"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 14 de noviembre de 2019
FÉLIX MARÍA SAMANIEGO
14. El tordo flautista
Era
un gusto el oír, era un encanto,
A
un Tordo gran flautista; pero tanto,
Que
en la gaita gallega,
O
la pasión me ciega,
O
a Misón le llevaba mil ventajas.
Cuando
todas las aves se hacen rajas
Saludando
a la aurora,
Y
la turba confusa charladora
La
canta sin compás y con destreza
Todo
cuanto la viene a la cabeza,
El
flautista empezó: cesó el concierto
Los
pájaros con tanto pico abierto
Oyeron
en un tono soberano
Las
folias, la gaita y el villano.
Al
escuchar las aves tales cosas,
Quedaron
admiradas y envidiosas.
Los
jilgueros, preciados de cantores,
Los
vanos ruiseñores,
Unos
y otros corridos,
Callan,
entre las hojas escondidos.
Ufano
el Tordo grita: «Camaradas,
Ni
saben ni sabrán estas tonadas
Los
pájaros ociosos,
Sino
los retirados estudiosos.
Sabed
que con un hábil zapatero
Estudié
un año entero:
Él
dale que le das a sus zapatos,
Y
altemando, silbábamos a ratos.
En
fin, viéndome diestro,
Vuela
al campo, me dice mi maestro,
Y
harás ver a las aves, de mi parte,
Lo
que gana el ingenio con el arte».
EVARISTO CARRIEGO
La
dulce voz que oímos todos los días
¡Tienes una voz tan dulce!...
Yo no sé por qué será,
te oímos y nos dan muchas
ganas de quererte más.
Tienes una voz tan dulce
y una manera de hablar,
que aunque a veces tú también
estés triste de verdad
haces reír a abuelita
cuando ella quiere llorar.
¡Y ninguno sabe en dónde
encuentras tanta bondad
para poder decir unas
cosas que nos gustan más¡...
¡Si vieras cómo nos gusta!
No te habrás de imaginar
lo mucho que sufriremos
si tú nos dejas... Mamá
dice que cuando te cases
nos tendrás que abandonar,
y eso es mentira: ¿no es cierto
que nunca te casarás?
Nunca nos dejarás solos,
porque eres buena, ¿verdad?
¿Alguna vez has pensado
qué haremos si te nos vas?
¿No lo has pensado? Nosotros
no lo queremos pensar.
Si tú te nos vas, ¿entonces
qué voz extraña vendrá
a decirnos esas cosas
que tú ya no nos dirás?
¿Nos hará olvidar tu voz
la voz que vendrá? ¿Lo hará?
¿Hará reír a abuelita
cuando ella quiera llorar?
¡Tienes una voz tan dulce!...
Yo no sé por qué será,
te oímos y nos dan muchas
ganas de quererte más.
Tienes una voz tan dulce
y una manera de hablar,
que aunque a veces tú también
estés triste de verdad
haces reír a abuelita
cuando ella quiere llorar.
¡Y ninguno sabe en dónde
encuentras tanta bondad
para poder decir unas
cosas que nos gustan más¡...
¡Si vieras cómo nos gusta!
No te habrás de imaginar
lo mucho que sufriremos
si tú nos dejas... Mamá
dice que cuando te cases
nos tendrás que abandonar,
y eso es mentira: ¿no es cierto
que nunca te casarás?
Nunca nos dejarás solos,
porque eres buena, ¿verdad?
¿Alguna vez has pensado
qué haremos si te nos vas?
¿No lo has pensado? Nosotros
no lo queremos pensar.
Si tú te nos vas, ¿entonces
qué voz extraña vendrá
a decirnos esas cosas
que tú ya no nos dirás?
¿Nos hará olvidar tu voz
la voz que vendrá? ¿Lo hará?
¿Hará reír a abuelita
cuando ella quiera llorar?
FRANCISCO VILLAESPESA
Lo que pasa
¡Felicidad!... ¡Felicidad!... Dulzura
del labio y paz del alma... Te he buscado
sin tregua, eternamente, en la hermosura,
en el amor y el arte... ¡Y no te he halladoI
En vano, el alma, sin cesar te nombra...
¡Oh luz lejana, y por lejana, bellaI...
¡Jamás la mano alcanzará la estrellaI...
¿Pasaste sobre mí, como una sombra?
¿En brazos de qué amor has sido mía?..
¿No he besado tus labios todavía?...
¿Los besaré, Señor?... Sobre mi oído
murmura alguna voz, remota y triste :
-Pasó por tu jardín... y no la viste...
¡y ya, sin conocerla, la has perdido!
ELISEO DIEGO
Voy
a nombrar las cosas...
Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.
Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.
Y la pobreza del lugar, y el polvo
en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia,
despojados de sombra, siempre iguales.
Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque.
Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable.
Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas
por donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos.
Y nombraré las cosas, tan despacio
que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba.
Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.
Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.
Y la pobreza del lugar, y el polvo
en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia,
despojados de sombra, siempre iguales.
Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque.
Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable.
Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas
por donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos.
Y nombraré las cosas, tan despacio
que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba.
GUILLAUME APOLLINAIRE
La hoguera
A Paul-Napoléon Roinard
Tiré en el noble fuego
Que transporto y adoro
Vivas manos y mismo fuego
Ese Pasado esas cabezas de muertos
Llama hago lo que tú quieres
Ese galope repentino de las estrellas
No siendo más que en lo que se convertirá
Se mezcla con el macho relincho
De los centauros en sus acaballaderos
Y de los grandes lamentos vegetales
Dónde están esas cabezas que yo tenía
Dónde el Dios de mi juventud
El amor se ha vuelto malo
Que en la hoguera las llamas renazcan
Mi alma al sol se desnuda
En la llanura han crecido llamas
Nuestros corazones cuelgan de los limoneros
Las cabezas cortadas que me aclaman
Y los astros que han sangrado
No son sino cabezas de mujeres
El río prendido con alfileres sobre la ciudad
Te fija como una prenda
Partiendo del anfión dócil
Padeces todos los tonos encantadores
Que vuelven ágiles las piedras
Versión de Claire Deloupy
CARLOS MONTEMAYOR
Memoria de las noches
En
las noches de verano
cubría
a mi pueblo un sonido de tierra, de piedras, de lugares
como
si la verdad de las cosas fuera escuchar,
como
si el verano sonara reunido en una inmensa espiga.
Recuerdo
las noches así,
en
que mi padre hablaba con mi madre
y
al quedarse callados resurgían
las
voces de todas las otras cosas.
Las
noches en que nos inundaba la voz de la tierra y
las
piedras,
el
golpe del río sobre las peñas,
el
olor del monte o de las ramas,
el
calor del verano como un imborrable cuerpo.
Detrás
del sonido de todas las cosas
parecía
acercarse algo más eterno que nosotros,
un
ser o una música que regresaban para siempre
(pero
que ahí permanecen siempre).
Porque
el universo bañaba con su voz
mi
cuerpo en los más profundos sentidos.
Y
acaso sea imposible, al otro lado del río,
al
otro lado del sueño,
al
otro lado del tiempo,
más
allá del cuerpo que sabe las cosas,
escucharla.
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