La mujer de Georgino
Inacabable es serpentino camino
amasado de barro, troncos y curvas
subidas y bajadas
rumbos al Norte
frontera con Honduras
ahí donde las comarcas con nombres de santos
parecen santiguar la pobreza
Implacable ese calor de parturienta
bajo ese sol desquiciante
que todo lo quema
lo desdibuja lo disuelve
Agobiante esa sed de desierto
rodando por la vegetación recia
arisca y polvorienta
cuando no sombreada
con su verde mojado
de anchas hojas dentelladas
Caótica esa ruta
con su encaje de despeñaderos
y desfiladeros
y maldita esa donación
de Alemania del Este
con sus cuatro ruedas motrices
y un motor en perpetuo asombro
Apachurrados esos cuerpos
acrimoniosas esas axilas
que esbozan en la tela
sus concéntricas acuarelas
sudor en la frente
para amasar el pan de nuestro día
aguas en cada porosa parcela
de nuestro exhausto templo
Repentina esa llegada al rancho
de la mujer de Georgino Andrade
casita de cansados tablones, fogón y pila
el perro del lugar
y la mujer de Georgino Andrade
de pie mirándonos
levemente ladeada como la gente del campo
eso creemos
Hermosa cruzada
la de Georgino Andrade
que de campesino pobre se hizo alfabetizador rico
y con la delirante riqueza de su vocación
se volvió organizador
de su comarca y de su gente
Cruento sino
el de Georgino Andrade
primer caído de la Cruzada
que fue matado por la Contra
con saña y picahielo
Insostenible ese picahielo alzado
esa camisa de horrendos paisajes
que esbozan en la tela
sus concéntricas acuarelas
de opaca sangre
Inaguantable ese sol asesino
ese altar esos gestos
ese cuerpo destrozado
ese amoroso despojo
esa mujer
ese dolor esa pena ese grito
callado
encerrado entre tantas fibras
de corazón
amasado de barro, troncos y curvas
subidas y bajadas
rumbos al Norte
frontera con Honduras
ahí donde las comarcas con nombres de santos
parecen santiguar la pobreza
Implacable ese calor de parturienta
bajo ese sol desquiciante
que todo lo quema
lo desdibuja lo disuelve
Agobiante esa sed de desierto
rodando por la vegetación recia
arisca y polvorienta
cuando no sombreada
con su verde mojado
de anchas hojas dentelladas
Caótica esa ruta
con su encaje de despeñaderos
y desfiladeros
y maldita esa donación
de Alemania del Este
con sus cuatro ruedas motrices
y un motor en perpetuo asombro
Apachurrados esos cuerpos
acrimoniosas esas axilas
que esbozan en la tela
sus concéntricas acuarelas
sudor en la frente
para amasar el pan de nuestro día
aguas en cada porosa parcela
de nuestro exhausto templo
Repentina esa llegada al rancho
de la mujer de Georgino Andrade
casita de cansados tablones, fogón y pila
el perro del lugar
y la mujer de Georgino Andrade
de pie mirándonos
levemente ladeada como la gente del campo
eso creemos
Hermosa cruzada
la de Georgino Andrade
que de campesino pobre se hizo alfabetizador rico
y con la delirante riqueza de su vocación
se volvió organizador
de su comarca y de su gente
Cruento sino
el de Georgino Andrade
primer caído de la Cruzada
que fue matado por la Contra
con saña y picahielo
Insostenible ese picahielo alzado
esa camisa de horrendos paisajes
que esbozan en la tela
sus concéntricas acuarelas
de opaca sangre
Inaguantable ese sol asesino
ese altar esos gestos
ese cuerpo destrozado
ese amoroso despojo
esa mujer
ese dolor esa pena ese grito
callado
encerrado entre tantas fibras
de corazón
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