domingo, 1 de diciembre de 2019


GOYA GUTIERREZ





Ciudad hospitalaria



entre lisa pared y pálido jazmín
suben hacia este monte
palomas, tulipanes, bellas gardenias,
con sus manos de verde laurel
abrirán lechos blancos a la noche insomne,
vaciarán de dolor las cuencas de los ojos,
verterán amarillos de fiebre en informes,
pulsarán con sus dedos asépticos tubos
por donde discurren los ríos aciagos,
los túneles de aire, los vientres sin fondo,
los cuerpos de niebla tendidos
esperando del sol la mañana,
que disipe los grises
y el olor a otoño de los crisantemos

los pasillos extienden sus largos
tentáculos a orillas del breve reposo,
dando asiento
a aquella fatiga de la media tarde,
cuando ya las visitas regresan al mundo,
y el cálido rostro de palabras firmes
del especialista y doctor, queda lejos
diluido en las tenues luces del atardecer,

de las frías estancias de urgencias
suben ecos de navajas rojas,
y rumor de deseos sin frenos,
y quejidos de metal y sombra,
el murmullo se adensa en los techos
y presiona bajo finas vendas
la cama de al lado con cuerpo
sin alma, que anoche
sostenía aún su duelo

la enfermera cambiará solícita
la habitual posición de brazos y caderas
sin rastro
de sudor o lágrimas,
por un nuevo sueño bien algodonado

un frescor a semillas y a heno
llega en la mañana,
y las rosas de un jarrón, cortadas
anuncian partida, y su límite,
y el olor conocido de pétalos
nos devuelve
a retazos de tiempos y a nombres
y a calles, y a pasos sabidos
para desandar, lejos, muy lejos
de ese tiempo helado
de los hospitales

De: "La mirada y el viaje"

JORGE ENRIQUE ADOUM




  
Elegía a uno mismo



La edad se ha vuelto una enfermedad venérea
y casi casi cobardía: años de años
desperdiciados en durar, mucho tiempo bocabajo
sobre la duda, ya gastados los dientes
por los besos y hablar tanto, en los ojos
un asno de frecuente alcohol. De pronto encuentras
que para el último episodio, el único
de este western salvaje y electrónico
en que van a ganar por fin los pielesrojas,
no basta la feroz dignidad de tus testículos
si no estás con todos tus resortes vivos
y no te basta, como antes o a los otros,
ir recogiendo firmas con tu profecía ni el cobarde
heroísmo de los solitarios en viciosas
sesiones de principios, ni te consuela
decirle al corazón que al fin y al cabo
te protesta: Ve tú, músculo voluntario,
vestido de hojarasca, sería broma lo demás:
dirían que me envía el enemigo. Y te quedas,
anacrónico e hijo de vecino,
carajeando a James Bond en tu sillón de ruedas,
con tu hígado malo y tu aspirina
conyugal inútil, y tu decoro
tiene un dolor de cabeza
respetable, urbano, incorruptible.


De: “Curriculum mortis”.

HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT





A Pan



Sentado en una cañada entre bosques
A orillas de un arroyo bordeado de juncos
Meditaba yo un día, cuando adormeciéndome
Me vi sumido en un sueño.

Del riachuelo surgió una figura
Medio hombre y medio cabrio;
Tenía pezuñas en vez de pies
Y una barba adornaba su garganta.

Con un rústico caramillo de caña
Tocaba dulcemente aquel ser híbrido,
Y yo olvidé todo cuidado terreno
Pues sabía que era Pan.

Ninfas y sátiros se congregaron
Para gozar del alegre sonido,

Demasiado pronto desperté con pesar
y volví a las moradas de los hombres,
Pero en valles campestres yo querría vivir
Y escuchar de nuevo la flauta de Pan.

Septiembre de 1902

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt
De: "Poemas fantásticos"

CARL SANDBURG





Chicago



Salchichería del mundo,
Fábrica de útiles. Almacén de Trigo.
Juego de Vías Férreas. Tirada de Mercaderías de la Nación;
ciudad tempestad, enronquecida, vocinglera,
ciudad de anchas espaldas.

Me dicen que eres perversa y lo creo, porque he visto a
tus mujeres acicaladas bajo los reverberos esperando a
los mozos del campo.
Y me han dicho que eres canalla y yo respondo: Sí, es
cierto, yo he visto al hombre con revólver matar y
quedar libre para volver a matar.
Y me han dicho que eres brutal y yo respondo: Sobre el
rostro de tus mujeres y de tus niños he visto las señales
del hambre desenfrenado.
Y habiendo contestado así me vuelvo aún una vez hacia
aquellos que desprecian esta ciudad, mi ciudad y les
devuelvo su desprecio y les digo:
mostradme otra ciudad que cante con la cabeza alta,
tan orgullosa de ser viva, robusta, fuerte y astuta.
Con sus juramentos magnéticos lanzados,
contristándose de hacinar obra sobre obra, he aquí una
gran alegre dadora de puñetazos que corta sobre las
pequeñas aldeas reblandecidas.
Feroz como una perra con la lengua alargada por la
acción, astuta como un salvaje, con el desierto como
adversario.
Cabeza desnuda
moviendo la pala,
rompiendo,
proyectando,
construyendo, demoliendo, reedificando.
Bajo el humo la boca manchada de polvo, riendo con blancos dientes.
Bajo el peso terrible del destino, riendo como ríe una mujer joven,
riendo como ríe un luchador ignorante que no ha perdido jamás en un combate,
fanfarroneando, riendo de que bajo su muñeca está el
pulso y bajo sus costillas el corazón del pueblo
¡Riendo!
Riendo con la risa de la tempestad de la juventud,
enronquecidas, vocinglera, medio desnuda, sudando
orgullosa de hacer Salchichas, de Fabricar útiles, de
almacenar el Trigo, de Jugar con las Vías Férreas y de
repartir las Mercaderías de la Nación.
Versión de Ángel Cruchaga Santamaría


De: "Poemas de Chicago"


DULCE MARÍA LOYNAS





Criatura de isla



Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos...
Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándome... Hay momentos
en que él me ciega y me acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto...
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz roto.
Crezco del mar y muero de él... Me alzo
¡para volverme en nudos desatados...!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!


DIEGO DE TORRES VILLARROEL





Engulle el poderoso rica sopa...



Engulle el poderoso rica sopa
cuando a mí me contenta una zurrapa;
y siendo el mundo dilatado mapa
le parece a su vicio estrecha copa.

Con bordada, sutil y blanda ropa
el barro humano diligente tapa;
y a mí me envuelve miserable capa
y un negro camisón de ruda estopa.

Ostenta a todos la gotosa tripa
y puede ser el que mejor me sepa
a mí la sucia bota que a él su pipa.

De la humana miseria huyendo trepa;
pero, por más que puja, anda y ahipa,
todos somos racimos de una cepa.