"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 15 de noviembre de 2017
MANUEL IRIS
Mirándola dormir
He leído en tu oreja que la recta no existe
Gilberto Owen
Gilberto Owen
Como
esta voz, mi lengua busca
el laberinto de tu oreja
y yo te escribo y sé muy bien
que hay algo —hay un lugar— más bello
que tu vientre
aunque jamás lo he visto.
el laberinto de tu oreja
y yo te escribo y sé muy bien
que hay algo —hay un lugar— más bello
que tu vientre
aunque jamás lo he visto.
En
cambio se revelan
—entrega de la espuma, oseznos de la luz—
tus pies de pan de dulce.
—entrega de la espuma, oseznos de la luz—
tus pies de pan de dulce.
Y no
saber el cómo apareciste, no haber vivido
en el momento que tu espalda fue la rosa, abierta luz
de lo que significas.
en el momento que tu espalda fue la rosa, abierta luz
de lo que significas.
Afuera
escucho algo.
Afuera
del poema algo te dice un canto
más hermoso que la piel
pero también más vivo: una caricia: lengua bajo lengua,
sonido bajo letra
en acto de buscarte.
más hermoso que la piel
pero también más vivo: una caricia: lengua bajo lengua,
sonido bajo letra
en acto de buscarte.
¿En qué
momento me has atravesado? ¿Cuándo
tu luz —incendio, llamarada— se clavó en mi pecho?
tu luz —incendio, llamarada— se clavó en mi pecho?
Hoy
puedo hacer un verso en que no mueras nunca.
Un
cáliz, un jarrón, un algo que contenga
vino enloquecido, danza, fruta
lenta
carne en movimiento
para entrar en otra carne.
vino enloquecido, danza, fruta
lenta
carne en movimiento
para entrar en otra carne.
Creyente
de tu forma, en mi oración
he decidido no ceder al verbo de tu ombligo, a la floresta
del verano en tus pezones, a todos tus aromas.
he decidido no ceder al verbo de tu ombligo, a la floresta
del verano en tus pezones, a todos tus aromas.
Hoy no
quiero morir: No quiero ver el río
que se duerme en tus muñecas. No quiero andar
la forma en que te extiendes de tu piel hasta la piel
de todo lo que existe.
que se duerme en tus muñecas. No quiero andar
la forma en que te extiendes de tu piel hasta la piel
de todo lo que existe.
Árbol
de mí,
estoy llegando a tu región más fértil.
estoy llegando a tu región más fértil.
De: “Cuaderno de los sueños”
DOUGLAS TÉLLEZ
Cristo Presentado al Pueblo
(Quentin Metsys)
Quizás
sea Califa o Herodes
quien
presenta a un Cristo de lata
desde
un balcón adornado con estatuas
Vivas.
Abajo la multitud vocifera y maldice
junto a
los centuriones con sus rostros
de
ebrios y bobos… La lección de Metsys
está en
las muecas, en los torpes gestos
de esas
decrépitas caricaturas.
De: “Inscripciones en una pipa sagrada”
MARIANA BERNÁRDEZ
Porque el final de los
tiempos
es
igual a su principio—
repetías
sin cesar
mientras
la bruma abatía las calles
y París
se incendiaba
en el
imaginario de la guerra
No
quedó respiro alguno
ni
siquiera el limo de un ave fénix
que
pudiera alimentar la esperanza
de la
resurrección
Ni la
palabra cabe en el temblor de una pluma
ni las
sendas en el grano de arenisca
Contención
el
dolor se desborda y se aprisiona
en la
miríada del gorjeo
o en el
balbuceo de quien perdido
avizora
el calado de la razón.
PAULINA VINDERMAN
IV
Gracias Juan, me apena
tu partida.
Pero no puedo viajar, no tengo pies.
Me he convertido
en una enorme raíz,
una especie de anti-árbol
de memoria y de miedo.
Tengo a la India en mi ventana
en forma de azalea.
Y mi corazón es un barco sin cubierta,
con todos sus camarotes vacíos
para que yo los llene.
Para mudar de uno a otro
cada noche, y esperarme.
Volveré un día al pueblo por los dos.
La plaza debe sentirse tan sola
con sus faroles nuevos.
Te envío siempre mi amor.
Cordelia
De: "La balada de Cordelia"
ALFREDO CHACON
Retraerse. Crujir
de frío
y de calor afuera.
Volver
a entrar
ahíto
de intemperie.
Seguir
en esta duración
sin
historia
con
sólo desgarrones y sabores,
premuras
y albricias
que no
llegan a ser
lo que
se quiere refutar, acoger,
lograr
que nos concierna.
MARCO ANTONIO MURILLO
Profundidades
Descenso
al naufragio: la realidad apenas toca los pulmones del buzo, y los días del
agua son más largos en la oscuridad de la madera. Allí abajo la luz pesa menos
que el alma de los muebles sumergidos. Una mujer de ébano, desnuda, sin carne,
es llama inmóvil, los peces se arremolinan en sus ojos, sólo de esta forma
pueden cerrarlos. El buzo le habla de un país donde el aire es como el agua, y
la luz resiste a la memoria; pero la mujer, eternamente sincera, no logra
escuchar más que la respiración, el profundo oxígeno de los minutos.
Nada turba la quietud de este instante. Digamos que una mujer dormida es un vaso que contiene toda el agua del mar.
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