Memoria de las noches
En
las noches de verano
cubría
a mi pueblo un sonido de tierra, de piedras, de lugares
como
si la verdad de las cosas fuera escuchar,
como
si el verano sonara reunido en una inmensa espiga.
Recuerdo
las noches así,
en
que mi padre hablaba con mi madre
y
al quedarse callados resurgían
las
voces de todas las otras cosas.
Las
noches en que nos inundaba la voz de la tierra y
las
piedras,
el
golpe del río sobre las peñas,
el
olor del monte o de las ramas,
el
calor del verano como un imborrable cuerpo.
Detrás
del sonido de todas las cosas
parecía
acercarse algo más eterno que nosotros,
un
ser o una música que regresaban para siempre
(pero
que ahí permanecen siempre).
Porque
el universo bañaba con su voz
mi
cuerpo en los más profundos sentidos.
Y
acaso sea imposible, al otro lado del río,
al
otro lado del sueño,
al
otro lado del tiempo,
más
allá del cuerpo que sabe las cosas,
escucharla.
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