"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 12 de noviembre de 2019
SAKUTARO HAGUIWARA
Caza de la luciérnaga
Una,
desde el escote de mi amada hermana
Una,
desde la ventana de un hospital de leprosos
Una,
desde el pozo del linaje
Una,
desde los pies descalzos de Cristo
Una,
desde el dorso de un pez
Una,
desde el corazón de un homicida
Una,
desde mis manos pulidas
En
el lejano mundo nocturno cacé una luciérnaga.
ANA MARÍA FUSTER
no te salves
no
hubo despedidas
solo
polvo noche de manos perdidas
y
la confusión ciega que vierte silencios en mis ojos
no
me busques
(aún)
ni
te salves
que
el pasado es paralelo de sombras
o
polvo en ruta de cicatrices casi vida
el
ahora es eco en paredes color diagnóstico
(casi
olvido)
en
cada paso que doy grita el vacío
cada
paso es ruido y rumores
sílaba
a sílaba se desprenden los vacíos
vacío
a vacío se desatan los versos
soy
la salvación de la locura
(y
al otro lado, el puente)
no
te salves
nuestra
piel palpita memorias
así
como los dedos señalan al corazón enamorado
(tú
yo ella)
somos
cicatrices de niñas muertas y amantes prohibidos
perdidos
en las ciudades de nadie
de
madrugadas en fuga o puentes clausurados
solo
somos sombras en el silencio
(esperando
retornar)
SEBASTIÁN ALVARADO
aromas
invernales
cielo
amaranto
edificios
inexpresivos
la
piel no nos merece
rezo
para que mis ojos
no
me conviertan en piedra
rezo
para no sufrir
al
tocarme
ANDREA CABEL GARCÍA
[currahee]
éramos
una guerra de espejos,
doce millas de ancho por doce de largo.
la simetría de dos muertos encendidos de golpe
prendiendo las luces en el abandono de la noche,
buscando los pozos de los abuelos,
la muñeca que era la hija.
los ojos que siguen mirando desde la cama,
las grietas de todas las paredes.
el paraíso,
una isla de tierra roja abierta en dos que mira al agua salada.
un conjunto de esqueletos frente al paisaje de la plaza,
un centro duro de luz
de animales verdes y amarillos empozando las medias lunas,
la navegación de los peces,
el soplo de las arañas junto a la flor que mira al techo.
nadie extraña el mediodía, la altura de los rostros.
no hay distancia desde los huesos,
nadie suspende la caída
y el mundo es esta tarde que combate,
que solo mide desde este corazón,
el cansancio que trae la sed,
la implosión de las cucharas que lo ven todo desde aquí arriba.
doce millas de ancho por doce de largo.
la simetría de dos muertos encendidos de golpe
prendiendo las luces en el abandono de la noche,
buscando los pozos de los abuelos,
la muñeca que era la hija.
los ojos que siguen mirando desde la cama,
las grietas de todas las paredes.
el paraíso,
una isla de tierra roja abierta en dos que mira al agua salada.
un conjunto de esqueletos frente al paisaje de la plaza,
un centro duro de luz
de animales verdes y amarillos empozando las medias lunas,
la navegación de los peces,
el soplo de las arañas junto a la flor que mira al techo.
nadie extraña el mediodía, la altura de los rostros.
no hay distancia desde los huesos,
nadie suspende la caída
y el mundo es esta tarde que combate,
que solo mide desde este corazón,
el cansancio que trae la sed,
la implosión de las cucharas que lo ven todo desde aquí arriba.
PABLO DE ROKHA
Aventurero
Oriente de cobre duro, fino y ensangrentado,
de tiempo a tiempo
tendido
de mundo a mundo.
¡Voluntad!
Soy el hombre de la danza oscura
y el ataúd de canciones degolladas;
el automovilista lluvioso,
sonriente de horrores, gobernando
la bestia ruidosa;
el tallador en piedra de catedrales hundidas:
el bailarín matemático y lúgubre.
coronado de rosas de equilibrio;
el vendedor de abismos, trágico,
dt cabellera de ciudades
y un canto enorme en la capa raída.
Tren nocturno
con ]as hojas marchitas y un vientre humoso.
¡Ay! cómo aúllan en la tierra cóncova y madura
mis leones muertos...
Voy de estrella en estrella
acariciándole los pechos violados a las guitarras.
con mi mano única;
¡oh! jugador,
agarro mi gran rueda de espanto,
despernancada,
y la arrojo contra las estrellas,
arriba del cielo, más arriba del cielo
que no existe.
Y suelo estarme cuatro y cincn mil lunarios,
como un idiota yiejo,
jugando con bolitas de tristeza,
jugando con bolitas de locura
que hago yo mismo manoseando la soledad;
entonces me río,
con mis 33 dientes,
entonces me río,
entonces me río,
con la risa quebrada de las motocicletas,
colgado de la cola del mundo.
La campana negra del sexo
toca a ánimas adentro de mi melancolía,
y una mujer múltiple y una
múltiple y una
como un triángulo de setenta lados y muchos claveles.
se desnuda multiplicando las heridas
sobre mis mundos quemantes y llenos de senos de mujeres estupefactas.
De: "Agonal"
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