disuelve
Agobiante esa sed de desierto
rodando por la vegetación recia
arisca y polvorienta
cuando no sombreada
con su verde mojado
de anchas hojas dentelladas
Caótica esa ruta
con su encaje de despeñaderos
y desfiladeros
y maldita esa donación
de Alemania del Este
con sus cuatro ruedas motrices
y un motor en perpetuo asombro
Apachurrados esos cuerpos
acrimoniosas esas axilas
que esbozan en la tela
sus concéntricas acuarelas
sudor en la frente
para amasar el pan de nuestro día
aguas en cada porosa parcela
de nuestro exhausto templo
Repentina esa llegada al rancho
de la mujer de Georgino Andrade
casita de cansados tablones, fogón y pila
el perro del lugar
y la mujer de Georgino Andrade
de pie mirándonos
levemente ladeada como la gente del campo
eso creemos
Hermosa cruzada
la de Georgino Andrade
que de campesino pobre se hizo alfabetizador rico
y con la delirante riqueza de su vocación
se volvió organizador
de su comarca y de su gente
Cruento sino
el de Georgino Andrade
primer caído de la Cruzada
que fue matado por la Contra
con saña y picahielo
Insostenible ese picahielo alzado
esa camisa de horrendos paisajes
que esbozan en la tela
sus concéntricas acuarelas
de opaca sangre
Inaguantable ese sol asesino
ese altar esos gestos
ese cuerpo destrozado
ese amoroso despojo
esa mujer
ese dolor esa pena ese grito
callado
encerrado entre tantas fibras
de corazón
amasado de barro, troncos y curvas
subidas y bajadas
rumbos al Norte
frontera con Honduras
ahí donde las comarcas con nombres de santos
parecen santiguar la pobreza
Implacable ese calor de parturienta
bajo ese sol desquiciante
que todo lo quema
lo desdibuja lo disuelve
Agobiante esa sed de desierto
rodando por la vegetación recia
arisca y polvorienta
cuando no sombreada
con su verde mojado
de anchas hojas dentelladas
Caótica esa ruta
con su encaje de despeñaderos
y desfiladeros
y maldita esa donación
de Alemania del Este
con sus cuatro ruedas motrices
y un motor en perpetuo asombro
Apachurrados esos cuerpos
acrimoniosas esas axilas
que esbozan en la tela
sus concéntricas acuarelas
sudor en la frente
para amasar el pan de nuestro día
aguas en cada porosa parcela
de nuestro exhausto templo
Repentina esa llegada al rancho
de la mujer de Georgino Andrade
casita de cansados tablones, fogón y pila
el perro del lugar
y la mujer de Georgino Andrade
de pie mirándonos
levemente ladeada como la gente del campo
eso creemos
Hermosa cruzada
la de Georgino Andrade
que de campesino pobre se hizo alfabetizador rico
y con la delirante riqueza de su vocación
se volvió organizador
de su comarca y de su gente
Cruento sino
el de Georgino Andrade
primer caído de la Cruzada
que fue matado por la Contra
con saña y picahielo
Insostenible ese picahielo alzado
esa camisa de horrendos paisajes
que esbozan en la tela
sus concéntricas acuarelas
de opaca sangre
Inaguantable ese sol asesino
ese altar esos gestos
ese cuerpo destrozado
ese amoroso despojo
esa mujer
ese dolor esa pena ese grito
callado
encerrado entre tantas fibras
de corazón
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