5.
Nostalgias
1
Suspiro por las regiones
donde vuelan los alciones
sobre el mar,
y el soplo helado del viento
parece en su movimiento
sollozar;
donde la nieve que baja
del firmamento, amortaja
el verdor
de los campos olorosos
y de ríos caudalosos
el rumor;
donde ostenta siempre el cielo,
a través del aéreo velo,
color gris;
es más hermosa la luna
y cada estrella más que una
flor de lis.
donde vuelan los alciones
sobre el mar,
y el soplo helado del viento
parece en su movimiento
sollozar;
donde la nieve que baja
del firmamento, amortaja
el verdor
de los campos olorosos
y de ríos caudalosos
el rumor;
donde ostenta siempre el cielo,
a través del aéreo velo,
color gris;
es más hermosa la luna
y cada estrella más que una
flor de lis.
2
Otras veces sólo ansío
bogar en firme navío
a existir
en algún país remoto,
sin pensar en el ignoto
porvenir.
Ver otro cielo, otro monte,
otra playa, otro horizonte,
otro mar,
otros pueblos, otras gentes
de maneras diferentes
de pensar.
¡Ah! si yo un día pudiera
con qué júbilo partiera
para Argel,
donde tiene la hermosura
el color y la frescura
de un clavel.
Después fuera en caravana
por la llanura africana
bajo el sol
que, con sus vivos destellos,
pone un tinte a los camellos
tornasol.
Y cuando el día expirara
mi árabe tienda plantara
en mitad
de la llanura ardorosa
inundada de radiosa
claridad.
Cambiando de rumbo luego,
dejara el país del fuego
para ir
hasta el imperio florido
en que el opio da el olvido
del vivir.
Vegetara allí contento
de alto bambú corpulento
junto al pie,
o aspirando en rica estancia
la embriagadora fragancia
que da el té.
De la luna al claro brillo
iría al Río Amarillo
a esperar
la hora en que, el botón rojo,
comienza la flor de loto
a brillar.
O mi vista deslumbrara
tanta maravilla rara
que el buril
de artista, ignorado y pobre,
graba en sándalo o en cobre
o en marfíl.
Cuando tornara el hastío
en el espíritu mío
a reinar,
cruzando el inmenso piélago
fuera a taitiano archipiélago
a encallar.
A aquél en que vieja historia
asegura a mi memoria
que se ve
el lago en que un hada peina
los cabellos de la reina
Pomaré.
Así errabundo viviera
sintiendo todo quimera
rauda huir,
y hasta olvidando la hora
incierta y aterradora
de morir.
bogar en firme navío
a existir
en algún país remoto,
sin pensar en el ignoto
porvenir.
Ver otro cielo, otro monte,
otra playa, otro horizonte,
otro mar,
otros pueblos, otras gentes
de maneras diferentes
de pensar.
¡Ah! si yo un día pudiera
con qué júbilo partiera
para Argel,
donde tiene la hermosura
el color y la frescura
de un clavel.
Después fuera en caravana
por la llanura africana
bajo el sol
que, con sus vivos destellos,
pone un tinte a los camellos
tornasol.
Y cuando el día expirara
mi árabe tienda plantara
en mitad
de la llanura ardorosa
inundada de radiosa
claridad.
Cambiando de rumbo luego,
dejara el país del fuego
para ir
hasta el imperio florido
en que el opio da el olvido
del vivir.
Vegetara allí contento
de alto bambú corpulento
junto al pie,
o aspirando en rica estancia
la embriagadora fragancia
que da el té.
De la luna al claro brillo
iría al Río Amarillo
a esperar
la hora en que, el botón rojo,
comienza la flor de loto
a brillar.
O mi vista deslumbrara
tanta maravilla rara
que el buril
de artista, ignorado y pobre,
graba en sándalo o en cobre
o en marfíl.
Cuando tornara el hastío
en el espíritu mío
a reinar,
cruzando el inmenso piélago
fuera a taitiano archipiélago
a encallar.
A aquél en que vieja historia
asegura a mi memoria
que se ve
el lago en que un hada peina
los cabellos de la reina
Pomaré.
Así errabundo viviera
sintiendo todo quimera
rauda huir,
y hasta olvidando la hora
incierta y aterradora
de morir.
3
Mas no parto. Si partiera
al instante yo quisiera
regresar.
¡Ay! ¿Cuándo querrá el destino
que yo pueda en mi camino
reposar?
* * *
De "Nieve"
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