jueves, 30 de abril de 2015

RUBÉN DARÍO


 

Rima

 
 
¿Que no hay alma? ¡Insensatos!
Yo la he visto: es de luz...
Se asoma a tus pupilas
Cuando me miras tú.

¿Que no hay cielo? ¡Mentira!
¿Queréis verle? Aquí está.
Muestra, niña gentil,
Ese rostro sin par,
Y que de oro lo bañe
El sol primaveral.

¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia!
Yo he contemplado a Dios...
En aquel casto y puro
Primer beso de amor,
Cuando de nuestras almas
Las nupcias consagró.

¿Que no hay infierno? Sí, hay...
Cállate, corazón,
Que esto bien, por desgracia,
Lo sabemos tú y yo.

 

 

MARIÀ MANENT


 
Luna de enero

 
 
Afuera hace una noche plateada y muy clara
¡y yo encogido cerca de mi fuego mezquino!
La luna está velando, lo mismo que una madre,
a la encina, al paraje, al estanque dormido.

Percibo bien que un gran deseo invade
mi pecho, y yo quisiera sentirme espabilado
y caminar, bajo la luna clara,
por trochas donde brilla el romero escarchado.

Pero me quedo cerca de mi fuego mezquino.
 

De "Las acacias salvajes"
Versión de José Agustín Goytisolo

 

 

RICARDO JAIMES FREYRE




Rosa ideal



Eres la rosa ideal
que fue la princesa-rosa,
en la querella amorosa
de un menestral provenzal.

Si tú sus trovas quisieras,
llegarían, como un ruego,
los serventesios de fuego
en armoniosas hogueras.

Darías al vencedor
los simbólicos trofeos,
en los galantes torneos
de la ciencia del amor.

Incensado por el aura
de la dulce poesía
en tus manos dejaría
su cetro Clemencia Isaura.

*

Serías el lirio humano
que halló un rey bajo su tienda,
en la brumosa leyenda
de un minnesinger riniano.

En ti vería el guerrero
perlas y rocío, como
en el tesoro del gnomo
que descubrió un hechicero.

Tendrías un camarín
por las hadas adornado,
en un palacio encantado
de las márgenes del Rin.

Y en las noches de las citas,
bajo el rayo de la luna,
envidiaran tu fortuna
Loreleys y Margaritas.

*

Mientras pensativo y triste,
junto a la cruz de un sendero,
estrechara un caballero
la banda azul que le diste,

en tu ventana ojival
dulcemente reclinada,
oirías la balada
del ardido Parsifal.

Y de un juglar, que ha traído
su arpa cubierta de flores,
la historia de los amores,
de Crimilda y de Sigfrido.

En tu blanco camarín
por las hadas adornado,
resonaría el sagrado
cántico de Lohengrín...

Ya mi pálida quimera
se ha enredado, como una ave
en la onda, crespa y suave,
de tu blonda cabellera.

 

 

JULIÁN DEL CASAL


 

5. Nostalgias


1

Suspiro por las regiones
donde vuelan los alciones
     sobre el mar,
y el soplo helado del viento
parece en su movimiento
     sollozar;

donde la nieve que baja
del firmamento, amortaja
     el verdor
de los campos olorosos
y de ríos caudalosos
     el rumor;

donde ostenta siempre el cielo,
a través del aéreo velo,
     color gris;
es más hermosa la luna
y cada estrella más que una
     flor de lis.

2

Otras veces sólo ansío
bogar en firme navío
     a existir
en algún país remoto,
sin pensar en el ignoto
     porvenir.

Ver otro cielo, otro monte,
otra playa, otro horizonte,
     otro mar,
otros pueblos, otras gentes
de maneras diferentes
     de pensar.

¡Ah! si yo un día pudiera
con qué júbilo partiera
     para Argel,
donde tiene la hermosura
el color y la frescura
     de un clavel.

Después fuera en caravana
por la llanura africana
     bajo el sol
que, con sus vivos destellos,
pone un tinte a los camellos
     tornasol.

Y cuando el día expirara
mi árabe tienda plantara
     en mitad
de la llanura ardorosa
inundada de radiosa
     claridad.

Cambiando de rumbo luego,
dejara el país del fuego
     para ir
hasta el imperio florido
en que el opio da el olvido
     del vivir.

Vegetara allí contento
de alto bambú corpulento
     junto al pie,
o aspirando en rica estancia
la embriagadora fragancia
     que da el té.

De la luna al claro brillo
iría al Río Amarillo
     a esperar
la hora en que, el botón rojo,
comienza la flor de loto
     a brillar.

O mi vista deslumbrara
tanta maravilla rara
     que el buril
de artista, ignorado y pobre,
graba en sándalo o en cobre
     o en marfíl.

Cuando tornara el hastío
en el espíritu mío
     a reinar,
cruzando el inmenso piélago
fuera a taitiano archipiélago
     a encallar.

A aquél en que vieja historia
asegura a mi memoria
     que se ve
el lago en que un hada peina
los cabellos de la reina
     Pomaré.

Así errabundo viviera
sintiendo todo quimera
     rauda huir,
y hasta olvidando la hora
incierta y aterradora
     de morir.

3

Mas no parto. Si partiera
al instante yo quisiera
     regresar.
¡Ay! ¿Cuándo querrá el destino
que yo pueda en mi camino
     reposar?


* * *

 
De "Nieve"

 

 

MEDARDO ÁNGEL SILVA


  

Estampas románticas

 
 

II

     El paisaje es de fábula. ..de ensueño. ..hasta la luna
suscita la ilusión de mágicos países...
El jardín encantado, cuando suena la una,
entre el perfume de almas ve mil espectros grises.

     Como un niño extraviado, mi pesar errabundo
va por otras edades doradas y distintas...
(El jardín no parece ya un jardín de este mundo
irreal, sin la voz de sus fuentes extintas...).

     Tapiz descolorido de grandes rosas rojas
y magnolias nevadas, es la triste alameda...
Y el alma ultrasensible, al caer de las hojas,
cree oír el rumor de tu enagua de seda.


 

VI
                                   Mayo en el Huerto y en el cielo...
                                                                 Arturo Borja

     Las rosas del crepúsculo de la tarde de Mayo,
como una fresca lluvia -rosadas, amatistas-
descienden a las casas... el sol en un desmayo
de lumbres, idealiza las flotantes batistas...

     Voces que hacen pensar en magnolias y armiños
conmueven el fastuoso silencio de las salas...
Las horas, perfumadas de inocencias de niños,
pasan sobre la frente con dulce roce de alas...

     Sobre los sueños puros de nueva primavera,
un júbilo de bronces en el aire se espacia...
y la brisa errabunda parece que dijera;
-Dios te salve, María, llena eres de gracia...


 
De "Estampas románticas"

 

 

AMADO NERVO

 
 

Inmortalidad

  

No, no fue tan efímera la historia
de nuestro amor: entre los folios tersos
del libro virginal de tu memoria,
como pétalo azul está la gloria
doliente, noble y casta de mis versos.

No puedes olvidarme: te condeno
a un recuerdo tenaz. Mi amor ha sido
lo más alto en tu vida, lo más bueno;
y sólo entre los légamos y el cieno
surge el pálido loto del olvido.

Me verás dondequiera: en el incierto
anochecer, en la alborada rubia,
y cuando hagas labor en el desierto
corredor, mientras tiemblan en tu huerto
los monótonos hilos de la lluvia.

¡Y habrás de recordar! Esa es la herencia
que te da mi dolor, que nada ensalma.
¡Seré cumbre de luz en tu existencia,
y un reproche inefable en tu conciencia
y una estela inmortal dentro de tu alma!